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Doña Bertha, mi vecina y amante sexual a la misma vez, que manera de tener sexo | Relatos Eróticos de Flechazos

Publicado por RAMON ELIAS el 06/10/2016

Mi vecina, la señora Bertha es una mujer con un cuerpo muy llamativo. Tiene muslos firmes, nalgas grandes y sus tetas medianas, es alta de estatura y de contextura un poco gruesa. No es muy bonita de cara: tiene una nariz pronunciada, ojos negros, boca grande y carnosa, La veía casi que a diario desde que compré y me mudé al apartamento que daba puerta con puerta al del suyo vistiendo ropa muy formal, haciéndole honor a su forma de ser.
Todas las mañanas, la señora Berta sale de su apartamento para realizar las tareas propias de su trabajo como administradora del edificio, en el cual contaba con la mayoría de los apartamentos y los cuales había heredado de su difunto esposo. Ella es una mujer muy rígida con los reglamentos a seguir para el buen convivir con los vecinos. Tan pronto me mudé, me citó a su apartamento para entregarme los reglamentos que se debe seguir y de momento me pareció bastante exigente con la forma de comportarse para no tener problemas con los demás residentes. Nada de juergas ni música estridente, mucho respeto con los empleados y todo lo demás que exige el vivir en una copropiedad
Desde ese mismo día me obsesioné por esa mujer y urdí varios planes para llevármela a la cama, no me importaba el tiempo o lo que debía de hacer, tenía que ser mía. Lo primero que hice fue averiguar por sus gustos y la buena suerte estuvo conmigo pues teníamos predilección por la música suave, la buena lectura y lo mejor de todo, nuestro gusto por la cocina
Por las noches escuchaba música suave pero con algo de volumen para que ella la oyera. Me sentaba en el balcón y leía algún libro de cualquier cosa y me dediqué a preparar varias recetas que expidieran buen aroma para que se entusiasmara con alguien de sus mismos gustos
Pasaron varios meses y mi obsesión no disminuyo, al contrario, con el paso del tiempo aumentó y más que todo porque una mañana salió a realizar sus labores luciendo un jeans un tanto ajustado que hicieron se viera mas caderona y nalgona Un domingo al medio día preparé un almuerzo con carne de cerdo que adobé muy bien y entreabrí una ventana para que doña Berta lo percibiera. Ella no resistió el aroma y tocó a mi puerta, abrí y ahí estaba la doña con sus tetas transparentándose a través de la tela, su figura fenomenal y lo mejor de todo, una sonrisa muy cordial. La invité a pasar, conversamos un buen rato de libros y música y tan pronto estuvo el almuerzo la invité, comimos y al rato se despidió no sin antes decirme que la próxima invitación iba por cuenta de ella y que le gustaría hablar conmigo más tiempo.
El día de su invitación, hablamos sobre nuestras vidas, le comenté lo de mi separación y mi deseo de no tener ninguna relación estable. Ella estuvo de acuerdo conmigo y me dijo que a partir de la muerte de su esposo resolvió no tener parejo estable porque se sentía a gusto con la libertad de que ahora goza. Los días que siguieron fueron de mutuas confidencias mientras preparábamos algún plato y nos deleitábamos con buena música. Empezaron las agarradas de mano y una que otra palabra de halago hacia ella.
Una tarde la invité a cine con el propósito de que en la oscuridad y la emoción de la película fuera el inicio de la batalla para lograr llevarla a la cama. Escogí una película de no mucho cartel y a una hora poco preferida. Nos sentamos con una bolsa de palomitas de maíz para compartírnosla y entre metidas de manos, llegó el momento que tomé su mano. Ella lo aceptó y en vista de eso me animé a pasarle el brazo por detrás de la nuca. Ella se arrimó un poco y para mi sorpresa quedamos viéndonos frente a frente. Aproveché el momento y puse mis labios en su boca y ella la abrió y me ofreció su lengua. Nos besamos un rato y aproveché para bajar la mano, meterla por debajo del sostén y acariciarle los senos. Tomé su pezón entre dos dedos y suavemente los masajeé. Con mis dientes mordiscándole la lengua y mis dedos acariciando los pezones, doña Bertha temblaba y abría completamente la boca para ofrecerme el total de su lengua. Sentí cuando se relajó y me imaginé que se había mojado. Se separó de mí y me pidió que no siguiera con las caricias y remató diciéndome que estaba muy apenada con lo sucedido y pidiéndome discreción. Le aseguré que contara con mi seriedad y respeto y que lo sucedido por ningún motivo sería conocido por nadie. Salimos y llegamos por separado a nuestros apartamentos. Preferí no seguir con mi ataque porque la vi un poco nerviosa y me dije que por lo pronto ya había comenzado el acercamiento esperado y que no pasaría mucho tiempo en que ella misma me entregara todo. Pasaron varios días sin ningún comentario sobre lo que había sucedido en el cine, pero si la notaba algo impaciente.
Una noche estaba viendo una película por televisión cuando tocaron a la puerta y al abrir estaba doña Bertha, la invité a seguir y de inmediato comenzó a pedirme nuevamente discreción sobre lo sucedido en el cine. No tuve que adivinar a que venía y la fui llevando hasta mi alcoba, diciéndole que contara con eso y con lo que sucedería esta noche. Apagué la luz y la televisión y la abracé en la oscuridad La recosté contra la pared y mis manos agarraron sus grandes nalgas, se las apreté mientras nuestras lenguas se entrelazaban. Doña Bertha se convirtió en una mujer fogosa y comenzó a restregar sus muslos en mi verga que ya estaba parada. Nos desnudamos precipitadamente y la llevé a la cama y mis manos y mi boca se apoderaron de sus tetas, Mi boca se pegó a los pezones chupándolos suavemente Ella gemía y se retorcía, Bajó la mano y palpó lo dura y parada que tenía la verga.
Bajé una mano y comencé a acariciarle el monte de pelos. Ella abrió completamente las piernas, bajé lentamente hasta encontrar su coño ya un poco húmedo, aparté los pelos y metí la lengua, jugando con todo especialmente su gallito que ya estaba completamente rígido. Comenzó a moverse y eso me alentó a seguir jugando con su coño. Luego de varias lamidas me pidió que la penetrara. Me puse en posición, le pasé varias veces la cabeza de la verga y le metí la mitad. Me atrajo hacia su cuerpo y en medio de gemidos y sollozos me dijo: - ¡Métemela toda, que no quede nada afuera, ya hace mucho que no sentía una tranca dentro de mi vagina! La abrí de piernas lo que más pude y mi verga entró hasta el fondo. Gemía cada vez que se la sacaba y metía, elevó las piernas y las entre cruzó en mi espalda. No podía creer que doña Bertha estaba bajo mi cuerpo, con sus piernas en mi espalda, sus grandes nalgonas al aire y pidiéndome más y más. Cada vez que yo la embestía ella elevaba las caderas y la metida era más profunda y me alegré de tener a doña Bertha solo para mí con la intensión de darle verga a esa mujer toda la noche para que nunca la olvidara y seguir con mi plan de cogérmela varias veces y hacerle de todo. Yo no pude aguantarme y me vine a chorros dentro de ella. Me abrazó fuertemente por el cuello y llorando me pedía que no se la sacara, que la siguiera bombeando mientras ella con sus piernas en mi espalda se movía hasta que con violentos espasmos se vino ya con mi verga un poco flácida. Un par de minutos más tarde se paró, fue al baño y se aseó. Yo aproveché, me paré y entreabrí la puerta de la alcoba para que entrara un poco de luz y poder, con algo de claridad, ver ese cuerpazo que me acababa de coger. Me acosté y abrí las piernas para que mi verga sobresaliera y doña Berta se entusiasmara. Se acostó a mi lado y nuevamente me pidió completa discreción. Le volví a reiterar mi total silencio, le pregunté sobre el tiempo que había pasado sin sexo y me respondió que hacía más de tres años. Atraje hacia mí su cara y nos besamos muy suavemente. Le tomé una mano y se la posé en mi verga que todavía estaba flácida, dejé su boca y le chupé las tetas. Mi verga comenzó a crecer y le pregunté si quería otra tanda. Movió la cabeza afirmativamente, la tomé por la nuca para que viera como mi verga iba creciendo a medida que ella lo masajeaba y le dije que había una forma para que quedara como un riel. Ella entendió mi idea, bajó la cabeza, abrió la boca y comenzó a chupármela primero concentrada en la cabeza y luego llevándosela hasta la garganta. Yo estaba de lo más entusiasmado viendo como la rígida y exigente doña Bertha me chupaba la verga sin ningún tipo de recato,
Después de una buena chupada se la sacó de la boca y me dijo que ya estaba lista para que la penetrara. Le dije que fuera ella la que tomara la iniciativa, que se sentara en mi verga y se la incrustara hasta donde quisiera. Lo hizo, se la metió toda y se convirtió en una potranca desbocada, Movía las caderas en forma circular sin sacarse mi verga ni un milímetro. Yo le tenía separadas las nalgas y la ayudaba con la rotación. Le dije que parara y cambiara de posición, que diera la vuelta y se la metiera nuevamente pero mirando hacia mis pies, lo hizo, se desconectó, dio la vuelta y se metió hasta el fondo y quedé viendo el trasero de doña Bertha en todo su esplendor. Tenía una visión perfecta de sus dos nalgonas bamboleándose y mi verga entrando y saliendo de ese bosque lleno de pelos. Yo siempre me he demorado bastante rato en el segundo polvo y por eso me gusta poner a mi pareja en diferentes posiciones. Le dije que parara, que se escurriera hacia mis pies y colocara su cara sobra la cama y su pompa levantada, me coloque detrás de ella y ayudado por la luz que entraba por la puerta pude ver el espectáculo que me brindaba doña Bertha en cuatro patas. Levanté sus nalgas para que su coño me quedara despejado y sin ninguna prisa le metí la verga hasta el fondo, mientras ella gemía y me alentaba diciéndome: ¡No pares, quiero tu verga toda la noche, estoy a tu disposición! Con su culo levantado y mis manos sujetándola por las caderas, le di con todo al tiempo que le decía: - Cuantas ganas tenia de tenerla así, en cuatro patas y Ud. pidiéndome que se la meta hasta el fondo!
Doña Bertha volteo un poco la cara y me dijo - ¡Te gusta meterla así, en cuatro patas? - Me fascina! le dije, y más tenerla así a Ud. desde la mañana que la vi en jeans meneando sus nalgonas!. - Ah, pero antes de verme en jeans no te gustaba? Porque yo desde que te conocí me dieron muchas ganas de sentirte dentro, sabía que debías tener una buena tranca para quitarme las calenturas. - Te digo que luche por no tirarme en tus brazos, pero cuando fuimos a cine y nos besamos me decidí por abrirte las piernas! Con esa charla y con la afirmación de doña Bertha de que me deseaba, con más empeño me dediqué a complacerla. Ella me ayudaba reculando e incrustándose hasta el fondo mi verga diciéndome - Si papito, hazme tuya las veces que quieras, entiérrame esa vergota en la postura que quieras y cuando quieras
Un buen rato el coño de doña Bertha recibió mis arremetidas haciéndola gemir como una yegua, hasta que me dijo que se corría. La agarré por las caderas y entre gemidos terminamos al mismo tiempo.
Era un poco tarde, doña Berta se vistió para irse a su apartamento, la acompañe hasta la puerta y nuevamente me pidió discreción y me dijo que en los próximos encuentros no la llamara doña Berta cuando la tuviera clavada. Le di un beso y le dije: -¡Cuando la tenga clavada la voy a llamar, ”La potranca nalgona”

 

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