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Cubierta por una sabana | Relatos Eróticos de Fetichismo

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

No podía ver nada. La obscuridad era total. Ni siquiera el rayo más ligero de luz podía atravesar la ventana que habían cerrado tan herméticamente. La obscuridad de la anoche, al exterior, era como el sol del mediodía, comparada con la negrura de la habitación.

No recordaba la razón por la que me había parecido tan importante formar parte de ese grupo, con sus ritos secretos y su conducta tan peculiar. Sabia, en forma vaga, que incluía algunos aspectos sexuales y que me sentía un poco atemorizada por ello; pero había aceptado, porque tenia que salirme de la rutina. ¡Tenia tantas inhibiciones sexuales que hasta me resultaba incomodo acariciarme yo misma!. Siempre temía que alguien me estuviera contemplando - un pensamiento que, a la vez me excitaba y atemorizaba.

Cuando María me pidió que la acompañara para reunirme con algunos de sus amigos, se me anudó él estomago de ansiedad. Sin embargo, sólo dude un instante y acepte, antes de que tuviera que pedirlo dos veces. Mi curiosidad estaba triunfando sobre mis inhibiciones neuróticas.

Me habían puesto una venda en los ojos y me habían transportado, sin que supiera cuantas personas se encargaban de ello, hasta colocarme en la cama. Antes me habían desnudado y, así, tendida en aquel lecho, sentía la frescura de la sabana, bajo mi cuerpo. Me habían quitado la venda de los ojos; pero la obscuridad no me permitía ver nada. De pronto, sentí algo agradable. Me ponían encima una sabana de satín. Tenia orificios en mis senos y vagina. El resto de mi cuerpo estaba total-mente cubierto.

Oí un chasquido y se encendió una lucecita. Así, me di cuenta de que la sábana era negra y que la luz del proyector se enfocaba exclusivamente en al zona pubica de mi cuerpo. El calor del foco me calentaba.

Repentinamente, una voz masculina tranquila y firme dijo: - Voy hacerte el amor; pero no veo tu cara ni sé quien eres. Tampoco sabes quién soy yo. Simplemente, voy a introducirme en ti y a hacerte el amor hasta que gimas y goces.

Mientras hablaba, se puso sobre mí y sentí la dureza de su pene a la entrada de mi vagina. Aunque no-tenia ninguna preparación y ni siquiera estaba lubricada, no me atreví a poner objeciones a su entrada en mi cuerpo.

Siguió hablando, mientras se introducía en mi con impulsos vigorosos. - - No me importaba quién seas. Para mí eres solo una vagina para obtener placer.

Todo ello era muy extraño; pero esa eliminación total de ternura fingida me estaba excitando mucho. Permanecí bajo la sábana negra y lo recibí. Tampoco sentí ninguna vergüenza. No me preocupaba que me vieran, aun cuando estaba convencida de que la habitación se encontraba probablemente llena de gente, mirando todos al agujero de la sabana que revelaba la zona mas privada de mi cuerpo. La negrura de la sábana era mi protección, mi seguridad. Y me liberaba.

Comenze a gemir con suavidad mientras el hombre sostenía su ritmo. Haciéndome el amor y hablando en forma impersonal. - - Esta vagina estará siempre a mi disposición y le haré el amor cuando quiera.

Mi cuerpo respondió con un deseo desenfrenado. Por su parte, el hombre pareció endurecerse todavía mas al aumentar tu propia excitación y mientras se impulsaba hacia adentro y afuera, oí otra vos que al principio no reconocí que era la mía. Respiraba con fuerza y decía: - - ¡Si si!. ¡Con mas fuerza!. ¡Si si!.

Y luego, gritaba: - - ¡Oh si si!. ¡Más rápido!. ¡MAS RAPIDO!. Repentinamente, tuve un fuerte orgasmo. Parecía que nun-ca se iba a detener. Solo entonces detuvo el hombre su ritmo y oí un suspiro fuerte, mientras derramaba su semen cálido en tu vagina apretada.

Luego, la luz se apago y sentí que me dormía, feliz de haberme unido al club.

 

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