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Casi puta | Relatos Eróticos de Fetichismo

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Era la tercera vez que me apeaba del autobús en aquella gasolinera de carretera y como las dos anteriores dirigí mis pasos hacia la casita situada a su derecha en la que un gran letrero luminoso anunciaba "CLUB".

Había pasado gran parte de la tarde, como en las dos ocasiones precedentes, en arreglarme, pintarme, seleccionar mi mejor vestido y localizar alguna joya que aún se había salvado de mi situación de extrema misera.

El anuncio lo decía claro "... si eres joven, atractiva, simpática y quieres ganar más de 20.000 pesetas por noche, llámame..."

Era la tercera vez que había llamado para concertar una entrevista. Las dos anteriores había retrocedido antes de cruzar la puerta de aquella casita, volviendo a mi casa para desplomarme sobre la cama llorando desesperadamente.

Hacían seis meses que un desgraciado accidente de moto se había llevado la vida de mi marido, cuyo seguro caducado hacía tiempo, junto a que su trabajo era independiente y no estaba dado de alta en la Seguridad Social, me había dejado sin pensión y mis pocos recursos económicos ya se habían agotado.

Yo soy joven, tengo treinta y dos años, atractiva, cara agradable, un metro sesenta y ocho de estatura, pechos firmes y proporcionados, piernas largas, etc., era simpática y puedo seguir aparentándolo y no es que quiera ganar 20.000 pesetas, si no que ... NECESITO ganar aunque sea mucho menos.

No tengo deseos de vivir, pero tampoco deseo morir en la miseria.

Había decidido que a la tercera tenía que ser la definitiva. O me hacía puta de una vez o me tomaba todas las pastillas que tenía por casa, también de una vez y me iba en busca de mi fallecido compañero.

Di el paso definitivo. Con mano temblorosa, empujé aquella puerta siendo recibida por una oleada de humo de tabaco, olor a perfumes baratos y a sudor.

Me acometió un principio de desmayo pero lo superé dirigiendo mis pasos inseguros hacia el mostrador, donde un harén de golfas trataba de hacer las delicias de una jauría de camioneros.

De repente se produjo un silencio, todas las miradas se dirigieron hacia mí y parecía que el tiempo se detenía.

En los ojos de ellos me parecía leer "CARNE FRESCA" y en los de ellas "LA COMPETENCIA"... Estuve a punto de girarme y salir corriendo.

-¿Está el señor Ramón...? - me oí decir - Soy Sara y he quedado con él.

Ya estaba hecho. No había marcha a atrás. Ya era una puta.

- Un momento que le aviso - me respondió una rubia oxigenada desapareciendo por una puerta.

Me quedé esperando mientras los camioneros me desnudaban con sus lascivas miradas y las putas curioseaban mi aspecto. Fueron muy duros aquellos minutos hasta que apareció de nuevo la oxigenada y me indicó.

- El señor Ramón te espera, acompáñame..

Seguí a la rubia por un estrecho pasillo hasta un pequeño despacho en el que me indicó otra puerta.

- El señor Ramón está ahí dentro, ya puedes pasar - dijo retirándose

Pasé tímidamente la puerta indicada esperando encontrarme en el verdadero despacho del vividor y cual no fue mi sorpresa al encontrarme en un solarium con una gran piscina climatizada, decorado con una asombrosa vegetación.

El señor Ramón estaba cómodamente bañándose y al entrar yo salió del agua, completamente desnudo.

El señor Ramón tenía unos cuarenta años, medía un metro noventa, pesaría unos ochenta y cinco kilos, pelo rapado, espaldas anchas y minúscula cintura.

- ¡Desnúdate..! - fue su saludo

- ¡...Pero...! - balbucí.

- ¡Desnúdate o vete..!

No tenía alternativa, había ido a eso y lo entendí. Iba a ser mi bautismo de fuego.

Comencé a desnudarme con la vista clavada en el suelo, pensando en aquellas últimas palabras "... denúdate o vete..." aún estaba a tiempo. Me seguí denudando.

Me quité la blusa y la falda. Titubeando solté el enganche del sostén y me lo quité de espaldas a él. Metí mis dedos por el elástico de las bragas y comencé a bajarlas.

- ¡Quieta..! - me dijo - No te quites las bragas que eso me gusta hacerlo a mí. Date la vuelta.

Me giré despacio tratando de cubrir con los brazos mis desnudos pechos, con la mirada aún fija en el suelo.

-¡Mírame..! - me ordenó

Levanté la vista y lo miré. Estaba a unos tres metros, sonriente, observando mi cuerpo y con el pene totalmente erecto. Como hombre estaba impresionante, pero yo como mujer objeto me sentí miserable.

Se acercó a mí y apartó mis manos de los pechos para observarlos de cerca.

- ¡Estás muy buena..! - comentó - ¡Arrodíllate y chúpamela..!

- ¡ Señor Ramón... yo... no sé...!

- ¡ Chúpamela... puta...!

Se la chupé. Introduje despacio aquel pene en mi boca pensando en que de aquella mamada dependía mi próximo trabajo y que después de chupar aquella polla me tocaría mamar la de los camioneros de la ruta, además de otras perrerías a las que mi decisión me estaban llevando.

A los pocos minutos noté que se iba a correr. Sentí como sus testículos se endurecían al máximo y como me penetraba hasta el fondo de la garganta.

Deseando que acabara, colaboré al máximo succionando aquel pene hasta que se descargó.

Sentí sus borbotones de sémen caliente deslizarse por mi interior hasta el estómago. Me dió una nausea pero la contuve hasta que se vació del todo.

¿Qué vendría a continuación... Seguro que querría probar mis otros orificios. - - ¡Señor Ramón.. ! - le dije - No quiero más... este trabajo no es para mí. Prefiero las pastillas..., Me quiero ir..

- ¡Ni hablar, monada...! - me respondió - Ahora que has venido te vas a "joder", bueno te voy a "joder" hasta que te acostumbres a tu nuevo trabajo. No voy a consentir que me dejes mal con mis clientes. Vas a estar dos días a mi disposición exclusiva y después a trabajar para mí.

Me descompuse y tirándome sobre una colchoneta de la piscina me puse a llorar entre fuertes convulsiones histéricas.

Fue implacable. Me siguió y sin preocuparse de mis sollozos me arrancó las bragas, bajándolas por mis piernas y tirándolas a la piscina.

- ¡Date la vuelta..! - me ordenó

- ¡Señor Ramón.... me quiero ir.... no quiero ser puta..... por favor....!

- ¡He dicho que des la vuelta, o te la doy yo...!

Me giré en la colchoneta dejando mi trasero a su disposición no sin antes observar que su miembro ya estaba de nuevo erecto.

Sabía lo que me esperaba. Iba a ser desvirgada por el ano, ya que ni mi difunto marido había entrado por allí.

Me puso alguna crema lubricante e introdujo uno de sus dedos por el orificio.

Yo seguía llorando pero me sentía incapaz de evitar lo que estaba a punto de suceder, no tenía fuerzas ni ánimo.

Y sucedió.

Sentí cómo se apoyó sobre mi espalda y como lentamente al principio y bruscamente al final, su pene se introducía en mi recto abrasando mis entrañas.

Grité y grité a medida que era perforada, pero de nada sirvió.

Me trabajó el ano durante muchos minutos. Yo me sentía morir en cada apretón y la vista se me nublaba. Estaba a punto de perder el conocimiento cuando soltó su descarga en mis intestinos.

Seguí llorando...

Me dió la vuelta de nuevo.

- ¡ Limpiamela con la lengua...!

Se la limpié con mis lágrimas...

Le miré angustiada a los ojos y le supliqué:

- ¡ Por favor... señor Ramón... no quiero ser puta... déjeme ir...!

Aguantó mi lastimera mirada y pasados unos segundos respondió:

- No te vas a ir y no vas a ser puta... te quedas conmigo..!

Hoy entre Ramón y yo dirigimos el CLUB y le sacamos un buen partido.

Me libré de ser puta.... aunque no estoy muy segura

 

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