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Fantasia contigo | Relatos Eróticos de Fantasias

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Entré y estabas ahí, sentada, platicabas con tu amiga, sonreías. Podía verte con esa carita angelical que se iluminaba con tu sonrisa. Tu cabello ondulaba con tus movimientos, podía adivinar tu cuerpo a pesar de los jeans que llevabas en fundados sobre tu cuerpo. Se adivinaban tus formas, yo las adivinaba. Me sonreíste cuando nos presentaron, tu mano se extendió como la de una diosa que me invitaba a subir al cielo. Tu imagen se grabó en mi mente y en mis sueños eróticos, no pude poner mayor atención a la charla que nos había reunido. Era como una fuerza que no podía evadir y yo no quería. Imaginé como te verías con una falda abierta, que mostrara tus piernas que sin duda eran hermosas, imaginé tu piel, en esos momentos casi pude ver como te verías al cruzar las piernas mostrándome un poco más. Se adivinaba tu ropa sexy al interior de tus jeans, era un poderoso sortilegio que me hipnotizaba. Se podía sentir el pliegue de tu tanguita, casi lograba sentir el encaje que se alineaba por tu entrepierna, era delicioso imaginarte así.

Tu personalidad inundaba la sala en la que nos encontrábamos, era una sensación erótica que cargaba la atmósfera, que me hacía voltear a verte a cada momento. Es obvio que para ese momento sabías que ejercías un poder de atracción especial hacia mí. Tus labios me hacían sospechar los deliciosos besos que sabrías dar al hombre que pudiera sentirlos. Imaginé tu boca junto a la mía, nuestros labios fundidos en uno solo, nuestras lenguas entrelazadas y compartiendo la savia de nuestras bocas, probando del néctar de tu boca. Que hermosa visión al ver como te levantabas de la silla y te agachabas a tirar las colillas del cigarro, puede ver la piel de tu espalda, era maravillosa tu cadera, imaginé entonces como sería tenerte entre mis brazos y acariciar tu cuerpo, tu piel.

Era una reunión que se me estaba haciendo insoportable porque mi cuerpo pedía más, pedía a gritos sentir tu cuerpo, ir bajando lentamente tus jeans mientras mi boca buscaba desesperadamente la tuya. Mis dedos recorriendo tu cuerpo, dibujándolo, reconociendo cada uno de los puntos sensibles de tu piel. Imaginé como mi boca recorría desde la punta de los dedos de tus pies y mi lengua saboreando cada parte de ti, subiendo poco a poco, por tus piernas, descubriéndote con mi lengua, hasta llegar a tu entrepierna, sintiendo el borde de tu tanguita, sintiendo por encima de la tanga la parte secreta del placer.

Pasar hasta tu vientre, haciendo que tu cuerpo me desee más y más, subir lentamente hasta tus senos, ricos, endiabladamente seductores, imaginé como se sentirían al contacto con mis manos, con mis labios, con mi lengua. Pude sentir tu excitación, escuchaba tus pequeños gemidos de placer, esos que me enloquecen, escuché tu voz pidiendo que te hiciera mía, que penetrara tu cuerpo y juntos encontráramos el placer del encuentro de dos cuerpos ardientes y consumido por el deseo.

Mi cuerpo reaccionaba junto al tuyo, era evidente mi excitación, el deseo me inundaba y el mundo desaparecía bajo tu cuerpo, sobre tu piel, mi mundo eras tú, tus palabras delirantes de pasión me encendían aún más. Mi ser entraba poco a poco en ti, tu deseo se mostraba en la gran humedad que tu sexo tenía, en esos ricos jugos que mostraban el placer de una mujer que estaba a punto de llegar al clímax. Imaginaba tus palabras –cógeme, hazme tuya, te deseo dentro de mi- y esos grititos de placer – ahg!, más, así, sigue!- esas palabras entrecortadas por el placer de tener algo más que sexo. Una visión fascinante la de tu cuerpo dándome las muestras del deseo de mujer, de hembra en celo, de una completa diosa del placer.

 

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