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El bar de copas | Relatos Eróticos de Flechazos

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Llevaba tiempo jodido tras la separación matrimonial. Seis años de casado se habían esfumado en cuestión de meses y aún no llegaba a comprender los motivos. Según me dijo no éramos compatibles, y sigo sin saber por qué. Lo único que sí que tenía claro era que se había acabado lo bueno. Noche tras noche tenía que dormir solo, levantarme solo y volver, después del trabajo, a un piso vacío y frío.

Aquel día me enteré de que estaba saliendo con un tipo algo menor que yo, muy aventurero, y que no paraba de hacer cosas que conmigo nunca había hecho. Una amiga en común no había escatimado elogios y adjetivos acerca de él, lo que me hizo sentirme un perfecto inútil. Al llegar la tarde decidí que tenía que darme un baño de moral y demostrarme que aún tenía cierto atractivo por lo que me dispuse a irme a la zona de copas de mi ciudad y ligar, como cuando tenía diez años menos.

El bar estaba muy ambientado, chicos jóvenes y chicas atractivas poblaban todos los rincones que mis ojos barrían. Tras la segunda copa me decidí a entablar conversación con una chica de unos veinte años que, sentada en la barra, no dejaba se sonreír y mirar a un grupo de tres chicos que había al fondo, cerca de los servicios. Morena, alta y corpulenta, no gorda sino maciza. Le dije que si quería tomar una copa conmigo y para mi sorpresa me dijo que sí, que me esperara que se lo iba a decir a su novio. Cuando la vi hablar con uno de los chicos a los que había estado mirando me asusté un poco porque pensaba que se enfadaría pero nada más lejos de la realidad, el chico le sonrió y, con una palmadita en el culo, la animó a que se viniera conmigo.

Mientras nos tomábamos el refrigerio hablábamos de cosas banales como el trabajo, lugar de nacimiento, etc... Después de una media hora ella me preguntó que si vivía sólo y le dije que sí, en un piso pequeño pero coqueto. Me dijo que si la llevaría allí para estar más cómodos y le respondí que sin duda alguna, pero que su novio quizá no querría.

Ella fue a consultarle y vino con él de la mano. Me propuso marcharnos los tres a mi piso y la verdad es que me sentí un poco desplazado. Ella debió notarlo porque al subirnos al coche se sentó en el asiento del copiloto y, poco después de emprender la marcha, comenzó a pasar sus dedos por mis piernas hasta la altura del paquete. Su novio la veía avanzar pero no parecía muy preocupado.

Al llegar a casa yo estaba excitado al máximo. Les dije que me iba a dar una ducha y que mientras podían ir preparando algo de beber. Mientras el agua templada calmaba mis calores internos ella apareció en el baño desnuda y se introdujo en la bañera, seguida de su novio. Los tres estábamos muy juntos en el pequeño espacio pero ella parecía estar muy cómoda frotándose con los dos. Empezamos a enjabonarla y mis manos resbalaban por sus muslos y senos hasta que se encontraron con las manos de su novio entre sus piernas.

Los dedos resbalaban hasta su interior y ella gemía y temblaba al sentir cómo penetraban por sus agujeros. Sentí cómo mi verga aumentaba de tamaño y le rozaba una de sus piernas pero no intenté apartarme, después de todo parecía que la cosa iba en serio. Ella puso su mano sobre mi polla y cerró los dedos presionando y comenzó a menearla. La presión y el movimiento me desataron los instintos más básicos y, asiéndola de la nuca, giré su cabeza y la besé, metiendo mi lengua en su boca. Detrás de ella estaba el chico sobándola y ella también le agarraba el mandoble sin dejar de mover la mano. Nos estaba masturbando a los dos a la vez mientras se dejaba hacer.

Sentí que el agua dejó de caer de pronto, como si se hubiera cortado el suministro, y su novio dijo: - Se acabó la incomodidad. Ahora nos vamos a ir a la cama y nos vamos a follar a esta puta como dios manda. ¡Te vamos a destrozar el coño, zorra!.

Escuchar aquellos insultos y la violencia de sus palabras me produjeron cierta desazón pero enseguida comprendí que era parte del juego que ellos proponían. Nos echamos sobre la cama los tres, desnudos y húmedos, ella estaba empapada y no sólo por la ducha. Se tumbó boca arriba y nos ordenó que lamiéramos sus tetas, cada uno en una de ellas, y mordiésemos sus pezones. Mientras saboreaba el calor de aquel pezón me cogió la mano y la llevo hasta su coño que ardía. Comencé a pasar mi dedo por su clítoris, como le gustaba a mi mujer que le hiciera, haciéndolo subir y bajar muy rápido. A los pocos segundos se corrió dando grandes gritos que casi me hacen correrme. Su novio apartó mi mano y se echó boca abajo para lamer todos los jugos que brotaban de su cueva y yo me incorporé, me acerqué a su cara y le puse la polla sobre los labios para que me la trabajara un poco. El chico dejó de lamer:

- Vamos puta, cómele la verga, haz que se corra en tu cara. - Deja de chuparme el coño y dame tú también la polla que con ésta no tengo suficiente. Quiero que me llenéis de leche.

Acto y seguido metió mi nabo en su boca y succionó tan fuerte que temí que me la arrancara y no pude evitar entrar en el juego e insultarla. Ahora estábamos hechos animales, no parábamos de dedicarle improperios y ella se afanaba en ir de una a otra verga para no dejarnos demasiado tiempo desatendidos. Abrió la boca desmesuradamente y puso los dos glandes en su interior mientras con la lengua seguía acariciando desde abajo. Estaba a punto de estallar y ella se dio cuenta porque sacó las mangueras de su boca y, diciendo que todavía no quería que nos corriéramos, se puso a cuatro patas sobre su novio, clavándose la estaca en el coño de una gran culada. Me indicó que cogiera la vaselina que tenía en su bolso y un condón y que la enculara. Así lo hice, le puse la vaselina en el oscuro botón y me puse el preservativo. Lentamente fui clavando mi espada en su culo y ella gritaba que la estábamos matando. Suplicaba que la embistiera más fuerte, que la sacara entera y la volviera a meter. La angostura de su agujero hizo que me corriera poco después de estar empujando en su interior. Aunque me vertí seguí entrando y saliendo hasta que su novio también la llenó de semen.

Al sacar las lanzas ella se sentó en la cama y nos pidió que se las metiéramos en la boca. Me quité el condón y comenzó a lamerla y chuparla con devoción. A los pocos minutos estábamos siendo mamados y pajeados por la incansable mamona, mientras ella no dejaba de tocarse la pipa del coño y correrse. Él fue el primero en vaciarse y ella dejó que el semen salpicara su cara y resbalase por sus tetas para después lamer la verga mirándome, provocativa, invitándome a que yo hiciera lo mismo. Lo hice, vaya si lo hice, me corrí como nunca, parecía un caballo, y ella apuntaba hacia su cara recogiendo toda la leche y lamiendo la punta de mi carajo.

Después del polvo pasaron a la ducha y me dejaron en la habitación, retozando y poniendo en orden lo que había ocurrido. No se tomaron ni la copa que habían dejado preparada, salieron, se vistieron y se marcharon. Cuando les dije que si lo podríamos repetir otro día me dijeron que de ninguna manera. Esa fue toda la respuesta que me dieron antes de dejarme otra vez sumido en mi ostracismo.

 

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