Relatos Eróticos Flechazos

En el parque | Relatos Eróticos de Flechazos

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Acababa de salir de la facultad y necesitaba tomar algo, así que me dirigí a la cafetería de la misma. Pedí un refresco al camero y me senté en una mesa a disfrutar del trago. Me fijé que en la mesa de enfrente había una chica muy atractiva, de pelo castaño rizado y grandes ojos verdes. Sin darme cuenta de que la estaba mirando fijamente, me quedé absorto pensando en mis cosas. Cuando despierto de esa especie de trance me doy cuenta de que ella también me mira a mí fijamente, pero como seguía medio alelado ni siquiera aparto la vista de ella. Ella se levanta y viene hacia mí, cosa que me despeja por completo, y me dice:

- ¿Se puede saber por qué me miras tan fijamente?

- Lo siento. Estaba distraído pensando en mis cosas y no me he dado cuenta. ¿Eres de la facultad?

- Sí. ¿Estás solo, verdad? ¿Te importa que me siente?

- En absoluto. No te había visto nunca por aquí.

- Ya, es que estoy haciendo un M.B.A. y soy nueva aquí.

- Vaya, a mí me pasa lo mismo. ¿De dónde eres?

- Soy de Sevilla.

- Yo soy de aquí, de Madrid. ¿En qué zona te has instalado?

- He alquilado un piso en López de Hoyos.

- ¿Tienes clase ahora?

- No, pero no sé a dónde ir. No quiero volver a casa y no me apetece quedarme en la biblioteca.

- ¿Te apetece dar un paseo?

- De acuerdo, necesito hacer amigos.

- Ya has encontrado uno. Me llamo Pablo.

- Yo soy Clara. Encantada de conocerte. (Dos besos)

- Bueno, pues vamos al parque de enfrente, ¿te parece bien?

- De acuerdo.

Ella se levanta y tengo la ocasión de fijarme en ella. Lleva un vestido largo de tonos azules y violetas bastante ceñido que remarca su bonita figura. Sus formas redondeadas y firmes denotan un cuerpo bien cuidado, acorde con su gran estatura, de aproximadamente un metro setenta y cinco. Durante aproximadamente diez minutos entablamos una trivial conversación sobre nuestros gustos y aficiones, coincidiendo en algunos, pero no en la mayoría. Yo tengo la manía de mirar a los ojos de la gente muy fijamente mientras hablo, lo que suelen evitar mirando a otra parte, como si les intimidara. Pero Clara no desviaba sus ojos hacia otro lado, sino que me devolvía la mirada. Tenía unos ojos verdes preciosos que me cautivaban cuando los miraba, y que sabía usar muy bien para dar mayor énfasis a lo que decía, consiguiendo a veces que perdiera el hilo de la conversación por un instante. Nos sentamos en un banco bajo un olmo y seguimos hablando animadamente.

- Vaya, ya son las nueve. Tengo que irme. He quedado a las once con unos amigos y todavía no he cenado  le digo yo.

- ¿Ya te vas? Ahora que empezaba a conocerte. Se me ocurre... ¿Por qué no vienes a mi casa? Te invito a cenar.

- No sé. No quiero causarte ninguna molestia.

- No. Lo digo en serio. Me gustaría seguir hablando contigo

- Está bien. No tienes coche, ¿verdad?

- No.

- El mío está aquí al lado. ¿Nos vamos?

- Antes quiero pedirte algo.

- Pídemelo y veré lo que puedo hacer.

Entonces me coge de la mano y acerca sus labios a los míos. Yo, la verdad es que no me esperaba tal cosa (seré ignorante...), así que no reacciono hasta que me besa y se aparta.

- Lo siento... ¿Tienes novia, verdad?

Para cuando termina de decirlo ya he analizado la situación y me he mentalizado de que estoy solo en un parque con una chica preciosa a la que tengo en el bote. Me acerco a ella y le correspondo con un apasionado beso que saboreo lentamente mientras jugueteo con mi lengua en su boca. Sus fríos y húmedos labios con sabor a naranja me envolvían en una ola de sensaciones mientras la besaba. Le pasé una mano por la espalda al tiempo que bajaba la otra hasta sus caderas, que apreté y manosée, apreciando su espléndida forma, tamaño y tersura. Ella me imitó, no parándose en eso, sino que me metió la mano por debajo de los pantalones hasta tocarme el vello púbico. Como el cinturón no le permitía más, tuvo que conformarse con apretarme el bulto por encima de los pantalones. Yo comencé a tantear sus senos, que tenían un tamaño bastante generoso, y noté cómo se le empezaban a poner duros. En ese momento ella me desabrochaba el cinturón y el botón del pantalón, para posteriormente agarrarme el pene erecto con fuerza y empezar a masturbarme. Cuando llevaba un rato así, le aparté la mano y le subí la falda, para luego bajarle suavemente las bragas y dejar al descubierto su velludo sexo. Empecé a meterle un dedo, mientras con el otro le estimulaba el clítoris. Ella gemía de satisfacción cada vez más fuerte. Al rato, se bajó los tirantes del vestido para dejar sus hermosos pechos al aire, mientras se pellizcaba los pezones. Cuando vi que se estaba calentando y lubricando excesivamente, saqué un condón de mi cartera y le pedí que me lo pusiera para despejar toda duda de que quisiera ser penetrada. Una vez lo hizo, nos tumbamos en el césped y le introduje mi bastón del amor en su puerta del paraíso, provocándole un gran gemido a la vez que dio un pequeño respingo. Cogí sus tetas y comencé a chuparlas y a succionarle los pezones con gran ansia y excitación, al tiempo que ella me agarraba del pelo y me suplicaba que continuase. Yo no paraba de bombear sobre ella a un ritmo asequible al principio, pero que poco a poco se estaba tornando infernal. Ella no hacía más que gritar como una posesa, así que me acerqué a sus labios para besarla y evitar que pudieran oírnos y pillarnos de esa guisa. Ella aprovechó este acercamiento para subir las piernas sobre mis hombros, de manera que me facilitaba la penetración e incrementaba su gozo. El sudor recorría nuestros cuerpos a raudales y nos encontrábamos en una fase de gran excitación y desconcierto. En ese momento ella me volteó sobre su cuerpo para ponerse sobre mí. Sus pechos respingaban de arriba abajo como si fueran dos flanes, mientras me montaba con una gran maestría y fijando un nuevo ritmo más acorde a sus intereses. Sus gemidos comenzaban a crecer de nuevo para tornarse en auténticos gritos de placer. Yo estaba a punto de estallar en un orgasmo brutal y se me nublaba la vista mientras ella no hacía otra cosa que brincar sobre mí como si fuera una cama elástica. Entonces se replegó sobre mí y me dijo: - Ahhhhhh, sí, me voy, me voy. Sigue, amor, sigue un poco más. Ya llega. Sí, sí, así. Me corro. Ah, ah, ah, ah, ahhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhh -. Cuando vi que la hube satisfecho, aceleré un poco más el ritmo y eyaculé con todas las fuerzas que había cogido en los tres últimos días de inexistente actividad sexual, reventando en un gran mar de satisfacción orgásmica que me permitió liberarme de un gran peso testicular. Ella me abrazó con fuerza y me besó con un gran agradecimiento, a lo que yo correspondí con unas caricias de complicidad. Minutos más tarde cogimos nuestra ropa y nos la pusimos, dirigiéndonos posteriormente hacia mi coche.

- Ha sido maravilloso  dijo Clara.

- Sí, yo creo que definitivamente voy a dejar plantados a mis amigos para ir a cenar contigo.

- No esperaba menos de ti.

- Avísame si ves abierta una farmacia de guardia. Se me han acabado los preservativos. ¿O estás muy cansada por hoy?

- ¿Bromeas? Esto ha sido el calentamiento. Te voy a enseñar cómo se hace el amor en la cama.

- Ya he visto que te desenvuelves como una auténtica maestra. ¿Me vas a enseñar alguna postura nueva?

- Te voy a aleccionar como nunca nadie lo ha hecho, puedes estar seguro de ello.

- No me atrevería a dudarlo ni por un instante.

Veo una farmacia abierta y paro a comprar una caja de doce. Cuando entro al coche de nuevo, Clara me regala una bonita sonrisa y me besa en la mejilla. Sus ojos brillan con un resplandor apasionado.

- Eres un hombre muy completo. Eres atractivo, dulce, inteligente y muy apasionado.

- (Le regalo una sonrisa) Tú también me pareces estupenda. Cerebral y enérgica, de mirada penetrante y unos ojos preciosos y, ni que decir tiene que muy atractiva.

- Eres un encanto. Mira, tienes que torcer aquí a mano izquierda.

Aparco y entramos en su portal agarrados por la cintura. Mientras esperamos el ascensor no podemos dejar de mirarnos y acariciarnos. Cuando llega y entramos en él nos damos un apasionado y desenfrenado beso que hacía salir chispas de nuestras bocas. Una vez en su planta, abre la puerta de su casa y me invita a pasar. Su casa estaba tan fría como el interior de mi coche, y le hice notar la observación, a lo que ella me respondió que deberíamos hacer algo para calentarnos.

- ¿Quieres algo de beber?

- ¿Tienes whisky?

- Creo que sí, algo hay por ahí, pero no es muy bueno. ¿Lo quieres con algo?

- No importa, con Cola, por favor.

- Yo tomaré un vodka. Ponte cómodo, voy a prepararlo.

Mientras ella lo prepara, busco el servicio y me desahogo. Cuando salí casi se me calló la baba al ver que se había puesto un picardías negro que dejaba entrever su magnífica y escultural figura. En una mano llevaba mi copa, la cual me ofreció, y en la otra llevaba la suya. Mientras le daba el primer (y último) trago a mi copa, dejó la suya en la mesa y puso algo de música romántica. Me agarró por la cintura.

- ¿Bailas?

- Soy todo tuyo.

- ¿Todo el fin de semana?

- Bueno, ya veremos. Te lo tendrás que ganar.

- Qué malo eres.

- Tú en cambio eres muy buena en todos los aspectos.

Al tiempo que bailamos volvemos a darnos un húmedo y cálido beso. Ella me toma la mano y se la pone en el pecho. Yo (cómo podría rechazar una invitación tan sugerente) comienzo a masajearlos por encima del picardías. Se le estaba agitando la respiración y volvía a atacar a mi cinturón. Me desabrocha la camisa enérgicamente y me guiaba poco a poco hacia su habitación. Una vez allí, termina de desnudarme y me tira sobre la cama. Se pone encima de mí y comienza a hacer unos movimientos muy seductores, lo que aumenta más si cabe mi erección. Su voz me seducía diciéndome que le despojara de la prenda que le quemaba la piel. Entonces se puso en posición 69 y comenzamos a darnos placer oral. Clara estaba mojadísima y emanaba fluidos como si fuera una fuente. Entonces empecé a saciar mi sed con sus líquidos revitalizantes y reconfortantes mientras metía mi lengua entre sus rosáceos labios tan profundo como me era posible. Con mis labios le excitaba el clítoris mientras me entretenía saboreando su exquisito mejunje, mucho más estimulante que mi copa de whisky. Ella mientras se lo pasaba en grande chupando y mordisqueando mi pene y testículos, haciéndome sentir un placer tan intenso que a veces perdía la noción de lo que estaba haciendo y provocaba que quizás me entretuviera demasiado en alguna determinada zona en concreto. Cuando hube saciado mi sed, me levanté y me senté sobre la cama, poniéndome el condón y pidiéndole que se sentara sobre mí. Entonces, con sumo cuidado bajó hasta mi posición introduciéndose mi pene en su preciosa cueva afrodisíaca. Entonces me empujó hacia un lado y comenzamos a movernos intentando compenetrarnos para poder seguir el mismo ritmo, pues ambos estábamos de lado. Me dijo  Por eso te he pedido bailar. Así hemos ensayado y nos hemos estudiado. Imagínate que seguimos bailando -. Poco a poco nos íbamos sincronizando y Clara comenzaba a gemir, exhortando algún que otro "sí, así, así cariño". Entonces la puse a cuatro patas sobre la cama y me arrodillé detrás de ella, comenzando mi penetración desde la retaguardia. Mis testículos entrechocaban con la terminación de sus nalgas y el comienzo de sus duros y tersos muslos. El tacto de sus nalgas era fantástico, pues estaba en la flor de la vida y tenía unos carrillos juveniles y bien formados. Ella no podía aguantar el ritmo que le estaba imponiendo y comenzó a gritar como una loca a tal nivel que me pareció oír cómo golpeaban el techo con una escoba desde el piso de abajo. La música seguía sonando y caí en la cuenta de que estábamos armando un jaleo de campeonato. La cama era de muelles y éstos rechinaban como diablos, al tiempo que el suelo de madera chasqueaba a cada batida que daba a mi compañera. Entonces Clara se dio la vuelta y me puso debajo de ella, apretándome con una fuerza endiablada con sus piernas, lo que me produjo algo de dolor, que entremezclado con el placer y lujuria de ese momento, me produjo una extraña sensación y fue un acicate para mis embestidas, que reanudé volteándola de nuevo y adoptando una posición dominante, encargándose ella de cambiar las cosas tras pocos segundos, volviendo a ponerse sobre mí, acelerando esta vez el ritmo para llegar a un lujurioso frenesí en el que alcanzó un audible y explosivo orgasmo, al que acompañé segundos después con una gran sensación de alivio y libertad, pues había dejado de presionarme con sus femeninas pero poderosas piernas. Entonces comenzó a besarme y acariciarme la cara haciéndome notar que había sido maravilloso. Yo le sonreí y le acaricié la espalda, rodeándola con mis brazos y besándola de nuevo.

Nos pasamos el resto de la noche haciendo el amor y ensayando posturas que no había probado nunca con nadie hasta ese momento. Después de innumerables orgasmos, caímos rendidos el uno al lado del otro. El ejercicio físico que habíamos realizado nos había dejado extasiados, por lo que nos sumergimos en un profundo y agradable sueño, lleno de alegría y satisfacción.

A la mañana siguiente me despertó con un cálido beso en la mejilla. Me había preparado unas tostadas con mermelada y café.

- Buenos días, cariño. He preparado unas tostadas.

- Eres un sol. Me muero de hambre.

- ¿Te quedarás hoy conmigo? Anoche me lo gané, ¿no crees?

- No sé, no sé. (Me sonríe)

- Espero que no estés saliendo con nadie, por que no pienso dejarte escapar.

- No te preocupes, estoy a tu completa disposición. Ahora mismo le pido el divorcio a mi mujer y lo arreglamos enseguida.

- ¿Estás casado? No puede ser.

- (Me encanta la cara que puso en ese momento) No te apures, es broma.

- Mira que eres cruel -, me dice sonriéndome como aliviada.

- Uhmm. Están buenísimas. Me divorciaría sólo para probar estas magníficas tostadas cada mañana  dije siguiendo el juego.

- Sabía que te gustarían. Te las prepararé cada mañana que te despiertes a mi lado, así que ya sabes... Si quieres tostadas, tendrás que pasar la noche conmigo.

- Mira que eres astuta. Me das a probar tu miel para asegurarte que me muera de ganas de volver a saborearla de nuevo. Y no me refiero sólo a las tostadas.

- (Me vuelve a sonreír y me besa) Te quiero, Pablo.

- Clara, sólo tú tienes mi corazón, te lo has ganado.

Nos fundimos en un cálido beso acompañado de un fuerte abrazo, en el que sentí que una nueva era iba a empezar en mi vida. Una nueva era al lado de Clara

 

Relatos Porno
Los relatos eróticos más leídos

 

ENVÍA TU RELATO ERÓTICO

 

Más relatos eróticos

Relatos eroticos