Relatos Eróticos Fetichismo

Realizando fetiches. La zapatería | Relatos Eróticos de Fetichismo

Publicado por Ivan Vorpatril el 16/09/2023

Como se puede deducir del título mi trabajo es vender zapatos. Eso y botas, sandalias y cualquier producto relacionado, plantillas, cepillos y betunes que pueda colar. Eso es precisamente lo que el jefe pide. Luego cada una hace lo que puede.


Esa tarde de verano, calurosa y agobiante no había entrado nadie y me encontraba cruzada de brazos y aburrida con el local limpio como una patena.


Normalmente ando bastante liada, colocando, cobrando o haciendo cualquier tarea que necesite el establecimiento. Así que les doy los zapatos y dejo que se los prueben sin prestar mas atención. Pero aquella tarde de verano había tenido pocos clientes y la tienda estaba en orden.


En su caso no pude contenerme y tampoco tenía otra cosa que hacer. Pero es que ella estaba muy buena. La camiseta fina de tirantes que llevaba insinuaba una delantera de bellas proporciones y formas. La breve minifalda me permitía una vista espectacular de sus bien torneados muslos y sus reducidas sandalias unos pies muy bonitos y cuidados.


Estuvo dando una vuelta y mirando la mercancía. Le llamó la atención los zapatos y sandalias de fiesta con mucho tacón. Eligió dos pares para probarse y fui solícita a buscar los de su número.


Tengo que admitir que cierto fetiche por los pies también tengo. Como siempre me han gustado los cuerpos hermosos y no había nadie más en la tienda decidí darle una atención personalizada.


Yo misma me arrodillé a sus pies con los zapatos de tacón que ella había seleccionado a mi lado. Dejando caer el suelto escote barco de mi camiseta para que fuera ella la que le echara un buen vistazo a mis pechos libres de sujetador.


Con uno de sus pies desnudo entre mis manos levanté la vista hasta su rostro y nuestras miradas se cruzaron. Solo un segundo pero había una sonrisa de complicidad en sus brujos ojos azules. Tenía las uñas bien recortadas, limadas y pintadas de rojo.


Al calzarle una sandalia masajeé su pie un momento. Separé sus piernas sin que ella opusiera resistencia y allí donde sus muslos se unían pude apreciar la humedad de su excitación en un tanga de color claro. De igual forma ella podía apreciar en mis duros pezones lo que sus bellas formas provocaba en mí.


- Te van a quedar muy bien con un vestido de fiesta.


- Son para una ceremonia y el color va con el del vestido.


Mis dedos se deslizaban por su tobillo y pantorrilla acariciando una piel tan suave como la podría soñar. El suave masaje parecía que le gustaba. Al menos no protestó, ni retiró la pierna de mis manos.


Ella se inclinó aún más para ver algo de mi cuerpo, todo lo que mi ligera ropa le permitía. Pero no me tocó. Eran mis manos las que tocaban sus pies, deslizándose entre sus dedos, acariciando la planta y el empeine.


El que calla otorga. Como mis caricias eran bien recibidas y estábamos solas, me atreví a más. Me lo llevé a la boca. Chupé sus elegantes dedos y deslicé mi lengua entre ellos saboreando su sudor. Mis labios por la planta lamiendo y humedeciendo con mi saliva el bello pie.


Su sonrisa se hacía más amplia cuando las cosquillas casi la hacían reír. Pero lo disfrutaba, los gemidos y los suspiros que escapaban de su fina garganta así me lo indicaban. Apoyé el pie húmedo entre mis senos por encima del escote, sobre mi piel desnuda. Con el pie bajé la tela descubriendo mis tetas y más piel para acariciarme con él. Mientras subía con mi lengua lamiendo por la pantorrilla y el interior de sus muslos.


Levantó un poco el culito del sillón. Lo suficiente para que yo pudiera agarrar del levísimo tanga y sacarlo descubriendo su vulva a mis ansiosos ojos. Al llegar a medio muslo, impaciente, me limité a romper el encaje y meterlo dentro de uno de los zapatos para quitarlo de en medio.


Tiré de sus piernas hasta tener apoyado su culo en el filo del sillón. Me pasé sus rodillas por encima de los hombros. Acerqué la cara a su coño que besé con todo el deseo acumulado desde que la vi entrar en la zapatería.


El olor de sus jugos me embriagaba. Cuando mi lengua acarició sus labios un escalofrío recorrió su cuerpo y un leve grito se le escapó. Separó más las piernas dándome más acceso a su coño. Sin usar las manos, solo con la lengua, abrí los labios buscando el clítoris, clavándola lo mas que pude en el interior de su vulva.


Su humedad resbalaba por mi barbilla. Mientras ella disfrutaba con la minifalda enrollada en la cintura y sus muslos apretando mis orejas en cada orgasmo.


De pronto estiró una de sus preciosas piernas. Noté sus dedos acariciando mi vientre. Incluso en mi ombligo. Luego un poco más abajo, sobre mí monte de venus. Por suerte yo también me había puesto una minifalda. Un poco de ligera tela separaba los dedos de su pie de un tanga microscópico que apenas tapaba los labios de mi depilada vulva.


Apenas habíamos cruzado un par de frases sobre zapatos y ya le estaba comiendo el coño. Y ella buscando el mío con uno de sus pies. Aquello iba lanzado pero podían pillarnos en cualquier momento. Cualquiera podía entrar en la tienda y sorprendernos en tan grata tarea. Eso creo que nos excitaba más a las dos. Algo exhibicionistas además de fetichistas de los pies.


Y además quería más de ella, quería hacerle el amor con todo mi cuerpo y que ella respondiera a cada una de mis caricias con las suyas. Sin que nadie nos pillara. Bueno, en ese momento todo me daba ya igual. Quería la caricia en mi xoxito.


Todo ello pasó durante un segundo por mi mente. Puede que también por la suya pero para nada importaba. En ese mismo momento yo lo descarté y en ella no hubo ninguna muestra de que hubiera caído en ello. Así que seguí con mi dulce tarea. Podía la llegar al perineo pero no llegaba al ano.


Aparté mi falda para dejar paso a su pie. Era habilidosa. No hizo falta más, con un suave movimiento de su dedo gordo apartó mi tanga. Enseguida lo noté acariciando los labios de mi vulva. Buscaba el clitoris y no tardó en encontrarlo.


Incluso me penetraba todo lo que podía. Así fue como yo empecé a gemir y suspirar. Con la pierna estirada y la otra por encima del brazo del sillón yo apenas pude alcanzar el clítoris con la lengua. Además de jadear, claro.


- ¡Córrete, nena!.


- Ya me viene. ¡Sigue!


Pero ella ya se había corrido y varias veces, por lo que había podido deducir. Así que no le importaba más que buscar mi orgasmo. El primero me llegó con facilidad. Lo del pie en mi coñito me estabas volviendo loca.


- Yo también quiero ver los tuyos cielo. Ponte de pie.


- No son tan bonitos como los tuyos.


Me hice la humilde aunque estaba muy orgullosa de mis pies. Bien cuidados con dos fuimos y uñas pintadas. Y si no tenía a nadie que me los acariciara lo hacía yo misma. Al ponerme de pie aproveché para quitarme el tanga. Estaba tan húmeda que solo era un trapo mojado entre mis muslos. Y ella tampoco lo tenía puesto.


Palmeó su rodilla para indicarme lo que quería que hiciera. Me libré de mi sandalia y puse el pie derecho sobre ella. Sus manos fueron de inmediato a acariciarlo con suavidad. Y yo seguía con las tetas al aire.


- Es precioso, reina.


Como había hecho yo antes pasó sus dedos entre los míos. Acarició el empeine y me hizo cosillas en la planta. Incluso subió por el tobillo y la pantorrilla. Yo misma amasaba mis prechos para darme aún más placer.


- ¿Me dejas que te lo coma?


- Lo estoy deseando.


Tuve que sentarme a su lado para estar más cómodas y poder alcanzar su carita con el pie. Solo con sentir su legua repasando la plante ya me corrí jadeando. Cuando me chupó los dedos casi me vuelvo loca. Y cuando pasó la lengua entre ellos me corrí mojando el sofá sobre el que otra gente se probaba zapatos. Y sin tocarme el coño.


Quedé completamente postrada y respirando con fuerza, jadeando, intentando encontrar el aire que faltaba a mis pulmones. Con las tetas al aire, un pie sin calzado con una sandalia en el suelo y el otro por encima del respaldo del sofá.


Tenía las piernas completamente abiertas, la falda levantada por encima de la cintura. Estaba expuesta del todo a sus lascivos ojos y por supuesto a su lengua juguetona. Se inclinó sobre mí cuerpo dispuesta a seguir dándome placer.


Yo creía estar saciada pero aún no había sentido su lengua en mi coño. Jamás pensé que se podía gozar tanto. Seguía encadenando orgasmos y más cuando levantó mis piernas y llegó con la lengua hasta mi ano.


Fue una locura total, pero mi excitación hizo que no me importará nada. Aunque estábamos en un rincón discreto lejos del escaparate y tapadas por una estantería era posible que alguien nos viera. Supongo que si eso pasó le gustó el espectáculo pues nadie dijo nada.


He vuelto a verla. Aunque no me atraían de forma especial las mujeres no es fácil encontrar alguien que comparta tu fetiche. Y menos capaz de dar y recibir placer así.










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