Relatos Eróticos Filial

Sexo con mi tía, una mujer seria y regañona

Publicado por LUIS CARLOS el 11/01/2016

MI TIA, LA SERIA Y REGAÑONA
Vivo hace tres meses en la casa de mi tía, a la que llamaré Melissa, debido a que mis padres decidieron mudarse a una ciudad veraniega a disfrutar de su jubilación. Yo tengo veinticuatro años, un trabajo no muy bien remunerado lo que no me permite alquilar un departamento aunque sea pequeño. Mi tía es muy deferente conmigo y me invitó a quedarme en su casa, teniendo en cuenta que su esposo es piloto de una aerolínea internacional y le toca ausentarse mucho de la casa y para ella no está demás tener a un familiar varón que la proteja de cualquier inconveniente. Ella tiene cuarenta y nueve años, es una mujer enérgica y muy disciplinada, amante de la buena lectura y regañona con sus sobrinos, de eso puedo dar fe pues más de una vez sufrí sus amonestaciones. Pero así como es para su trato personal conserva muy bien su figura, unas tetas paraditas, unos muslos firmes y sobretodo unas nalgonas espectaculares Es una mujer hermosa pero muy seria, se viste muy recatadamente, siempre lleva falda y sus blusas las abotona por encima de su busto no dejando ver nada de sus paradas tetas. Yo la respetaba mucho, pero llegó el momento en que ya no la veía como a mi tía sino como a una mujer. Un día me encontré con ella que llegaba de compras, vestía una falda blanca de tela muy fina que permitía ver las piernas a trasluz. Ella se agachó para acomodar los víveres y quedé impresionado al ver como a través de la prenda íntima se marcaban unas nalgonas grandes y redondas, lo que originó de inmediato una rigidez en mi miembro. Después de acomodar los víveres preparó la cena y al levantarnos me pidió que al día siguiente la ayudara con el aseo de la casa. Le dije que la ayudaría y me retiré a dormir. Durante la noche no hice más que pensar en ella y me venía a la mente cuando se agachó y se le marcó el trasero, me imaginaba yo levantándole la fada, bajarle los pantaloncitos, ponerla en cuatro patas y enterrarle toda la verga. Me masturbe varias veces pensando en ella lo que me dejó muy agotado. A la mañana siguiente me levanté temprano y no me atrevía a salir fuera de mi dormitorio y ver a mi tía después de que toda la noche la pasé pensando y masturbándome a nombre de ella. Desde esa noche la cosa me impactó más de lo que jamás hubiese imaginado y me convencí que ya no miraría a mi tía con los mismos ojos, que no descansaría hasta que me la cogiera.
Me animaba ver que a mi tía se le notaba que no estaba muy satisfecha sexualmente hablando porque cuando caminaba las tetas se le movían más de lo normal y sus actitudes eran algunas veces desconcertantes: se paraba, caminaba y se le notaba un dejo de inconformidad. Eso me animaba porque esperaba que en alguna conversación se animara a comentarme su falta de sexo. Me pasaba el día mirándola y observándola con detenimiento, su cintura, su trasero, sus tetas, su boca y todo su cuerpo y cada vez era más mi deseo por cogérmela. En la casa no se tiene la costumbre de cerrar las puertas de los dormitorios así que la vi en una oportunidad acostada en la cama, en pantaloncitos y sujetador, me quedé un rato mirando ese cuerpazo con las pantaletas metidas entre las nalgonas y me toqué la verga diciéndome a mí mismo que algún día todo eso será mío.
Como me lo había pedido me puse a ayudarla con las tareas de limpieza. Me asombré cuando vi a mi tía vestida con un pantaloncito corto que se metía abusivamente entre sus nalgonas y una blusa de algodón que resaltan sus firmes tetas. Mi verga se enervó más de lo normal al ver sus muslos al descubierto y se me ponía aún más rígida cuando se agachaba para recoger algo y me premiaba dándome una visión erótica de su gran culo. Definitivamente mi tía estaba buenísima y cada día lo estaba más. Ese día estuvimos casi todo el tiempo en casa haciendo labores de limpieza, mi tía, de vez en cuando abría las piernas y se agachaba delante de mí para recoger cualquier cosa y hacerme sufrir, algunas veces trataba de alcanzar algo y veía sus tetas balanceándose ante mis ojos Mi verga permaneció en un estado de erección todo el día, intentaba disimularlo pero me decidí a no aguantar más y andar por la casa sin preocuparme que mi tía notara mi paquete totalmente engrandecido. Tomé esa decisión en vista que ella, vestida como estaba, era toda una provocación. Al terminar las labores decidió acostarse a descansar en su recamara. Entré sin ningún pretexto y noté que aún tenía puesto el pantaloncito corto pero no llevaba sostenes. Al verme se tapó las tetas con la sábana, me preguntó si quería algo o que si quería salir porque ese día era sábado y ya estaba llegando la noche. Me senté en el borde de la cama y le dije que no tenía pensado salir porque no tenía programado nada y prefería hacerle compañía. Le propuse ver la televisión, ver algún programa y después acostarnos a descansar. Yo me acomodé en el respaldar de la cama con la firme intención de no salir de esa habitación sin antes no habérmela cogido.

Prendí la televisión de su alcoba y mi tía no dejaba de levantarse algo impaciente, caminaba, arreglaba cualquier cosa y nuevamente se acostaba. Por el solo hecho de hacerlo, al verla caminar mi verga se ponía más dura y quería salirse de mi pantaloneta. Sin reparar en las consecuencias me acosté de frente dejando mi bulto a la vista de ella. Ella vio mi pantaloneta hinchada, se acostó y me preguntó si me sucedía algo. Le respondí preguntándole el porqué de su pregunta. Me respondió, señalando mi paquete, que la tenía preocupada porque todo el día había notado que mi bulto resaltaba más de lo normal. Me miré el paquete que tenía entre las piernas y le dije: - Excúsame, pero es que no lo puedo evitar - Nuevamente me preguntó si había alguna mujer que me ponía así y que lo indicado era buscarla y que me bajara semejante calentura. Quedé sin saber que decir y menos que el problema no es una mujer cualquiera, que era ella, mi tía la que me tenía al borde de la desesperación. Ella seguía insistiendo en que lo mejor era buscar a esa mujer, en pocas palabras me estaba diciendo cómo debía conquistar a ella misma. Remató diciéndome: - Puedo notar además que estas bien dotado - Le pregunté porque decía lo de “bien dotado” y me respondió mirando mi paquete: - Lo que estoy viendo me dice que lo que tienes debajo de la pantaloneta es grande, a menos que sea pura tela. - La conversación había subido de tono, que era lo que yo quería y sin pensarlo dos veces le dije: - Te gustaría que la sacara para que compruebes si en realidad es grande y que no es cosa de telas? Titubeo un poco, miró para otro lado y me dijo: - Sí, quisiera ver si en realidad la tienes tan grande como se nota a través de la pantaloneta - Me bajé la pantaloneta y le dije que volteara la cara y comprobara si lo que le decía acerca de mi tamaño era cierto. Al voltear y ver mi verga larga y un poco gruesa se asombró un poco. Se la quedó mirando unos segundos y volvió a mirar para otro lado. Le toqué el hombro y le pregunté si no le había gustado, me respondió que no era que no le había gustado, sino algo que no podía explicar. Supe de inmediato que mi tía no se atrevía a mirarme la verga y menos tocarla porque se trataba de la tranca de su sobrino, así que me acerque a ella, le tomé una de las manos, la lleve a mi tronco y le dije al oído: - Olvídate que soy tu sobrino y tu mi tía, en estos momentos tu eres una mujer y yo un hombre – Volteó la cara y me la agarró con suavidad. Mirándola a los ojos le pregunté si le había gustado mi tamaño. Me respondió que sí, que era grande y vigorosa. Se paró de la cama, fue al interruptor y apagó la luz, se paró frente a la cama y vi dentro de la penumbra como se desvestía completamente y se sentaba al lado mío. Agarrando nuevamente mi tronco me dijo con resolución: - Todo el día me la pasé ligera de ropa esperando que te animaras, pero no te resolviste y ya no quiero alargar más estas ganas que tengo de que me hagas tuya. – Alargó su cuerpo, tomó mi tranca, comentó lo grande que era, abrió bien la boca y comenzó a darme una mamada que me asombró maravillosamente. Comenzó dándome mamadas en la cabeza y luego se la llevó hasta la mitad, sacándola y metiéndola hasta donde más pudiera. Sus tetas colgaban al alcance de mis manos, lo que aproveche para tomarlas y acariciar sus pezones lo que la volvió más atrevida. Dejó mi tranca y se acostó boca arriba al lado mío diciéndome con voz casi apagada: - Papito, haz feliz a tu tía, méteme ese tronco inmenso que tienes y quítame las ganas que tengo reprimida hace meses -. La besé en la boca y pude sentir el olor de mi propia verga. Bajé a sus tetas y se las chupé una a una al tiempo que bajé una mano para acariciarle el montecillo de pelos. Ella abrió las piernas y mi dedo medio entró para masturbarla sin compasión, le sacaba el dedo y luego se lo metía, se lo restregaba dentro mientras ella gemía y me animaba con palabras fuertes. Luego de masturbarla un rato, tomé una almohada y la coloqué debajo de su culo para que su coño quedara levantado. En esa posición comencé a darle una chupada a su coño, le separé los labios e introduje mi boca lo más adentro que pude, metí entre mis labios su clítoris y se los chupé lo que hizo que mi tía estallara en gemidos y griticos. Sin que yo se lo pidiera levantó y separó sus piernas y en la semioscuridad pude tener a mi alcance todo lo que ambicionaba. Apoyé las manos en sus muslos y seguí comiéndome esa fruta tan apetecida hasta saciarme. Me acomodé y le pasé la cabeza de la verga por la entrada de su coño un par de veces, ella me dijo que no la hiciera esperar más y que se la metiera. Noté que lo grueso de mi verga no iba a entrar fácil así que me ensalivé bien la punta, empujé y la metí un poco menos de la mitad, se quejó y lanzó un gritico, me dijo que lo hiciera suave, que se la metiera poco a poco, que sentía que su coño se estaba expandido al máximo. La posición en que estaba con su coño levantado por la almohada me daba la oportunidad de meterla y sacarla poco a poco y con lo lubricada que estaba no tuve duda que se la podía enterrar hasta el fondo. Entre quejidos me preguntó que si faltaba mucho por entrar y le dije que faltaba poco. Le agarré las piernas y la fui poseyendo hasta que y ante mi asombro, le entró toda. Ella estaba como fuera de sí y entrelazo las piernas en mi espalda y con movimientos circulares me ayudaban a taladrarla más y más. Paré las bombeadas y se la saqué totalmente, la miré a los ojos y le dije: - Al fin ese muchachito al que tu regañabas cuando pequeño te está dando la cogida de tu vida, pídeme que te la entierre otra vez y te haga gritar de gusto – Tomó mi tronco lo puso en la entrada y me replicó: - Si, castiga a esta tía regañona metiéndole esa enormidad de verga que tienes, métesela y castígala – En ningún momento quise humillarla, por el contrario solo quería que ella disfrutara de una cogida que le negaban hace ratos. La tomé por los muslos y se la fui metiendo poco a poco hasta que el tronco desapareció totalmente. Comencé a sacarla y meterla nuevamente hasta que le dije que me iba a venir y lo hice con un poco de rapidez. En medio de besuqueos y gemidos terminamos al mismo tiempo. Después que me derramé dentro de ella la seguí bombeando hasta que quedó flácida, la saque y me dio las gracias por tan espectacular polvo. Descansamos un poco, charlamos sobre lo que habíamos hecho y la mejor forma de ocultarlo. Le dije que por mí no había problema pues no suelo comentar con nadie lo que hago. Me dijo que había accedido a hacerlo conmigo debido a que su marido no la tocaba desde hace mucho tiempo y que esa infidelidad la había cometido porque estaba muy necesitada.

Nos aseamos y yo me senté en el respaldar de la cama a esperarla pues sabía que regresaría por más. Al rato apareció con una toalla enrollada a su cuerpo, estaba perfumada y limpiecita. Me miró el tronco flácido y me dijo: - Aún dormido es enorme, no sé cómo me entró todo eso - Se paró delante de mí y se quitó la toalla quedando frente a mi todo ese cuerpazo solo para mí. La acerqué y comencé a besarle el vientre mientras que metía la mano en su coño, luego le metí un dedo y se puso a gemir, lo saqué, le pedí que se sentara, me arrodillé, le abrí las piernas y terminé de calentarla metiéndole la lengua en su coño al que ahora si pude ver con toda claridad. Me incorporé y me puse delante de ella con la verga parada al máximo. Sin pensarlo, la agarró por el tronco abrió la boca lo que más pudo y comenzó a chupármela con desesperación; le dije que la chupara con calma, que teníamos toda la noche. Completamente entregada me pidió que se la metiera. Me paré y le dije que se pusiera de rodillas en la cama, que abriera bien las piernas, levantara el culo y recostara la cabeza en el respaldar. Se colocó como le dije y ante mis ojos quedaron esas nalgonas que me gustaron desde siempre. Metí la boca en su coño para calentarla, la sentí gemir de placer lo que aproveché para abrirle de par en par sus nalgonas y acariciar su ano con mi lengua. Esto la puso muy caliente y comenzó a girar su trasero en mi boca a la vez que me pedía casi gritando: - Ya, papito, no quiero más lengua, lo que quiero es que me la metas. - Me separé un poco y tomándola por las caderas se la fui enterrando por el coño poco a poco hasta que le llegó al fondo. Le dije que yo siempre había soñado con tenerla ensartada en cuatro patas, con su culazo pegado a mi vientre y que toda mi verga le expandiera los labios vaginales y la pusiera a gozar. Se la sacaba suavemente casi toda y luego se la enterraba con algo de fuerza. Ella mordía las sabanas para que sus gritos no se oyeran, soltaba la sabana y en medio de su arrebato me suplicaba: - No te vengas todavía, sígueme enterrando esa vergota así como me la tienes, clavada en cuatro patas como lo soñabas y me gusta porque siento mi concha totalmente copada - Reculaba y meneaba su gran culo alrededor de mi verga desaforadamente y en cada recule yo sentía como se ensartaba con facilidad. La saqué completamente, le abrí las nalgas y comencé a frotársela por el hoyito del culo mientras ella giraba y se retorcía. Quise enterrársela por el culo y se la enfilé hasta el hoyito, pero desistí porque de hacerlo, seguro el tamaño de mi verga le hubiera hecho un daño. Dejé de jugar con su ano y la enfilé hacia la raja peluda que esperaba ansiosa que se la metiera hasta el fondo. Mi verga estaba cubierta por sus jugos y su coño totalmente lubricado por lo que al ensartarla nuevamente no tuve ninguna complicación. Tan pronto la enganché se puso a sollozar y a pedirme que no parara, entonces alargué las manos y tomé sus pezones entre mis dedos, cosa que la hizo casi desmayar, posó la cabeza en la cama tratando de reposar. Solté sus pezones y la agarré firmemente por las caderas, la levanté de su reposo y con fuerza se la enterré toda, me contuve un poco pero no pude resistir más y exploté dentro de ella regándole la raja peluda con mi leche. Caímos extenuados en la cama y nos quedamos dormidos. En la madrugada sentí que se paró y fue al baño para asearse, al regresar me encontró otra vez con la verga parada, se acostó y me dijo: - Ya no más por hoy, con lo que me diste tuve suficiente, siento como si me hubieran desflorado nuevamente pues tengo mi raja irritada y me siento agotada. Lo que si pude comprobar es que lo que llevas debajo de los pantalones es enorme y me gustó mucho.
Mi tía sigue siendo una mujer seria, que se viste muy sobria y elegante, de modales suaves, enérgica muchas veces, pero cuando quedamos solos y ve mi gran tranca se transforma en la mejor culiadora y chupadora de verga del mundo.