Relatos Eróticos Fetichismo

Un castigo merecido | Relatos Eróticos de Fetichismo

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Voy a contar unos sucesos que cambiaron mi vida para siempre, quizás por que me da morbo dar a conocer los deseos mas obscuros de una mente perversa. No solo para el palcer del lector, sino para la destrucción moral de sus valores mas elementales. El sexo o el dinero mueven este mundo hacia las zonas mas perversas del universo humano: unas bonitas piernas o unos billetes de diez mil pueden mucho más que cualquier valor ético, intelectual o social. La edad, el aburrimiento, junto con la imaginación, moldean la mente y la dirigen hacia la búsqueda del placer por el palcer, como remedio al caos, la intolerancia y la rutina cotidiana que nos envuelve. Pero no es mi propósito relatar aquí la decadencia de este final de siglo, sino empujaros conmigo hacia el abismo, hacia la penumbra mas ciega del sexo corrupto, del servilismo y la humillación. Hacer que emerjan de la ciénaga putrefacta de vuestras mentes los fantasmas mas terribles. Obligaros a convivir cotidianamente con ellos y arrastraros a la paranoia contenida.

Todo empezó con la idea de salir de la rutina en que yo y mi esposa habíamos caído. Ultimamente las cosas entre ella y yo no funcionaban demasiado bien, en parte por culpa mía. La rutina nos ahogaba cada vez mas. Yo notaba que ella hacia lo posible por estar guapa, o mejor dicho, para atraer sexualmente a todos los que se pusieran a su alcance. Mas aun si yo estaba presente. Vestía faldas cortas o ropa ceñida, y flirteaba en mi presencia deliberadamente con cualquiera que tuviera a su alcance.

Recuerdo una cena de empresa, en la que se excedió en este sentido. Se acicalo cuidadosamente y se vistió con ropa provocativa, "inadecuada", pensaba yo para una cena formal. Estaban todos mis superiores, a los que tuve que presentar, puesto que hasta el momento no la conocían. Hizo lo posible para humillarme durante toda la cena. Mas tarde, terminamos la velada con unas copas en una sala de fiestas próxima al restaurante. Me di cuenta que ella se había convertido en el centro de atención de todos ellos, y que desde ese día yo seria para todos un pobre idiota, un cornudo. Ella sabia que había creado esa situación, y le gustaba verme sufrir, con mi cara seria, mientras bailaba contoneándose todo lo que podía y arrimando sus caderas o su trasero a la entrepierna de alguno, como sin querer. En el local hacia calor, yo sudaba sin poder disimular, tenia el pelo mojado. Terminado el baile se acercaron hacia mi. Él mantenía la mano en su cintura, acompañándola. Ella hacia lo posible para mover sus caderas y rozarlas con las de él. Incluso me pareció ver en la penumbra del local, que él estaba empalmado. "Tiene una esposa muy simpática" me comento, mientras ella me miraba fijamente, sabiendo que lo estaba pasando mal. La mano de el estaba aun en la cadera de mi esposa, cada vez mas abajo. Se sentaron en la mesa junto a mi, y pidieron consumición. Ella se coloco ante mi y el a su lado. Estabamos todos algo embriagados, pero eso no impidió que me diera cuenta que la rodilla de ella hacia lo posible para rozar a la de él, y que su falda corta había subido lo suficiente como para dejar a la vista el ligero que sostenía sus medias. También vi ya sin dudas que él estaba empalmado, y que miraba con disimulo esa falda que no tapaba casi nada. Yo sentía en ese momento una mezcolanza de rabia contenía, de celos, pero también de morbo. Mientras hablábamos de cosas irrelevantes, ella seguía haciendo sus juegos con las piernas, cruzándolas y haciendo como si se bajara la minifalda, pero sin llegar a tapar el liguero, que seguía a la vista. Y lo hacia sin el menor pudor, mientras agitaba suavemente un pie al ritmo de la música, luciendo así sus zapatos de tacón de aguja y rozando con el, como sin querer, la pierna de mi jefe. La fiesta termino y nos despedimos. Todos quisieron dar unos besos de despedida a mi esposa, y pude ver que ella beso a mi jefe en la comisura de los labios, como por error, de cara hacia mi, asegurándose de que yo me daba cuenta. Mientras, él le colocaba la mano por debajo de la cintura y la acompañaba al coche. Yo les seguía detrás como un idiota, y veía como esa mano palpaba sin pudor el liguero de mi esposa, que su vestido ceñido dejaba notar.

Después de esa noche gloriosa, siguió humillándome siempre que podía, hasta que un día decidí poner fin a esa situación. Hable con ella y le expuse con toda la seriedad que no estaba dispuesto a soportar mas humillaciones. Que no podía permitir que todos pensaran de mi que era un pobre idiota, y que estaba dispuesto a acceder a todos sus deseos con tal de que cesara esa actitud impúdica y descarada que hasta entonces ella había mantenido. Quizás no me supe explicar, pero eso la enfureció y dio pie a que me sometiera a su voluntad como lo estoy hasta el día de hoy. Me contesto con sorna que si el único problema que tenia era lo que pensaban los demás, y que si no la podía satisfacer mas a menudo solo quedaba una solución: "Si no me haces el amor como es debido, tendrás que permitir que otros lo hagan por ti". Decididamente yo había equivocado la estrategia. "Y si no estas de acuerdo se van a enterar todos los vecinos de que eres un cornudo. ¿Sabes ese señor que nos trae el gas? Pues el otro día me trajo las bombonas llenas, y se fue con las bombonas bien vacías, porque yo se las vacíe del todo. Con gritar un poco la próxima vez, que ya no se si te acuerdas de que me gusta gemir, se va a enterar todo el vecindario de lo que eres. O sea que si lo único que te importa es la apariencia, tendrás apariencia, pero me obedecerás como lo que eres: un cornudo. Por el momento, me compraras unos pares de medias de los que a ti te gustan. Los últimos me los estropeo ese día el señor del gas. Para que lo sepas, fui yo la que se insinuó. Lo premedite todo, como siempre. Insistí en sacar la bombona del armario, de espaldas a el, con la minifalda amarilla y sin bragas. Me depile el sexo dos días antes, pero tu ni caso. Pues a él le encanto. Me agache para sacarla, separe las piernas como para hacer fuerza y le dije que se había atascado. Pues el lo desatasco todo enseguida." Yo estaba perplejo, no sabia que decir. Sin que me diera tiempo a protestar, ella añadió: "...y ahora vete al bar, que es para lo único que vales". Y me fui. La imagen de ella y el empleado del gas en la cocina, asaltaba mi pensamiento como un bandolero asalta los caminos. No dejaba espacio en mi mente para tomar una decisión, ni permitía que pensara con claridad. Regrese a casa algo turbado, quizás por el efecto de las cervezas que había tomado. Pero la fiesta no había terminado. Ella estaba en casa, solo de entrar me pregunto: "¿Que has decidido?". Nada, dije yo. Pues ahora me toca salir a mi, dijo ante el espejo, mientras se colocaba la falda mas corta que tenia . No quiero que salgas así, dije.

Eso me colocó en la peor situación. Utilizó enseguida mi protesta para ponerme en una encrucijada sin salida. "Pues bien, sin no quieres, no saldré, siempre y cuando estés de acuerdo que haga en casa lo que hasta ahora hacia fuera de ella. Te iras al bar siempre que te lo pida mientras recibo a mi amante para que me de lo que tu nunca has sabido darme. Y empezaremos hoy. Vete a comprar las medias que te he pedido porque tengo una cita. ¿O quieres el divorcio para que todos tus conocidos sepan lo cornudo que eres?" Accedí a sus deseos, aunque ese fue el mayor error de mi vida, porque en ese momento firme un contrato vitalicio de servilismo y humillación. Regrese con las prendas que ella me había encargado. Estaba en el baño, con ropa interior, pintándose las uñas. Disfrutaba maquillándose ante mi presencia. Se coloco las medias y finalmente un vestido corto. Yo le pregunte: ¿A quien esperas? . Mas tarde lo sabrás, dijo. Vete, y llama por teléfono a las once antes de regresar, no quiero que me estropees la velada, añadió mientras se pintaba los labios ante el espejo. Yo no daba crédito a lo acontecido, estaba aturdido. Se recostó en el sofá, adoptando una pose provocativa y lujuriosa. Me marche con un portazo. Estuve en el cine, pero no pude ver la película. Mi mente daba vueltas pensando en quien seria el, en que estarían haciendo. Las horas se hacían interminables. Llego la hora esperada y llame. Ahora se marcha, ven, pedazo de cornudo, me contesto burlándose, mientras una carcajada masculina se mezclaba con su voz. Llegue a casa aturdido. La encontré tumbada en la cama, despeinada, con la misma ropa, fumando un cigarrillo. Me miraba con una media sonrisa de burla, fumando el cigarrillo a caladas ondas, con lujuria. La cama estaba revuelta, sus bragas tiradas por el suelo, con los zapatos...Finalmente me dijo: le han gustado mucho tus medias, solo he tenido que quitarme las bragas, ha sido estupendo. Yo estaba rabioso, me moría de celos, y ella disfrutaba viendome sufrir. Se levanto, se coloco los zapatos y pregunto: ¿querías saber quien es?. Lo he filmado en vídeo. Una sorpresa detrás de otra. Tenía la cámara de vídeo montada el con trípode, en un rincón del lavabo adjunto a la habitación. Saco la cinta y se dirigió al salón. Siéntate, me dijo mientras se agachaba para colocar la cinta en el vídeo. Su sexo depilado estaba húmedo. Esperó agachada a que rebobinara mientras se acariciaba el sexo diciendo para darme celos: Me ha puesto perdida, que hombre. Finalmente se sentó en la butaca, ante mi, con las piernas separadas, mirándome con la sonrisa burlona de siempre, y acciono el mando del aparato de vídeo. Pude vez el plano de la habitación vacía de la casa, con el sonido de fondo de la puerta que se abría y la voz de mi esposa que recibía a su amante: Hola cariño. Estaban en el salón, la conversación se entendía con dificultad, pero comprendí que el estaba al corriente de que yo me había ausentado sabiendo de su visita. Ella disfrutaba mirándome, viendo mis sufrimiento. Cruzaba las piernas ante mi, dejando entrever sus sexo húmedo. Finalmente se escucharon pasos, cada vez mas cerca, hasta que entraron en la habitación. Estaban de espaldas, no podía ver quien era el. En ese momento ella detuvo la cinta. ¿Quieres ver mas?, pregunto: Si, por favor, respondí inquieto. Accedió a poner en marcha el vídeo. Enrojecí al ver el amante de mi mujer. Era mi jefe. Pude ver como ella bailaba ante el, se arrodillaba y le acariciaba la entrepierna. Miraba hacia la cámara mientras desabrochaba los botones del pantalón. No hay que entrar en mas detalles de que y como hico las cosas mi esposa, solo comentar lo despacio que se bajo las bragas ante él, mientras le pedía con voz sensual : fóllame bien, cariño. Añadir la impresión que me produjo ver como, después de follarla bien, la sodomizaba, se levantaba por encima de ella y la montaba como a una yegua, mientras ella gemía ante la cámara, mirando al objetivo.

Hacer notar las descargas compulsivas que una y otra vez llenaban el ano de ella, mientras gemía entre orgasmos: "...oh...oh, a tope de leche cariño". Después de eso se entretuvo en hacerle una felación, acariciandole el escroto hasta que su semen entro a salpicones en su boca abierta.

Nunca me había hecho a mi una mamada así, de hecho, siempre era yo quien accedía a chupar su sexo. Apago el vídeo, y encendió un cigarrillo. ¿Que te parece? pregunto. Que eres una guarra, conteste. Lo que mas me molesto no fue solo que se lo montara con mi jefe, sino que este supiera que yo accedía a ello. Ella lo sabia, precía que me leía el pensamiento. Me dijo: ¿te avergüenzas de tu situación, verdad, te molesta que tu jefe sepa que le prestas a la mujer sin rechistar, verdad? Pues prepárate porque aun hay mas. Conociéndola eso sonaba muy mal. Añadió: "Ten cuidado porque si no dejaremos "caer" esta cinta en la empresa, así de casualidad, para que se enteren todos tus compañeros.""¡Eso no!," suplique. En ese momento entro en el salón mi jefe, esa era la sorpresa que me tenían preparada. El castigo no terminaba en acceder a que mi esposa se lo montara con otro. Entro sonriente y me dijo: siempre he pensado que eras un poco tonto. Cuando me presentaste a tu mujer y permitiste que la sobara en tu presencia comprendí que estaba en lo cierto. Ella se reía y disfrutaba como nunca. Yo soy soltero -añadió mi jefe- así que no tengo nada que perder. Si no haces todo lo que ella mande, tendrás serios problemas. Yo estaba pasmado, avergonzado, mi cara sudaba... Pero la humillación no termino ahí. Mi esposa me dijo, esta vez con cara seria: vete a mi armario, y te vistes con mi ropa, te pones una falda corta y los pantys de malla. Ponte el delantal de la cocina y tráenos un par de cervezas. Si no lo haces, ya sabes que no dudaremos en enseñar esta cinta a toda la empresa. Mi jefe se reía a carcajada limpia....No se como, pero lo hice. Se rieron de mi, sus comentarios fueron de lo mas grosero: Siempre pense que habias nacido para sirvienta, dijo mi jefe. Ella se levanto, se sentó encima de la mesa del salón, y separo las peinas. Yo también creo que solo vales para eso, ala, niña, arrodíllate y límpiame , que estoy mojada, asi te daras cuenta de lo mucho que me dan los demas, me dijo. Su sexo húmedo desprendía un fuerte olor. Me agarro por la nuca, y me forzó contra su sexo. Mojo mi cara restregándose una y otra vez , mientras él la besaba en la boca y me decia: lo único que te faltaba era tragar lo que tragas, y mas si antes lo ha disfrutado tu esposa.Finalmente se despidió diciendo con autoridad: "Recuerda la cinta. Desde ahora te quedaras unas horas en la oficina a partir de la siete, los martes, mientras yo y ella disfrutamos. Cuando termines te vienes y te vistes como hoy, lo limpias todo y nos preparas la cena. No es justo que tu mujer no tenga criada. Los días que me presentas balance, te esperas a que se marchen todos y te pones un conjunto de "niña", bien mono, me presentas el balance, me barres mi despacho mientras yo lo repaso y te esperas de pie, ante mi, hasta que termine, como tiene que hacer una buena sirvienta. Comprate una peluca de media melena, y pintate bien los labios. Ya sabes como las gasto los dias de balance, mas vale que seas complaciente. Ahora vete a hacer la cama."

 

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