Relatos Eróticos Autosatisfaccion
Relato erótico con mi vecino | Relatos Eróticos de Autosatisfaccion
Publicado por Anónimo el 10/04/2025
Desde que me mudé a este barrio de Madrid, no pude evitar fijarme en él. Mi vecino de enfrente. Alto, moreno, mirada penetrante y ese aire de misterio que me desarmaba cada vez que coincidíamos en el ascensor o nos saludábamos desde las terrazas. No sabía su nombre, pero su imagen se había colado en más de una de mis fantasías nocturnas.
Todo comenzó una tarde de verano. El calor era asfixiante y decidí salir a mi balcón en ropa interior, convencida de que nadie me vería. Pero allí estaba él, con una cerveza en la mano, camiseta sin mangas y una sonrisa ladina. Me sostuvo la mirada, y lejos de esconderme, le sonreí con descaro.
—Parece que hoy hace calor —dijo, alzando la voz para que le oyera.
—Mucho —respondí, notando cómo el calor ya no venía solo del clima.
Durante días, el juego de miradas se volvió rutina. Un cruce de palabras aquí, un gesto provocador allá. Hasta que una noche, al volver de correr, lo encontré en el portal. Me sostuvo la puerta.
—¿No te cansas de provocarme desde ese balcón?
Me quedé helada, pero también excitada. Su tono era una mezcla de broma y deseo contenido.
—¿Y si lo hiciera? —le respondí, acercándome lo suficiente como para sentir su respiración.
No dijo nada más. Solo me rozó la cintura al pasar, con esa confianza que desarma. Subí a casa acelerada, y esa noche, no dejé de pensar en él mientras mis manos recorrían mi cuerpo.
Pasaron unos días más hasta que el destino, o quizás el deseo, nos puso frente a frente otra vez. Llamaron a mi puerta. Era él.
—Perdona que moleste, se me ha roto la ducha y tengo una cita esta noche. ¿Puedo usar la tuya?
—Claro, pasa —le dije, conteniendo una sonrisa.
Entró con una mochila y se dirigió al baño. Mientras el agua comenzaba a sonar, no pude evitar imaginar su cuerpo mojado, el vapor envolviéndolo. Me mordí el labio. A los pocos minutos, salió solo con una toalla atada a la cintura, el pelo mojado y una gota resbalando por su cuello. Mi cuerpo reaccionó al instante.
—¿Te molesta si me seco aquí? Hace más fresco —dijo, sin esperar respuesta.
Me senté en el sofá, fingiendo normalidad. Él se sentó a mi lado, y sin previo aviso, su mano se posó sobre mi muslo.
—Llevas días jugando conmigo —susurró.
—Y tú has entrado a mi casa en toalla —le respondí.
No hizo falta más. Sus labios se apoderaron de los míos con urgencia. Su cuerpo, firme y caliente, se pegó al mío. Me dejé llevar. Nos desnudamos entre caricias y risas ahogadas. Su boca recorrió mi cuello, mis pechos, mi vientre. Yo me arqueaba bajo su tacto, perdida en el placer.
Hicimos el amor en el sofá, en la cocina, incluso en el suelo del salón. Era como si todo ese deseo contenido por semanas explotara de golpe. Me susurraba al oído mientras me abrazaba fuerte, marcando cada movimiento con intensidad.
Desde aquel día, nada volvió a ser igual. Las miradas desde el balcón ahora iban acompañadas de recuerdos ardientes. Y cada vez que llamaban a mi puerta, el corazón me latía con fuerza, esperando que fuera él.
Este relato erótico con mi vecino no fue un simple encuentro. Fue el inicio de algo más... atrevido, apasionado e inesperado.