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Carrusel, sexo y erotismo al máximo nivel | Relatos Eróticos de Autosatisfaccion

Publicado por Andrés el 19/10/2016

Andrés, el calesitero que vivía frente a la plaza y su amigo habían ido invitados a una peña folklórica, su mujer, quedó durmiendo en su casa. La peña muy mal organizada no había previsto bien la cantidad de comida y los amigos se quedaron sin empanadas ni nada que comer.
Como a las dos de la madrugada sin haber probado bocado y con unos cuantos vinos encima, el amigo le dijo a Andrés: no voy a poder manejar, tomemos un taxi. Así subieron al taxi. La casa de Adrián estaba a 10 cuadras y la de Andrés mucho más lejos. Pero, cosa de borrachos, fueron primero a lo de Andrés.
Cuando la mujer los vio llegar en estado calamitoso, se levantó y le preparó unos mates para componerlos un poco. Los llevó a la plaza de enfrente, los sentó en un banco y les cebó unos amargos.
Al loco Andrés y a su señora les gustaba fantasear, pero sólo fantasear. Antes de hacer el amor los sábados cenaban y se cambiaban de nombre, se decían a quién imaginarían mientras se amaban; él sabía pues de sobra que a ella Adrián le parecía atractivo y con unos vinos de más pues comenzó a ponerse pesado:
- ¿Sabías que los fines de semana con Laura cambiamos de personalidad?
- ¿Cómo es eso?
- Mientras cenamos, hacemos de cuenta que cenamos con otra persona y al hacer el amor nos imaginamos con el otro
- Bien, así salen de la monotonía. ¿Y se puede saber a quién te imaginás?
- Bueno, la última vez lo hice con la vecina, la vez pasada con Ana….
- ¿Siempre mujeres diferentes?
- No, Ana es más frecuente que las otras (tiene unos pechos hermosos)
- ¿Y a mi señora no le preguntás?
- Noooo….. vamos a respetar sus secretos.
- ¿Decile Laura con quién te imaginas?
- ¡Callate! Dijo Laura
- Dale, si es un juego.
- Bueno, a veces con Sergio. A veces con Pedro. (Después de un silencio, enrojeciendo, y estimulada por los codazos de su marido agregó) algunas veces con vos. E inmediatamente, para que no haya malos entendidos agregó: pero es sólo imaginación, nunca pensé engañar a Andrés.
- Ella se imagina que le besamos un pecho cada uno (dijo el marido con la lengua suelta por el vino)
- Basta, cambiemos de tema (dijo ella)
- No seas mala, mostrale un pechito
- Ni loca
- Mostrale y nada mas
- Noooo, pobre, se va a entusiasmar y yo no quiero nada con nadie.
- Te prometo (dijo Adrián) que miro y nada mas.
- Si mirás y nada mas, no sos ese que yo me imagino.
Andrés se levantó, agarró a su amigo de atrás, le sujetó las manos y dijo a su señora:
- Dale, yo lo tengo para que no se haga el loco, vos sacá un pecho.
Ella, que tenía un salto de cama, lo abrió dejando ver sus dos enormes y sabrosos pechos. Demás está decir que en cuanto ella mostró sus pechos, Andrés soltó a su amigo y ambos se prendieron como gallego a la gaita. Laura puso cara de asombro, quiso resistirse pero al segundo estaba acariciando el pelo de ambos hasta que dijo:
- Paren, estamos en la plaza, ¿A ver si viene alguien?
Siguieron tomando mate en silencio. Al rato Andrés cruzó a calentar la pava y trajo consigo la llave de la calesita.
La calesita de noche está envuelta con una lona y no se ve. Allí fueron los amigos con una mujer tan extrañada como excitada. Andrés echó a andar el carrusel y pidió a la mujer que cumpla la fantasía de la semana pasada.
Esta vez ella no se hizo rogar, sólo pidió que “miren pero no toquen” y se puso a bailar en el caño. Bailó sin música pero hermosamente erótica. Los amigos se sentaron en el banquito de la calesita y miraban exitadísimos cuando ella pasaba el caño entre sus piernas, se agachaba y paraba con el caño entre sus redondos pechos.
Ella también se exitaba, y tanto que comenzó a improvisar. Montó el caballito que sube y baja. Y con el caño entre sus piernas parecía masturbarse. Adrián se subió al caballito de al lado y la miraba con ojos impávidos. Andrés se acercó por detrás y violando la ley de “se mira pero no se toca” comenzó a besarle en la boca. Como el caballito subía y bajaba cuando estaba abajo besaba su boca, cuando subía lengüeteaba su pezón.
Su respiración se entrecortaba, se tiraba para atrás para gozar mas los besos de su esposo. Cerró los ojos y en dos segundos, casi sin darse cuenta, su bata estaba en el piso. Adrián saltó del caballo con habilidad atlética y subió atrás del de ella. Mientras Andrés recorría de su boca a sus pechos con el vaivén, Adrián se aferro con sus manos del pecho libre. Ella dio vuelta su rostro en agonía erótica y lo beso con un fervor apasionado.
La calesita ya se había detenido, los tres amantes se recorrían con sus labios. La manta en el piso sirvió de acolchado donde Adrián se acostó boca arriba para que ella lo galope como el caballo de la calesita mientras su marido le hacía de caño, la tenía, la manoseaba, la acariciaba con un placer desconocido.
Una botella de vino chorreaba entre sus pechos para que ambos bebieran del néctar embriagante endulzado y entibiado en sus pezones ardientes. Su espalda fue esclava de los labios de Andres, su almeja fue devorada por Adrián, sus pechos víctimas de las lenguas salvajes de ambos.
Susurros, gemidos desesperados, gritos de placer se adueñaron de cada juego de esa calesita hasta que el alba los obligó a volver.
Ya no imagina mas el matrimonio a ningún otra persona. Ahora cada sábado hacen realidad sus deseos en la calesita de la plaza Alem.

 

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