Relatos Eróticos Gays

Daniel | Relatos Eróticos de Gays

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Encontré a Daniel en en el pub donde habíamos quedado. No hacía mucho que esperaba, según dijo cuando me senté a su lado. Nos conocíamos un poco, primero por el mail del contacto y luego por el canal de chat, así que sabíamos a qué íbamos. Habían sido dos semanas de lo más excitante, charlando acerca de nuestras intenciones. Los dos teníamos novia pero deseábamos probar nuestra supuesta bisexualidad, eso explicaba porqué habíamos quedado un miercoles en Barcelona, lejos de nuestras casas. Realmente, lo que en principio deseábamos era hacernos fotos sexy el uno al otro, ya que las que teníamos eran bastante mediocres, fruto de nuestras aventuras con el trípode. Sin embargo, nos confesamos el uno al otro que nos habíamos pajeado con nuestras imágenes e incluso durante nuestros chateos.Repasamos el material entre sonrisas cómplices, sin el convencimiento de que fuésemos capaces de hacerlo; dos cámaras digitales, el software de transmisión, los conectores y un viejo portátil que nos serviría para hacer las copias y la selección de las imágenes. Aparte de esto, en una bolsa juntamos los juguetes que habíamos traído cada uno.

Llegamos a la pensión que habíamos alquilado y echamos todo sobre una mesa. Nos mirábamos nerviosos esperando a ver quien era el que daba el primer paso. Finalmente, como habíamos decidido en el local de antes, nos desnudamos los dos a la vez. Nuestra curiosidad hacía que nos observásemos atentamente los dos. Daniel era algo más joven que yo, 25 añitos por 27 míos, algo afeminado, pero eso era parte de lo que me había atraido de él. Lo cubría muy poco pelo rubio, parecía lampiño. Me fijé bastante en su bonito culo, que ya había visto en las primeras fotos, y sentí que hacía lo mismo con el mio. El suyo era algo más prieto, muy redondo y, visto desde atrás, no conseguía ocultar el par de huevos que colgaban de su tranca. Ésta, de igual tamaño que la mía, sin ser enorme tenía buen tamaño. Pensé que, a la vista de los juguetes, no sería ningún esfuerzo tomar aquella verga por el culo. Lo mismo pensaría él, ya que ahora se mostraba más interesado en mi tranca que en otra cosa. La sesión fotográfica se haría por un estricto orden de turnos. Dos o tres fotos de uno, cambio al otro y vuelta a empezar. La suerte había decidido que Daniel comenzase, así que se puso en la primera de sus posturas.

Aunque mostraba ya una semierección, prefirió comenzar por la foto de espaldas, completa. No queríamos imágenes de nuestras caras, así que las evitaríamos en lo posible o habría que retocarlas si se daba el caso. Seguimos con un par de tomas más cercanas de su precioso trasero y luego me tocó a mi. A ninguno de los dos nos pasó por alto que nuestras pollas ya estaban bién trempadas cuando iniciamos la siguiente ronda. Daniel se puso de pie, doblándose sobre la cama y abriendo sus nalgas con las manos. En el centro de los blancos glúteos, se rebeló un agujero negro y apretado que cerraba su esfínter. Capté la imagen pero aquello ya empezaba a salirse de quicio. Sentía mi verga a punto de estallar, y la suya estaba cada vez más pegada a su estómago. Distraídamente le pregunté si podía tocar a lo que accedió,creo que encantado. Dejé la cámara sobre la cama y acerqué mi mano a sus nalgas. Calientes y suaves, más que las de mi novia. Daniel continuaba mostrando el canal de su culito y, sin pensarlo, lo besé. Pareció estremecerse un poco cuando seguí con la lengua el surco en busca del ojete. Al llegar a él, presioné ligeramente y noté a las claras como mi lengua entraba un poco en su interior. Gimió como una perra en celo y seguí abriendo el ano con mi lengua. Daniel comenzó a sobarse la polla y a decirme que se la metiese, que ya no aguantaba más para salir de dudas. Cogí como pude un frasco de lubricante para los vibradores y un condón. El joven insistió en ponérmelo mientras yo le embadurnaba su culo con la vaselina. Se puso como estaba, dándome la espalda y abriendo sus cachetes cuando le apunté al agujero. La tragó bastante fácil y sin dolor, prueba de sus costumbres con los juguetes. Quedamos un momento parados, ya com mi tranca en su interior hasta que él tomó la iniciativa. Se puso a moverse como una tía, clavándose y desclavándose el falo que, según él, sentía calentito, más que los vibradores. Enseguida le acompañé con mis propias acometidas, con lo que conseguíamos unas penetraciones profundísimas, más placenteras incluso que en el coño de una mujer. Sus músculos rectales aprisionaban toda mi verga que pugnaba por meterse más adentro aún cuando mis huevos chocaban con sus nalgas. Parecía increíble lo bién que decía estar pasándolo con mi rabo taladrándole, tanto que me fui excitando todavía más al pensar como iba a sentirlo yo. Debió darse cuenta, ya que le pareció que la polla que lo empalaba crecía un poco más. -¿cómo lo sientes cariño?-, le pregunté entre jadeos. Por toda respuesta, como pudo, me untó mi ojete con la vaselina que tenía al lado y me enterró un dedo. Era riquísimo, hasta que acertó a tomar uno de los vibradores medianos que había en la mesita y me lo encasquetó de golpe. Vi ligeramente las estrellas, pero me adapté enseguida e incluso lo arranqué a su máxima velocidad. Mi pene en su trasero, y en el mío el juguetito, aquello era insoportable. El placer me invadió en oleadas, las mismas que yo le lancé de semen que quedó recogido en el condón. Quedamos un rato inmóviles, hasta que se me aflojó del todo y se me salió sola. Preguntado acerca de lo que sentía, Daniel me señaló su tranca sonriendo y entendí. La tomé casi con miedo y la acerqué a mi boca. Besé el glande mientras él mismo se metía una clavija anal, -para retener mi esfínter-, dijo -ya verás cuando termine contigo, guapo-. Viendo que lo de chupar no era lo mío, de momento, tomé el bote de crema y esparcí un buén pegote más del que me había puesto él. Me tumbé boca arriba y le dije -tu turno-.

Creí que me llevaría al límite de la cama y que me tomaría allí, pero no. Después de ponerse un preservativo, subió al colchón y tiró de mi hacia la almohada. Allí cogió mis piernas y yo mismo las puse sobre sus hombros, pero ha e;o. Me culeó lentamente pero muy profundo, buscando el contacto de nuestras caderas. Me decía que mi culo era maravilloso, que que bueno era aquello, que había descubierto su sexo… a mi me estaba transportando a otra galaxia. A cada enbolada sentía un cosquilleo cerca de mi picha que comenzó a ponerse morcillona de nuevo. -¿La putita se está excitando otra vez?-, preguntó Daniel a la vista de mi nabo mientras me seguía dando. Tuve que tomarlo y comenzar a hacerme una paja salvaje que todavía ponía más cachondo al joven. Al cabo de poco, sin poder aguantarme, me vine soltando cortos trallazos de lefa que cayeron, la mayoría, sobre mi pubis aunque alguno de los primeros le alcanzó en su pecho. En ese momento, mis gemidos se intensificaron de acorde con los gruñidos de mi follador y aumentó el ritmo y la fuerza. Pensaba que quería atravesarme con su espada. Daba y daba hasta que, entre grandes gritos terminó. Unas cuantas sacudidas me indicaron su final cuando bajé mis patas y se desplomó sobre mi.

Luego de descansar un rato, vimos que se nos había hecho tarde. Sin embargo, no queríamos irnos sin probar antes otra cosita. Nos pusimos en posición de 69 pero de lado, para estar más cómodos, y comenzamos a jugar con las pollas. Daniel, como yo antes, se limitó a besar mi caperuza al principio. Yo me decidí a algo más y chupeteé sus huevos sin pelo, jugando con las bolitas en mi boca, siguiendo el miembro con la lengua y tragando el glande cuando llegaba arriba. Poco después él repetía mis movimientos y pronto estuvimos los dos dándonos unas mamadas más que aceptables. En poco rato, Daniel me avisó que se venía, momento en el que saqué su tranca de mi boquita y la pajeé tan rápido como pude hasta que sacó su poco cargamento. Yo me corrí casi con sólo verlo, pero lo cierto es que nuestras dos caras quedaron pringadas con semen del otro. Rendidos por el esfuerzo, tuvimos que esperar un poco antes de la ducha, en la cual casi empezamos de nuevo, pero ya se había hecho demasiado tarde.

 

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