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A mi padre le hice sentir como un hombre | Relatos Eróticos de Filial

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Cuando mi madre murió después de un trágico accidente, mi padre se sintió muy solo. Yo era una jovencita de unos 18 años, mi cuerpo ya era el de toda una señorita, y sabia perfectamente por el tipo de soledad sexual que pasaba mi padre.
El era un hombre bastante atractivo, era una muy buen apersona, que siempre había cuidado de mi, y yo lo quería mucho.
Yo discutía mis problemas con mis amigas de la escuela, muchas de las cuales eran más grandes y mucho más atractivas que yo, y siempre podía contar con su apoyo incondicional para todo.
Muchas de ellas ya tenían novio y hablaban de algo que se llamaba sexo, cosa que para mi todavía se veía lejana.
Y muchas de ellas presumían de que ya habían tenido su primera relación.

Mucho tiempo estuve viendo a mi padre de aquí para allá por la casa, sin hacer nada de provecho, muy deprimido, como ya me era costumbre, no podía seguir así y tenia que hacer algo.
Y fue así, que una noche, invite a dormir a mis amigas a mi casa, para que me aconsejaran en secreto que era lo que creían que yo debía hacer.

Y fue así, que fueron llegando poco a poco, les mostré la casa y cenamos.
Subimos a mi habitación y comenzamos a hablar de chicos.
Hacia poco que yo me había empezado a interesar en eso.

Muchas de las que fueron aquella noche a mi casa, eran mayores, como de unos 18 o 19 años, en total éramos 4 muchachas.
Mientras conversábamos, una de las muchachas mayores me pidió que fuera a la cocina a conseguirle un poco de agua. Como buena anfitriona le cumplí el mandado, y mi sorpresa fue al regresar, cuando vi que ella tenia en sus manos uno de mis brassieres y lo agitaba, enseñándoselo a todas.
Yo me avergoncé mucho por lo ocurrido, pero me dijo que no me preocupara, que ella también usaba y de hecho, subió su camisón, dejando ver unos calzones tan chiquitos que yo pensaba que no había de su talla.
Y siguió subiendo su camisón, hasta que dejo al descubierto un sujetador negro, muy parecido al mío, pero este tenia bordados.

Y la fiesta continuo hasta bien entrada la madrugada.
Yo no había podido conseguir el sueño, pues no dejaba de pensar en el hermoso cuerpo que mi amiga me había mostrado, ¿el mío seria así? Pero, creo que debo de haber hecho algún quejido o algo así, puesto que una de mis amigas mayores me pregunto que si no podía dormir.
Le dije que no y entonces, las dos salimos del cuarto y nos paramos para tomar aire fresco.
Mientras recorríamos el pasillo de la casa, ella me recordó la terrible depresión de mi padre y me pidió que la guiara a su cuarto, para ver la forma en que dormía y que tan mal se veía todo realmente.
Nos detuvimos en la puerta y la abrimos un poco, lo suficiente para dejar de ver la habitación casi completa.
Mi amiga me hizo a un lado y se dispuso a mirar, hizo una expresión de sorpresa; trate de que me dejara ver, pero se negó totalmente a hacerlo y continuo viendo. Yo no entendía porque miraba tanto tiempo, y entonces, note, como sus manos recorrían su trasero, y pasaba a sus pechos.
No entendí nada, hasta que ella me dijo: Mira, ya se cual es el problema de tu padre. Y me dejo ver.
Esa imagen la guarde en mi memoria mucho tiempo, mi padre, parado frente a su cama, con uno de mis calzones en la mano, tomando un pedazo de carne que tenia entre sus piernas. Lo jalaba fuertemente y al principio sentí una extraña sensación en el estomago, pero poco después, noté como mis pechos se endurecían un poco y mis pezones se paraban.
Yo me sentía rara, pues nunca había sentido algo así; me asusté mucho y salí corriendo inmediatamente, dejando a mi amiga con el espectáculo.
Aquella noche, no se habló más de eso y todas despertamos al mismo tiempo en la mañana.
Me sentía aún un poco rara por lo que había visto, pero lo superé muy rápido, tanto así que en la mañana parecía no importarme.
Mis amigas se fueron pocas horas después y yo me quedé sola.
Abrí las llaves y me desnudé lentamente, tocando mi trasero detenidamente, analizándome a mí misma, recorriendo cada centímetro, lo mismo hice con mis pechos.
Me vi en el espejo y comparé mi cuerpo con el del mi amiga mayor. Sus pechos eran más pequeños que los míos, pero mucho más hermosos, y tenía una silueta muy bonita. Comencé a acordarme segundo a segundo de lo que había pasado la noche anterior, recordé como me había enseñado su brassiere, recordé sus braguitas, tan diminutas.
Cerré los ojos y comencé a imaginarlo, como si pudiera tocarlo casi, pero una sensación extraña me sacó del trance, la sensación que tuve la noche anterior.
Me metí a bañar inmediatamente, y comencé a tallarme todo mi cuerpo.
Pasé a mi vagina, la lavé con fuerza y después de frotarla noté un extraño olor que provenía de ella.
No pude explicar eso, nunca me había pasado ; pero proseguí con mi baño caliente.

Esa noche miré a mi papá, triste como siempre, muy deprimido Y como cada que lo miraba con discreción, tenía su mano dentro del pantalón.
No soportaba verlo así, no quería verlo así, y como último recurso, acudí con mis amigas mayores.
Primero hablé con la que había visto a mi padre, ella se llamaba Andrea. Le conté como me sentía y le dije que quería ayudar a mi padre.
Ella me dijo que sí, que me ayudaría gustosa, pero que necesitaba hablarlo primero con Laura, (la otra amiga mayor).
Y después de que estuvieron hablando muy en secreto, las dos me pidieron que fuera a casa de Andrea en la tarde, para que me explicaran como podía quitarle la tristeza a mi padre.
El día pasó con normalidad y en la tarde, toqué la puerta de mi amiga.
Las dos abrieron y me miraron sonrientes, me pasaron a la casa y me sentaron en un sillón.
Las dos se pusieron frente a mí y comenzaron a explicarme, que lo que le hacía falta a mi padre era una mujer que lo hiciera feliz.
Yo pensaba que necesitaba alguien que lo hiciera reír, pero mis amigas me corrigieron inmediatamente.
Me dijeron que los hombres necesitan mucho algo que se llama sexo, y que yo debía de ver la manera que mi padre lo recibiera.
Intentaron explicármelo con palabras, pero yo no entendía nada, y siguieron tratando de explicarme hasta que las harté.
Y entonces, decidieron empezar con su segundo plan.
Llamaron a alguien por teléfono, llegaría una hora más tarde.
Y mientras tanto, Andrea y Laura me llevaron a un cuarto.
De un cajón sacaron ropa interior bastante diferente a la mía.
Yo usaba braguitas que me cubrían todo el trasero, con la parte frontal muy ancha, y casi todas eran blancas, como mis brassieres.
Pero en cambio, la ropa de ellas era mucho más atrevida, era de colores brillantes, de color rojo muy atrevido, de color negro, de una tela muy bonita, pero lo que más me asombraba era el diminuto tamaño que tenían, no me explicaba como podían usar eso.
Les pregunté que porque eran tan chiquitas, y me respondieron que era precisamente para darle a los hombres lo que querían y me pidieron que esperara unos minutos más.
Alguien tocó a la puerta y Laura y yo nos escondimos en el closet del cuarto de Andrea, mientras esta abría la puerta.
La persona que debía llegar era el novio de Andrea, según me explicó Laura y que ella me iba a explicar lo que era el sexo.
Andrea y su novio llegaron al cuarto y él la aventó violentamente a la cama, mientras se desabrochaba el pantalón, y lo dejaba caer., luego se quitó la camisa y bajó sus calzoncillos.
Me sorprendí al ver un pedazo de carne entre sus piernas, parecido al que yo le había visto a mi papá aquella noche.
Mi amiga me explicó que eso era lo que le provocaba placer a las mujeres cuando tenían sexo, y que con suficiente estimulación femenina, el pene dejaría salir un líquido blanco muy delicioso.
Yo no entendí nada, como de costumbre, pero mi amiga me fue explicando paso a paso el acto sexual de Andrea.
Ella estaba desnuda sobre la cama, y su novio la besaba frenéticamente en todo su cuerpo y conforme lo hacía, noté como su pedazo de carne aumentaba de tamaño y se paraba.
Poco después, él la tomó y la puso con los brazos sobre la cama, de rodillas, como un perrito y de un solo golpe, vi como el pene desaparecía dentro de mi amiga, como si su trasero tuviera mucha hambre y necesitara comer.
Los dos se movían de una manera muy graciosa, comenzaron a sudar y gritaban de una manera que yo no había oído antes.
Los dos se besaban mientras mi amiga se comía el pene de su novio.
Volteé a ver a mi amiga unos segundos y vi como tenía su mano dentro del calzón y la movía en círculos, como frotándose algo. Yo le pregunté que hacía, pero ella no respondió y fijó su atención en la penetración de mi amiga.
Ambos seguían con la misma posición con la que habían empezado y yo no había perdido detalle de como mi amiga se movía, intentaba aprender todo lo que pudiera acerca de esos movimientos tan raros.
Y de pronto, vi como el novio de Andrea comenzaba a moverse muy rápido y muy fuerte, como si quisiera lastimarla. Ella gemía de una manera muy rara, pensaba que le estaba doliendo y de pronto, los dos se quedaron quietos, y se tiraron en la cama.
Laura, que seguía con la mano en el calzón, no pudo contenerse y salió del closet.
Se desvistió a una velocidad impresionante y de un solo sentón, cayó sobre el pene del novio de mía miga, que seguía parado.
Comenzó a subir y a bajar frenéticamente, muy fuerte, mientras el novio la tomaba de los pechos y la jalaba.
Laura se bajó de pronto del novio y me pidió que fuera ahí.
Me acostó junto al palo de carne de mi amigo y me dijo que me acercara.
Comenzó a jalar el pene con una mano y con otra puso mi boca frente a él, después de unos minutos de hacer eso, salió un brote de leche, que me salpicó la cara. Yo intenté alejarme, pero mi amiga me mantuvo la cabeza ahí y me gritó para que me tragara todo.
Esa leche estaba calientita y tenía un sabor extraño, pero me gustó mucho.
Y así acabó ese momento ; el novio se fue de la casa pocos minutos después y Andrea cayó dormida, al igual que Laura.
Mientras esperaba que descansaran, me puse a esculcar los cajones de Andrea, en verdad que tenía una cantidad de ropa interior, muy variada y muy hermosa.
La olí y la pasé por mi cuerpo, disfrutando cada momento, sintiendo aún el sabor de la lechita blanca del novio de mi amiga.
Laura y Andrea despertaron finalmente y se me quedaron viendo fijamente.
Mirando mi cara de inocente, ante tan lujurioso acto.
Se rieron un poco antes de levantarse de la cama y sentarme en la cama.
Me dijeron que lo que acababa de presenciar era nada más que el sexo, tal cual, y que eso era lo que necesitaba mi papá para sentirse mejor.
Me dijeron que ahora ellas serían mis instructoras y que me prepararían para alegrarlo.
Empezando desde ese día, mientras más pronto quisiera ver a mi padre alegre, más rápido tendría que aprender a ser toda una zorra.
Fue así que mis conocimientos se fueron ampliando, desde palabras hasta posiciones, ahora sabía muy bien de que se trataba todo, sabía muy bien que era esa lechita blanca que me había tragado.
Y así fui haciéndome una experta en el tema.
Mis amigas me ayudaron bastante.
Una de las cosas que hacíamos, era que una de ellas, se vestía como hombre, y entonces, pretendíamos que ella iba a cogerme.
Yo había aprendido a caminar sensualmente, a seducir a un hombre y a moverme excelentemente en la cama bajo los consejos de mi amiga Laura.
Les describiré un poco estas lecciones de penetración.
Mi amiga Laura se vestía como hombre y actuaba como tal, mientras yo, me le iba aproximando, hacía movimientos sensuales, me movía como zorra, dejaba ver mis pechos, mis escotes y entonces, comenzaba a seducirla, con palabras y con acciones.
Ella parecía muy calmada, pero Andrea me iba diciendo si estaba bien o no.
Así que, después de un tiempo de eso, Laura se levantaba y me tomaba entre sus brazos, me veía y me besaba en el cuello, en los cachetes y en la boca ( mi primera experiencia lesbica), pero Laura lo hacía sentir tan real, tan duro, que realmente llegué a creer que me acostaba con un hombre de verdad.
Y entonces, Laura me desvestía, me dejaba totalmente desnuda, con vagina y pechos al aire.
Me ponía de espaldas a ella, para que no perdiera la concentración al ver sus pechos cuando ella se desnudaba.
Y entonces, me tomaba como un hombre toma a su mujer, me sobaba las nalgas, me apretaba mis hermosos pechos y entonces, juntaba sus caderas con las mías, como si me introdujera su miembro.
Yo disfrutaba al máximo de estos momentos.
Y ella empezaba a moverse como hombre, mientras yo, recibía con mi vagina su supuesto “Pene”.
Yo gemía del placer y la excitación que esta idea me daba, pero ella simplemente me trataba como un hombre trata a una mujer.
Intentamos varias posiciones, y fingimos cualquier situación posible, hasta que un día, mientras yo me tendía en la cama, desnuda por completo, Andrea y Laura me dijeron que hoy sería el día más real, puesto que esta vez si me penetrarían con algo.
Yo acepté gustosa, pues era la primera vez que tenía algo dentro de mí y me llevé una gran sorpresa al ver que Andrea, cargaba un enorme pene de plástico, de doble cabeza, un consolador pequeño, largo, pero muy delgado.
Laura me dijo que no quería desvirgarme con eso, y por tal, ella absorbería con su vagina casi todo el pedazo de plástico, que yo solo recibiría una porción de él.
Acepté con un poco de inseguridad y entonces, Laura se me montó como solía hacerlo y muy suavemente me introdujo poco a poco el consolador, muy al pendiente de mi sensación en ese momento.
Sentí un poco de dolor al principio, puesto que mis labios vaginales nunca se habían abierto más allá de lo natural, pero con ella cogiéndome así, me sentí tan mujer, me sentí muy mayor, y Laura continuó empujando la verga hasta que topó con mi himen y se detuvo ahí un momento, dejando que mi vagina se acostumbrara al tamaño.
Lo disfruté muchísimo, y aparentemente Andrea y Laura también, pues me prometieron que al día siguiente, irían de compras conmigo, para seleccionar lo que debía usar para la ocasión.
Como ninguna de las dos conocía los gustos de mi padre, decidieron comprar gran variedad de ropa, desde atrevida, hasta elegante y muy formal.
Me pidieron que revisara en los cajones de mi padre, en la computadora, en sus archivos, en todo lo que fuera de él y que hallara que tipo de ropa le gustaba que vistiera una mujer.
Hallé muchas cosas, muchas fotos de mujeres desnudas, siendo fornicadas por varios hombres a la vez, lo cual me excitó mucho.
Pero lo que más me llamó la atención fue una foto de una mujer muy hermosa, vestida con un abrigo muy elegante, con falda larga, tacones altos, y muy maquillada.
Supuse que ese era el tipo de cosas que le agradaría que usara a mi padre, así que guardé a esa hermosa señora en mi memoria y le conté a mis amigas.

El día llegó por fin, y estuvieron repasándome todo el día lo que debía hacer, lo que no debía hacer, etc.
Me dijeron que usara una tanga negra, de licra, se sentía delicioso el solo tocarla, un brassiere un tanto menor que mi talla, de este modo, mis pechos resaltarían enormemente, el sostén hacía juego con las braguitas.
Me puse unos tacones altos, un vestido rojo precioso, con escotes bastante grandes tanto en pechos como en piernas y me pinté la cara hasta que quedé realmente preciosa.
Cualquiera diría por mi apariencia que era una chica de unos 21 o 20, pero yo solo tenía 17, e iba a fornicar con mi padre.
Mis amigas me desearon buena suerte y me pidieron que recordara todo para que luego se los contara.
Y así empezó todo.
Mi padre llegó a la hora usual, oí la puerta cerrarse y lo oí subir las escaleras, cada momento que pasaba me ponía más tensa sobre lo que debía hacer.
Y por fin, la hora, el momento de la verdad, llegó, cuando mi padre abrió la puerta de su cuarto y encontró a su única hija, sentada en su cama, vestida elegantemente, con las piernas abiertas, lista para entregar su virginidad.
La reacción de mi padre fue espeluznante, quiso salir de la habitación corriendo, pero algo lo detuvo, se volvió hacia mí y comenzó a preguntarme que era lo que pretendía, me preguntó que había hecho todo este tiempo, pero yo no le respondí, yo me acerqué a él, sensualmente, mirándolo a los ojos con lujuria, queriendo poseerlo.
Pero él me tomó de los brazos y me apartó, me dijo que nunca en la vida tendría relaciones con su propia hija.
Yo le reproché eso y le dije que eso era lo que necesitaba para sentirse bien.
Pero él seguía negándose y yo no vi ningún punto débil que atacar.
Y entonces, al ver todos mis esfuerzos y dolores en vano, comencé a llorar. Mi papá se me acercó y me abrazó suavemente, diciéndome que lo perdonara, pero que no podía hacer eso.
Yo solo gritaba CÓGEME, CÓGEME, hazme tu esposa, hazme tu mujer.
Pero él se mantuvo firme.
Me senté en la cama y lloré a más no poder, con él consolándome a mi lado, diciéndome que lo sentía, diciéndome que no debíamos.
Y entonces, comencé a ver un ligero bulto debajo de su pantalón, una señal de esperanza para mí, y sin dudarlo más, puse mi mano sobre él, lo tenté un poco, lo sentí, lo froté por sobre el pantalón, y lentamente bajé el cierre.
Le quité el pantalón a mi padre hasta las rodillas, mientras él me miraba como queriendo ver que tan lejos podría realmente llegar.
Y entonces, me arrodillé ante él, tomé su miembro con las manos y comencé a jalarlo de arriba a abajo, provocando que su tamaño aumentara.
A decir verdad, me preocupé un poco al ver el tamaño del pene de mi padre, era algo enorme, tanto ancho como largo, comencé a dudar como iba a meterme eso, pero no era lo más importante en el momento, lo importante, era atender el pedazo que tenía entre manos, lo lamí un poco, lo chupé, lo recorrí con todos mis dedos.
Y entonces mi padre me preguntó que si era eso lo que quería realmente.
Le dije que sí y me pidió desnudarme frente a él.
Comencé a bailar como prostituta, tan sensualmente, que yo misma comencé a humedecerme, mientras veía como él sobaba su pene suavemente.
Me quité el vestido con lentitud, deslizándolo lentamente hacia abajo y cuando estuvo en el piso, lo lancé.
Proseguí con mi brassiere.
A mi padre le alegró ver mis enormes pechos saltar de su encierro, pues pude notar como su erección aumentó aún más.
Deslicé mis braguitas muy lentamente hacia abajo, enseñando lo más que podía de trasero a mi padre, las saqué por mis tacones y se las arrojé a la cara.
Él las olió unos momentos y comenzó a quitarse la camisa y a desnudarse por completo.
Nos miramos los dos, totalmente desnudos, dudando si debíamos seguir, pero sin decir palabra alguna, los dos nos fuimos aproximando lentamente, incitándonos mutuamente.
Y entonces, me cargó en sus brazos, me dio vueltas y me besó la boca tiernamente, metiendo su lengua hasta el fondo.
Acercó mi cabeza a la suya unos momentos y me dijo : Te voy a tratar como a tu madre, hija.
Sí, papito, lo que tú quieras, hazme lo que quieras.
Y entonces, me bajó, me miró desde los pies a la cabeza, poniendo especial atención a mis pechos.
Me le lancé encima y los puse justo frente a su cara.
Le dije, TOMA PAPI, TOMA, SON TUYOS, JUEGA CON ELLOS, HAZLES LO QUE QUIERAS.
Y así lo hizo, comenzó a mordisquear mis pezones, lamió mis pechos, los sobó, se ahogó en ellos, no los dejó en paz ni por un segundo, los recorrió todos.
Y entonces, me pidió que me sentara en la cama.
AHORA TE TOCA A TI MI CIELO, LÁMEME.
Y así lo hice, chupé su glande, lo lamí, lo succioné con fuerza, arrancándole unos ligeros gemidos de placer. Lo mordí muy suavemente, provocándole aún más, pasé mi lengua por toda su piel, lo tallé muy bien y su olor me hipnotizó, pues no pude alejarme de ese hermoso miembro, y al contrario, aumenté mis lenguetazos por él, lo lamí todo, lo ensalivé hasta que escurrió.
AHORA LÁMEME MIS HUEVOS MI AMOR, LÁMELOS.
Me impresionó el tamaño de sus enormes pelotas, seguramente tendrían mucho semen que yo podría disfrutar al máximo.
Me metí sus testículos a la boca, los disfruté al máximo, me excitaba todavía más el fuerte olor que tenían.
Continué lamiendo el pene de mi padre, intentando metérmelo todo a la boca, intentando sacarle todo de un chupetón, pero justo cuando me disponía a dar la chupada final, mi padre me acostó en la cama y apuntó su pene sobre mis pechos.
Jalé su precioso miembro unas cuantas veces y un enorme chorro de semen fue a cubrirme los pezones y todos mis pechos, los tapicé de esperma, lo pasé por todo mi cuerpo, me lo comí y lo olí.
Me disponía a agarrar un papel para limpiarlo, pero mi padre me ordenó que lo dejara como estaba, que con eso todo agarraría más movimiento.
Antes de proseguir, tomó uno de los vestidos más atrevidos de mi madre, un traje negro muy corto, con escote muy abierto ; seguramente mi padre y mi madre habían tenido mucho sexo con ese vestido.
Me ordenó revolcarme sobre el vestido, para embarrarlo con el semen que tenía sobre mis pechos.
Lo obedecí inconscientemente, y cuando me lo hube puesto, mi padre se abalanzó sobre mí con unos hermosos besos, me llenó toda, sentía que iba a explotar y así fue, tuve un orgasmo que llenó las sábanas de mis fluidos. Me quedé débil por unos momentos.
Mi padre me cargó, con su enorme pene parado, me llevó a su escritorio y se sentó en la silla.
Teniéndome entre brazos, me dejó caer con la vagina de lado, para que él pudiera ver mi perfil mientras me penetraba.
Y entonces, al caer, mi himen se destrozó por completo, la enorme verga de mi padre lo hizo pedazos, y yo dejé salir un grito de terror total, puesto que lo más grande que había visto mi vagina había sido aquel pequeño consolador de Laura.
Las lágrimas escurrieron por mis ojos, pero yo no dejaba de saltar sobre mi padre, quien me empalaba deliciosamente, haciéndome gemir como loca, haciéndome gozar como nadie.
Mi padre también parecía disfrutarlo mucho, puesto que gritaba como yo.
Mientras estábamos en el sube y baja, él metía sus dedos en mi boca y yo los ensalivaba, yo los disfrutaba.
Así seguimos unos minutos, cuando me preguntó que si realmente era virgen.
Le dije que sí, y entonces dejó de penetrarme.
RECUERDA QUE ERES MI ESPOSA, MALDITA, RECUÉRDALO BIEN.
E inmediatamente me disculpé, perdón mi amor, le dije, perdóname.
Él no siguió penetrándome, sino que me lanzó sobre la cama.
AHORA, COMO CASTIGO, TE VOY A DAR POR EL CULO.
Yo no tenía ni idea de como se sentía eso, ni siquiera Andrea y Laura lo sabían y me asusté.
Intenté decirle que ya no quería a mi padre, pero él ya estaba cegado por el deseo que tenía hacia mi madre.
Y me sujetó fuertemente de las caderas, con tanta fuerza, que solté un grito.
COMO HAS SIDO UNA ZORRITA, TE VOY A DAR TAL CUAL.
Y sin dudarlo ni un momento más, me sujetó aún más fuerte de mis grandes caderas y me metió todo su pedazo de carne de un solo movimiento por el ano, sin lubricación.
Ese instante fue tan doloroso que me desfallecí sobre la cama, comencé a llorar histéricamente, tratando de zafarme, encajándole las uñas a mi papá, pero él no cedía.
Yo no podía aguantar más el dolor, pues él me embestía fuertemente.
LO TIENES IGUALITO A TU MAMI PRECIOSA, me decía él mientras me penetraba cada vez más violentamente IGUAL DE RICO, MUY CHIQUITO, PERO MUY RICO.
Yo ya no hallaba como zafarme y aunque el dolor fue muy intenso, poco a poco fue desapareciendo, poco a poco cedió para darme un poco de placer y justo cuando comenzaba a sentirse bien, mi padre me eyaculó en el ano. Sentí su deliciosa leche calientita recorrerme toda, sentía sus espermas dentro de mí, mientras los dos nos sacudíamos en un violento orgasmo.
Grité como loca por el dolor y por la desesperación, pero también por el placer que me había provocado.
Era la cosa más deliciosa que había experimentado, ni siquiera mis amigas habían pasado por algo tan intenso, de eso estaba segura.
Mi padre sacó su enorme pene de mí y se limpió con el vestido que aún vestía yo.
Y me vio fijamente, directo a los ojos, yo ya estaba exhausta, no podía más, pero él me dijo que le quedaba todavía un poquito más para mí.
Yo le dije que hiciera lo que quisiera, yo ya no quería más.
Y entonces, comenzó a penetrarme por la vagina nuevamente, aún ensangrentada por el rompimiento de mi himen.
Me la metió muy suavemente, y aunque yo no me movía, sentía un placer inmenso, sentía su miembro rozar con las paredes de mi vagina, tocándolas todas y alcanzando mi clítoris, haciéndome pasar por un placer enorme que no podía demostrar debido a mi agotamiento.
Y pocos minutos después, salió de mí y me dijo que me tomara mi lechita de las buenas noches, así que abrí la boca y él se masturbó, hasta que todo su semen tibio fue depositado en mi boca, llenándome hasta el tope. Intenté tragarme todo, pero mucho se escurrió sobre las sábanas.
Mi padre, me miró tiernamente y me quitó el vestido de mi madre.
Con él limpió todo lo que habíamos ensuciado en su cuarto.
Y me llevó cargada a mi cuarto.
Al acostarme, puso su cara sobre mis pechos, me los lamió una vez más, me los ensalivó todos y me dio las buenas noches.
Y salió de mi cuarto, dejándome con la vagina y el ano adoloridos.
Es noche dormí inmediatamente, preparada para contarle a Laura y Andrea la placentera experiencia que había pasado aquel día.

 

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