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Mi cuñada y yo | Relatos Eróticos de Filial

Publicado por Pablo el 25/01/2023

Hola. Mi nombre es Pablo. Está historia sucedió hace unos años en Tampico, México.
Para estudiar la normal, tuve que ir a vivir a esa ciudad. Mi hermano tenía dos hogares, es decir, dos mujeres. Llegué a la casa que rentaban en una colonia cerca del centro.. La otra mujer le rentaba casa por el aeropuerto, distante del centro.. Él mismo me decía que ya no quería estar con la primera, que estaba buscando la forma de estar menos tiempo con ella, que prefería a la segunda.
Un día se fue de vacaciones con la segunda por varios días sabiendo que ya le habían pedido la casa del centro por lo que había que buscar otra casa o departamento..
Le ayudé a mi cuñada a buscar otra casa y le ayudé con la mudanza. Terminamos muy tarde. No dió tiempo de armar las camas o de acomodar las cosas por lo que para dormir tendríamos una colchoneta y me dijo que me podía acostar a un lado..
Debo decir que yo tenía 17 años y ella 26 con una nena de 4 años.
En este lugar hace mucho calor.. Me puse un short y me acosté. Ella estaba con una bata sin brasier.
Acostados estuvimos comentando los planes del siguiente día; los pagos, la escuela, etc.
Se puso de lado dándome la espalda. Me pidió que intentáramos dormir.
Pero yo sentía algo que no me dejaba tranquilo, su cercanía, su olor, no sé.
Me acomodé junto a ella y me atreví a abrazarla. Ella tomó mis manos y me dijo que se sentía segura conmigo, se sentía protegida.
En eso se voltea y me abraza y me besó.
Entendí que necesitaba sexo, al igual que yo. Nos acariciamos, nos besamos y nos abrazamos aunque hacía calor.
Se quitó la bata y pude acariciar y chupar sus ricos pechos mientras me quitaba ella el short.
Quedamos desnudos completamente.
Cuando toqué su conchita estaba mojada y ansiosa de penetración. Ella boca arriba, abrió sus hermosas piernas y me jaló para montarla. Dudé en penetrarla pero ya no había tiempo de retractarme.
Mi pene estaba bien erecto. Así que la penetré sin problema. Yo sentía que podía eyacular en cualquier momento, pero me pidió que me tranquilizara, que me esperara. Después de un rato de estar metiendo y sacando, me pidió que me acostara boca arriba, que se iba a montar.
Sus hermosos pechos quedaron en mi cara. Los pude acariciar y los pude chupar mientras le agarraba sus sabrosas nalgas. Ella se movía encima de mi como desesperada. Después de un rato, le dije que iba a eyacular y ella me dijo que también iba a terminar. Terminamos juntos.
Descargué toda la leche en su vagina y ella me dijo que ya necesitaba algo así. Que lo había disfrutado. Yo le dije lo mismo.
A partir de esa noche, empezamos a tener sexo todos los días. Lo hacíamos a cualquier hora: antes de irme a estudiarr, llegaba a comer, pero antes, teníamos sexo; me iba a trabajar y al llegar, de nuevo sexo.
Los fines de semana, lo.haciamos casi toda la mañana y luego por la tarde y luego en las noches.
Así estuvimos disfrutando del sexo como dos meses hasta que un día llegó el que andaba ausente y se acabó la diversión.
Me enseñó muchas cosas: posiciones sexuales, cómo besar, cómo acariciarla, cómo moverme, cómo frotar su clítoris, el uso de la almohada, etc.
Y aunque han pasado varios años, y ya no la volví a ver, aún la recuerdo.

 

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