Relatos Eróticos Fantasias

PIERNAS SENSUALES | Relatos Eróticos de Fantasias

Publicado por RAFAEL ZOTO POMBO el 04/08/2007

Las piernas de mi cuñada, la realidad de una fantasía. Siempre las admiré, porque me despertaron permanentemente la libido. Supongo que así como existe fetichismo por prendas femeninas, también podrá considerarse fetichismo el excitarse y sentir fijación por alguna parte del cuerpo de una mujer. Eso es exactamente lo que me sucedía a mi con las piernas de Mónica, mi cuñada. Aparte de tener un hermoso rostro, Mónica posee unas piernas de película, y lo mejor de todo es que casi siempre utiliza minifaldas muy cortas, lo que permite apreciarlas en todo su esplendor. Las piernas de mi cuñada han sido el motivo para muchas de mis masturbaciones, en ocasiones imaginándolas, en otras disfrutando en soledad de algunas fotos que tengo de ella. Las piernas de Mónica se habían convertido en mi obsesión y cada oportunidad que debía encontrarme con ella, o visitarla con cualquier pretexto, interiormente anhelaba que se hubiere puesto una de sus excitantes minifaldas. Pese a que mi trato con ella era muy cercano y nos teníamos mutuo afecto, jamás había pasado por mi mente proponerle algo íntimo, incluso pensaba que si ella se daba cuenta de mi fijación y excitación por sus piernas, me lo reprocharía y todo llevaría a un conflicto de carácter familiar, lo que yo menos deseaba pudiera suceder. Sin embargo, e insisto que era mucha mi confianza con Mónica, un día en que hablé con ella en su casa, pues estaba sola y para mi fortuna con una minifalda blanca, muy alta, que cuando ella se sentó en la sala de estar puso al descubierto sus deliciosos muslos, sin que mi cuñada se inmutara en modo alguno. Por el contrario, siguió en su diálogo conmigo, cruzando sus piernas, ofreciéndome ese hermoso panorama que obligó a mi verga a una tremenda erección de la que tampoco ella se dio cuenta. Fue entonces cuando le comenté que yo utilizaba frecuentemente el Internet y que en una de las páginas que había visitado aparecía la promoción de un concurso de fotografía femenina en el cual la característica era el absoluto anonimato de las participantes, pues se trataba solamente de que quien concursara enviara fotografías de algunas partes del cuerpo de la mujer a la que se escogía. Mónica, algo intrigada, me dijo que porqué le contaba eso y fue entonces cuando, con algo de temor, le confesé mi admiración por sus piernas, de las que le dije podían perfectamente concursar con éxito. Al comienzo se sorprendió, pero luego, sin reprocharme nada, e incluso mirando sus muslos que estaban cubiertos por unas sensuales medias de seda, me preguntó si yo así pensaba, que si creía que podía participar en ese concurso y mi respuesta fue inmediata y afirmativa. Mónica se sintió halagada, y, contrario a lo que yo pensaba, me agradeció que la hubiere tenido en cuenta, para luego preguntarme de qué modo podía participar en el concurso, eso si teniendo mucho cuidado en que no se vaya a revelar su identidad. Yo, que la tranquilice sobre que en ningún instante se podía saber su identidad, le dije que le podía tomar varias fotografías, siendo necesario simplemente que pudiéramos ubicar un lugar con la suficiente intimidad. Mónica aceptó y me dijo que yo me ocupara de buscar ese sitio. Acordamos que en el fin de semana, ella estaría sola y yo igual, la recogería en mi coche e iríamos al lugar previamente determinado, el cual era una elegante habitación de uno de los hoteles centrales, la misma que yo había reservado previamente. Recogí a Mónica, quien, por razones de precaución, había vestido de pantalón y blusa, pero al subir al coche, y como yo me inquieté por ello, me dijo que en la maleta que portaba llevaba varios de sus vestidos, es decir sus minifaldas que tanto hacían relucir sus bellas piernas, esas piernas que me excitaban y con las cuales me había pajeado tantas veces y tan rico. Desde luego, que yo no cabía de la emoción, pues al menos iba a tener a Mónica luciendo sus deliciosas piernas y yo le tomaría fotografías las que sabia me deleitarían en el futuro. Con las precauciones necesarias, llegamos frente al hotel y el recepcionista nos abrió la puerta del garaje, suponiendo que se trataba de una pareja más que iría por un momento de sexo. Nadie nos observó y llegamos directo a la habitación, que tenía unas cortinas muy oscuras que no permitían el ingreso de luz solar, tenía igualmente una sala de estar con mullidos muebles y, lo mejor, una cama doble, con sabanas de seda, mientras el ambiente era inundado por música cadenciosa y sensual. El ambiente era absolutamente propicio para todo …….. Le dije a Mónica que se cambiara de modo tal que pudiéramos hacer las fotografías y fue así como entró a la habitación contigua donde se hallaba la cama, mientras yo alistaba mi cámara para esa sesión tan deliciosa que tendría, muchas cosas ni siquiera me las imaginaba, tenía una tremenda erección pero iba a procurar que ella no se diera cuenta, por lo menos no tan rápido. Como les dije, la habitación estaba casi en penumbra, en un ambiente delicioso y cuando ya había dispuesto todo el equipo para las tomas, Mónica salió a la sala de estar, estaba preciosa, no solamente se había puesto una excitante minifalda blanca, que subía más de 15 centímetros de sus rodillas, con zapatillas de tacón y medias veladas de seda, sino que se había maquillado de modo tal que su rostro estaba hermoso, su cabello color miel caía sobre sus hombros, mi erección era tremenda, creo que ella no se daba cuenta, pero si todo seguía así, no tardaría en percatarse de algo que era inocultable. Esto último me intrigó, porque ella y yo sabíamos que su identidad se mantendría en absoluta reserva, sin embargo me dijo que no me sorprendiera porque ella quería estar arreglada para esa ocasión tal especial. Me preguntó si para la primera sesión de las fotografías me parecía adecuada esa minifalda y mi respuesta era lógica, Mónica, repito, estaba preciosa, sus piernas lucían como nunca, estaban mas deliciosas e insinuantes que en otras ocasiones, y le dije que estaba perfecta, que las fotografías quedarían excelentes. Mónica se sentó en uno de los sillones de la sala y la vista era esplendorosa, aún sin cruzar sus piernas. Así la capté, cuidándome de no hacerlo con su cara, le pedí que cruzara las piernas, lo hizo, mi erección era tal que resultaba casi imposible que mi cuñada no se diera cuenta, al cruzar las piernas, quedó una abertura entre ellas por la que se alcanzaba a mirar el color de sus pantys, mi excitación no podía disimularse y eran tan solo las primeras tomas. Mónica cruzaba sus piernas como yo le pedía, le dije que las pusiera al tiempo sobre el sillón, lo hizo, su mini subía cada vez más, ella no tenía inconveniente en mostrármelas como yo se lo pedía, no hubo necesidad de que se vistiera con las restantes prendas que llevó, las fotos eran de una sensualidad extrema, Mónica me dijo que cual me parecía su mejor pose y yo le dije que aquella donde al cruzar sus muslos, se dejaba entrever el color de su ropa interior, le pedí que volviera a cruzarlos y lo hizo, esta vez la falda subió hasta el punto de que por entre las medias de seda quedaba a la vista el color blanco de sus pantys. Debí haber tomado mas de 50 fotografías, en todas las posiciones, en eso mi cuñada me complacía absolutamente en todo, pero llegó un instante en que ella se dio cuenta, porque ya era inocultable, de mi erección, mi húmeda verga estaba como si quisiera salirse del pantalón e incluso había mojado una parte de mi pantalón y me preguntó, como queriéndose dar por no enterada, que si en esos momentos sentía algo especial, que ella se había dado cuenta que las miradas hacia sus piernas no solamente eran las de alguien que captaba fotografías, sino que ella intuía algo más. No tuve alternativa diferente a la de confesarle lo que de mucho tiempo atrás sentía por ella, le dije que me excitaban tremendamente sus piernas, que vivía obsesionado con ellas, que casi diariamente me masturbaba pensando en esos deliciosos muslos, que pensaba que no habría nada más delicioso que tenerlos al alcance y poder disfrutar de ellos, pero también le dije que nuestra cercana relación me obligaba a ser extremadamente prudente y reservado. Mónica se sorprendió inicialmente, pero no hubo ningún reproche en sus palabras, me dijo que ella nunca había sido infiel a su esposo, que no pensaba serlo, pero que la situación en la que nos encontrábamos en esa habitación también la había excitado, que solamente estando excitada hubiere llegado a la desinhibición de posar en la forma que lo había hecho, mostrándome sus piernas de manera tan íntima, accediendo a todo lo que yo le pedía. En ese momento, me senté a su lado y Mónica subió sus piernas al sillón, cejándolas al alcance de mis manos, ella tomó mis manos y las colocó sobre sus piernas, yo empecé a tocarlas, a sobarlas, a subir lentamente mis manos hasta llegar al sitio de sus pantys, en este momento mi cuñada abrió sus muslos y se recostó en el sillón, dejándose hacer, permitiéndome que con mis dedos tocara sus partes íntimas, dejando que mis manos recorrieran la seda de sus medias, empezó a retorcerse, estaba excitada, abría mas y mas sus piernas, mis manos trabajaban en la textura de sus deliciosos muslos, y Mónica, esa bella mujer, tomó mi verga por sobre el pantalón e hizo como si me quisiera masturbar; yo no aguantaba más el deseo sexual teniendo tan cerca de aquella mujer que me había llevado a tantos momentos de excitación y a masturbaciones deliciosas; ante la actitud de mi cuñada, bajé mis pantalones y tomé mi verga entre las manos, le dije que quería masturbarme en su presencia, sobre sus piernas y ella aceptó me dijo que quería que yo quedara satisfecho, frenéticamente movía mi verga entre las manos, a tiempo que me dedique a lamer las piernas de Mónica, a darles lengua, a subir con mi lengua hasta la unión de sus muslos y hacerle sentir placer también a ella; Mónica se retorcía y gemía de pura satisfacción sexual, tomaba mi cabeza con sus manos y la empujaba más y mas hacia ella, yo seguía masturbándome, disfrutando de algo que consideraba inalcanzable, seguí lamiendo los muslos de mi cuñada y cuando ya me di cuenta que estaba punto de tener un fuerte orgasmo, le dije que quería echar mi leche sobre esas piernas deliciosas y ella me dijo que lo haga, que quería que yo lo haga, abrió más sus muslos y en ese momento me subí sobre ella y dejé en sus piernas un inmenso chorro de semen, mientras yo miraba su rostro de satisfacción, tan excitada estaba en ese instante que ni siquiera quería limpiarse la leche que había caído en sus muslos, yo ya no sobaba sus piernas, pero ella gemía y me pedía que no la deje así, que la masturbe, que quería tener su propio orgasmo y cómo no iba a satisfacerla después del delicioso placer que me había proporcionado. Le dije que quería hacerla correr con mi lengua, y entonces Mónica subió su falda, hasta el punto en que su panty quedó frente a mi boca, saque mi lengua y por encima de las medias empecé a darle lenguetazos repetidos, ella se echaba hacia atrás y me pedía mas y mas, mas, más, ya no aguantaba, en un instante tomó mi cabeza y llegó a un orgasmo pleno y delicioso, el mismo que me agradeció luego con un beso húmedo y profundo. Así puede hacer realidad mi fantasía.

 

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