Relatos Eróticos Autosatisfaccion

Explorando mis orificios | Relatos Eróticos de Autosatisfaccion

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Todo comenzó una tarde de domingo en las cuales uno no tiene nada mejor que hacer que sentarse a chatear. Después de revisar los correos (en su mayoría llenos de basura) entré al MSN y me encontré con Pablo. Antes de despedirnos después de charlar de todo un poco y de tener cibersexo por primera vez, imaginando un probador de un almacén de lencería como escenario, me propuso algo que me pareció excitante y loco, algo que nunca había hecho.

- Te propongo una prueba de sumisa suavecita - me dijo - Ve a una tienda y mastúrbate en los probadores. ¿Te atreves a hacerlo en realidad?.

- Si - le respondí sin pensarlo - me encantaría jugar a la sumisa contigo aunque sea virtualmente hablando… y más de esa manera sutil y erótica que me mata.

- Ay… ¿ves que soy muy razonable? - me dijo - me gusta mas el morbo que la humillación.

- Si - le conteste - de una manera que ambos disfrutemos.

- Bueno, ve a una tienda grande o media donde pasarás más desapercibida. Compra un conjunto negro de tul, tanga de talle alto, sujetador de media copa, y un camisoncito o baby doll a juego. Entra en el probador con varias prendas, y mastúrbate hasta llegar al orgasmo, mirándote en el espejo. Si te atreves límpiate luego con una de las prendas que vayas a devolver y las dejas con las demás sin que nadie lo note

- Me atrevo a todo lo que me pidas - le contesté resuelta a hacerlo.

- Te compras lo que te he dicho y vuelves a casa - me dijo - ¿Cómo llevas el pubis?.

- Lo llevo recortado en forma triangular - contesté - muy corto, así me veo mas mujer.

- Bien me gusta, - me dijo - que este bien cuidado, pero no me gusta afeitado del todo, que parezca natural pero cuidado. Lleva la cámara digital y hazte fotografías.

- Lo cuido mucho para ti - le dije pícaramente.

- Haz esa prueba, y ahora tienes que elegir a ciegas tu próxima prueba elige una botella de cristal o un collar de cuentas.

- Elijo la botella - le contesté después de pensarlo un par de segundos.

- Pues busca una botella de cristal de un litro, redonda, con tapón, de vino que este vacía, claro. Cuando llegue el momento sabrás lo que tienes que hacer.

- Si, ¿me voy ahora para la tienda? - pregunté ansiosa.

- Haz lo que quieras, lo de la botella no corre prisa.

- Me voy para la tienda y te cuento con detalle como me fue - le dije - ¿quieres que vaya vestida de alguna forma en especial?

- No, viste como quieras, no soy tan exigente. Conmigo siempre podrás elegir, pero tus decisiones marcaran tus futuras pruebas. ¿Te vas ha hacer las fotos? - preguntó.

- Si - le dije aún sin saber si podía conseguir la cámara. ¿Cuándo quieres mi reporte?

- Lo antes posible - contestó - pero hazlo bien. También deberías pensar en comprar unas bolas chinas en un sex-shop.

- En un par de horas regreso - le dije - traeré mi reporte y si puedo, las bolas.

- Dentro de un par de horas quizás no este por aquí. Mándalo al correo, aunque intentare conectarme.

- Ok, lo enviare con fotos - le dije.

- Tómatelo con calma, solo es un juego en el que tu debes disfrutar más que nadie.

- Lo tomare con calma - contesté. Me iré... pero volveré.

- Se mala - me dijo.

- Seré muy, muy mala - contesté convenciéndome cada vez mas de lo que decía - lo disfrutare.

- Vete que te van a cerrar las tiendas - me dijo como despedida.

Me fui para un almacén de cadena, de los que por lo general está lleno de gente los domingos haciendo las compras de la semana, donde venden desde una puntilla hasta lencería. Iba vestida de la manera menos provocativa posible, de por si no visto casi nunca de manera llamativa y ese día menos aún, poco maquillaje, ataviada con un jean, zapatos mocasines negros planos, camisa blanca, suéter, mi cabello corto algo despeinado, lentes y una cartera negra. Por desgracia no había podido conseguir prestada la cámara digital, pensé en llevar mi cámara “normal” y luego revelar las fotos en el estudio privado de un amigo pero habría tenido que darle muchas explicaciones y eso no me gusta.

No se por qué pero iba nerviosa, como si todo el que me viera supiera lo que iba a hacer, mirando al piso, evitando tropezarme con la gente. Luego me entretuve cerca de media hora observando zapatos distraídamente sin atreverme a ir aún a la zona de ropa interior, esperando a que una voz interior me dijera: ve!.

Recordé entonces un mensaje de Pablo. Yo le había escrito comentándole la tarde aburrida que había pasado en casa de mi suegra poniendo cara de niña buena. El me contestó que debí haber entrado al baño, desnudarme, observarme en el espejo, acariciarme, sentirme mala, recorrer mi cuerpo con mis manos, masturbarme y salir del baño de nuevo con cara de niña buena, feliz por saber que me había portado mal a unos pocos metros de todos. La idea me hacía gracia, a el siempre se le ocurrían cosas muy interesantes.

Sin dudarlo mas me encaminé hacia el área de lencería, tomé varias prendas entre ellas las que el me había dicho que comprara. Le dije no a la señorita que amablemente se ofreció a ayudarme, a lo mejor por los nervios y la excitación. Me dirigí a los probadores con un par de camisones, uno negro y uno rojo, tres sujetadores y bragas de todo tipo, tangas, cacheteros de todos los colores, para justificar mi demora en el lugar. Una de las encargadas de los probadores me pidió que para probarme las bragas mantuviera puesta mi ropa interior. Le dije que si, que por supuesto… Que ilusa.

Cerré la puerta del probador con el corazón a mil, en el de al lado una mujer, al otro lado una señora mayor y una amiga… comencé a sudar… ¿y si escuchaban algo? ¿Y si me veían?... miles de pensamientos se agolparon en mi cabeza pero era tarde para dar marcha atrás. Me reí nerviosa, después de todo era una prueba sencilla, solo tenía que disfrutar lo que iba a ser y más aún teniendo en cuenta donde lo iba a hacer. El probador era de forma cuadrada, de 2x2 aproximadamente, con un banco de madera y un espejo de pared frente a la puerta.

Empecé a desnudarme lentamente mirándome fijamente al espejo, casi como si me hiciera un striptease, imaginando una suave melodía. A medida que iba cogiendo confianza comencé a contonear mis caderas y a sonreír, imagen a imagen me era devuelta. Comencé por los zapatos los cuales eran fáciles de quitar, luego las medias, el jean que se resbaló rápidamente hasta el suelo donde me lo saqué sin dificultad, después dejé mis lentes a un lado y me saqué el suéter, comencé a desapuntar mi camisa, botón por botón, abriéndola poco a poco para observar mi cuerpo en ropa interior y a plena luz. Llevaba un conjunto blanco de encaje. No me veía mal… dejé la camisa a un lado y comencé a mirarme desde todos los ángulos, a gustarme, a criticarme. Posteriormente me quité el sujetador y comencé a acariciar mis tetas suavemente, concentrándome en el pezón y la areola, en círculos, luego apretando y halando muy suave… este juego me divertía cada vez más.

Gracias Pablo pensaba mientras me tocaba las tetas más y más fuerte pero no demasiado. Deslicé las manos por mi abdomen, acariciándolo como si fuera otra persona, como si fuera Pablo, luego mi cintura, tanteando el resorte de las bragas el cual se ajustaba a mi cintura. Con mis dedos a ambos lados de mis amplias caderas comencé a deslizar la prenda… por los muslos, las rodillas y luego dejé que cayera sola hasta el piso. Me di la vuelta, levanté las nalgas, las abrí, jugué un poco con mi imagen en el espejo, observé mi espalda, desde el cuello hasta las nalgas, luego mis piernas y mis pies. Hacía tiempo no me miraba tan a fondo, no me estudiaba así.

Coloqué una de mis piernas en la banca de madera mientras la otra permanecía en el piso. Hacía mucho calor así que la desnudez lejos de ser un problema era una bendición. Separé mis labios exteriores observando los escasos pelos de mi coño, acariciándolos… miré con detenimiento mis labios interiores, hice una inspección externa a fondo y luego introduje uno de mis dedos en mi interior para hacer una inspección interna. Me miré a los ojos y sonreí. Me sentía bien… introduje otro dedo, revolví ambos en mi interior.

¿Qué pensaría alguien si supiera o si me viera?. Una mujer casada, masturbándose en un probador… bueno, después de todo no era tan grave, no es malo si no se hace daño a nadie…. Después de esa corta divagación y un pequeño sentimiento de culpa continué. Una mano se apoderó de uno de mis senos y la otra siguió con su exploración al sur. Comenzaba a empaparme… si tan solo tuviera una cámara captando el momento en que mis dos dedos salieron mojados a la luz, se deslizaron por mi raja de lado a lado, frotaron en círculos mi clítoris que para ese punto estaba paradito y ansioso… si tan solo... Metí los dos dedos de nuevo en mi coño, los saqué, los metí, los saqué de nuevo y los miré detenidamente, los introduje en mi boca y probé… ¿por qué no? ya roto un plato que más daba seguir con el resto de la vajilla. Lamí los dedos de arriba abajo, los relamí con mi lengua, me deleité con el sabor, me gustaba. Repetí esta operación un par de veces probando los fluidos que salían ahora más copiosamente. Siempre he tenido abundantes flujos, esté o no excitada, y ahora estaba muy pero muy cachonda, me sentía perversa con ese pequeño e inocente juego.

En el probador de al lado ahora estaban dos chicas. ¿Por qué las mujeres entraremos acompañadas a probarnos la ropa? Seguramente porque la mayoría de las veces necesitamos la aprobación de alguien más, como si con el simple hecho de gustarnos a nosotras mismas no fuera suficiente. Las dos muchachas hablaban sin parar pero nada podía desconcentrarme de mi dura y “profunda” tarea.

¿Y si me introducía un dedo en el culito? ¿Y si veía como entraba y salía de mi interior? Ya que más daba ahora, quería verme, aprovechar el enorme espejo y la luz que me permitía estudiar todos mis movimientos. Me di la vuelta y separé mis nalgas, parecía como si mi ojete me mirara y me sonreí de nuevo. Observé detenidamente esa pequeña mancha oscura coronando la parte superior de mi raja. Con mi el dedo corazón de mi mano derecha tantee la entrada, la acaricié en círculos, sintiendo la rugosidad de su contorno y el calor que emanaba de allí. Luego, mojando ese mismo dedo con mis flujos vaginales introduje de golpe la punta… no quería ni pensarlo o a lo mejor no lo hacía o a lo mejor me sentía muy absurda.

Una de las chicas del probador de al lado le decía a la otra que el día anterior había perdido la virginidad con su novio. Yo callada me dediqué a escuchar detenidamente el detallado informe que le daba una amiga a la otra. Esa conversación me excitaba, era algo muy tonto comparado con lo que yo pensaba que debe ser el buen sexo, pero el hecho de espiar, de escuchar una conversación ajena y más de ese tipo era delicioso.

Mi dedo corazón entró hasta el fondo, solté un suspiro imperceptible. Nadie me oía, solo se oían las risas de al lado, voces, el murmullo del altavoz de información. Yo solo sentía la presión de las paredes de mi ano cerrándose en mi dedo, sentía su calor mientras veía como entraba y salía, luego miraba mi cara con una expresión indescifrable. Saque el dedo y lo acerqué a mi nariz. Lo que en otro momento me habría parecido repugnante ahora me gustaba, quería conocer todos mis olores, probarme. Ahora quería dos dedos en mi culo… ¿sería demasiado?. Preferí meter un dedo en mi culo y otro en mi coño. Lo hice… junté ambos dedos en mi interior… cielos… como me gustaba… acaricié la delgada “tela” que separa las dos cavidades, me sentí en la gloria, jamás pensé que de mi autoexploración pudiera sacar conclusiones tan agradables, conocerme así a mi misma… que delicia.

Saqué ambos dedos, los deslicé por mis labios delineando su contorno, luego por mi cuello, por el canal entre mis senos, como si fuera una pinza oprimí mis pezones. Me senté con las piernas bien abiertas recostándome en el espejo, ya no me interesaba seguir mirándome, había entrado en la fase de preorgasmo, sentía un calor y un pequeño hormigueo por todo mi cuerpo. Mis manos continuaban en mis tetas, halando los pezones, las caricias suaves habían terminado, ahora me estrujaba, disfrutaba del contacto, era conciente de cada brusca caricia. Ambas manos bajaron por mi abdomen, con una abrí bien mi coño y con otra seguí acariciándome, primero mis dedos entraban, luego salían y se entretenían en mi clítoris, me sentía a punto de llegar, me detenía… sentada en la banca, con la mirada perdida, la boca abierta, pequeños gemidos escapándose incontrolables, mis manos hurgando en mi interior variando la velocidad, ya no podría detenerlo más, me corría… oh siii… llegaba, me concentré en mi clítoris apretándolo y soltándolo y luego apretándolo una vez más, sin soltarlo hasta el final… me estremecí, seguí acariciándolo esta vez mas suave, gemí un poco, mi espalda se separó del espejo, mi temperatura corporal se elevó aún más, comencé a sudar hasta que el último estremecimiento cesó. Me sentí en la gloria, mi humedad había empapado la banca, mi calor empañado el espejo, casi se dibujaba mi silueta en el.

Se me ocurrió limpiar mis dedos con la boca pero la idea ya no me resultaba tan atractiva así que hice lo que Pablo me había sugerido, tomé unas tangas rojas de algodón y en el pequeño triángulo destinado a cubrir el sexo limpie mis dedos. La prenda quedó empapada, por el material se notaba claramente la mancha. Tomé otras tangas, esta vez color negro y procedí a limpiar mi sexo. Luego me vestí, me compuse un poco el cabello y me retoqué el maquillaje para que no se notara tanto mi color sonrosado por la excitación. Tomé las prendas acomodándolas cuidadosamente en dos grupos, en uno las que iba a devolver incluyendo aquellas dos donde había dejado el sensual regalo de mis flujos, delicioso trofeo que cualquier fetichista habría deseado… y en el otro grupo las que Pablo me había pedido que comprara. Las devolví rápidamente y salí antes que me descubrieran. Pagué la ropa que iba a llevar y volví a mi casa. Cuando llegué caí en cuenta que no me había probado nada, me reí sola como una loca… pero el probador había tenido una función mucho mejor que la de ser un simple recinto para medirse la ropa. Había sido el mudo testigo de ¡una hora! de autoexploración y placer.

Al llegar le escribí a Pablo lo que tú acabas de leer, estoy esperando su respuesta y su próxima prueba. A ver que me dice. ¿Qué me dirías tú?.

 

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