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El profesor de natación | Relatos Eróticos de Gays

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Acababa de empezar las clases de natación, era el mes de marzo. Estaba muy contento porque iba a mejorar mi estilo nadando y porque me iba a poner las botas en el vestuario con los compañeros. En clase eran todas mujeres y un solo hombre mayor, de unos 50 años; en definitiva nada interesante. El profesor tampoco era nada del otro mundo. El día antes de empezar Semana Santa, nos comunicaron que las clases no iban a ser como las habituales, sino que aquél que quisiese podría ir a nadar por su cuenta y que tan sólo habría un profesor suplente que daría algunas orientaciones. Total, que con mi apatía habitual me dirigí a la piscina ya que no había podido irme de vacaciones. Cuando llegué al polideportivo, éste estaba vacío y pensé que me aburriría bastante.

Se acercó a saludarme. Yo me puse muy nervioso, con su voz ronca y amigable.

-Hola, he venido a nadar.

-¡Qué bien! ¡Por fin alguien!, llevo toda la tarde solo. Pensé que en este trabajo habría más diversiones pero no he visto desfilar un cuerpo en todo el rato.

No quise pararme a pensar que había querido decir con esa frase, pues siempre me creaba falsas fantasías y luego me llevaba grandes disgustos por querer ver más allá de las palabras. Así que antes de que notase la erección que me había provocado me metí al agua y empecé a nadar. Cuando ya me había ejercitado lo suficiente salí me despedí de Carlos, que así se llamaba (por cierto me guiñó un ojo, pero no quise sacar conclusiones). Llegué al vestuario que estaba completamente vacío (todo el mundo tenía vacaciones menos yo). Me quité el bañador y fui hacia las duchas, de camino a ellas entró Carlos en el vestuario quién se quedó mirándome fijamente el pene, que adquirió volumen:

-Ya he terminado mi turno, así que me ducho y me voy.

-OK.-le respondí

Procedí a ducharme rápido para no encontrarme con él en las duchas pues seguro me empalmaría y pasaría mucha vergüenza. Terminé y me empecé a vestir, en ese momento Carlos venía mojado pues me dijo se había duchado en las duchas de la piscina y se iba a cambiar. Yo estaba en calzoncillos y él en bañador. Fue ahí cuando pude ver su torso desnudo, no era muy peludo, pero era ancho de hombros, con fuertes pectorales y tripa firme. Se sentó a mi lado, y sonreía constantemente, comenzó a echarse crema por las piernas, estirando su musculosa pierna en el poyete y llegando a rozarme con la punta de los dedos. Cuando me quise dar cuenta empezó a masajearme el paquete.

-Esto forma parte de mi trabajo.-dijo.-tengo que dar masajes a los alumnos para que no se lesionen.

-Hombre la verdad es que precisamente esa zona no la he usado mucho para nadar.

-Por eso hay que ejercitarla ahora.-respondió con mirada pícara.- También se usa poco la lengua en natación.

-Sí, pero....
Me interrumpió metiéndome la lengua hasta la garganta. Nos estuvimos besando por más de cinco minutos, me empujaba con su fuerte y húmeda lengua, me lamía las orejas y yo a él también. A estas alturas de la película caí en la cuenta de que efectivamente detrás de las palabras se esconden ocultas intenciones, aprendí que debía confiar más a menudo en mi intuición. Mientras nos habíamos estado besando él ya me había recorrido todo el cuerpo con sus brazos fuertes y varoniles; había ido introduciendo dos de sus gordos dedos en mi ano. Enseguida me puso de pie y se agachó para trabajarme el culo. Sacó sus dos dedos y pude sentir algo más húmedo entrando por ahí. Me besó las nalgas y empezó a darme embestidas con su lengua dentro de mi ano.

-Me voy a correr.-le dije
Rápidamente me dio la vuelta y me la empezó a chupar. Me la besó y luego tras pasar su gran mano de mi culo a los huevos, se la tragó entera. Si nunca os la han chupado con un piercing en la lengua, os lo recomiendo: es inigualable, indescriptible. No pasó mucho tiempo hasta que de pronto exploté. Yo le había intentado hacer señas para avisarle pero no hizo ni caso. Se tragó toda mi leche. Le di un gran beso como agradecimiento. Ahora era yo quien debía explorarle a él. Le quité el bañador y salió a relucir una enorme verga. Era tan gorda como una banana canaria, estaba llena de venas, arterias y nervios, tenía una pinta estupenda, medía alrededor de 26 cm. La besé, le sobé las dos grandes bolas que le colgaban y tras chuparle el cuerpo intenté tragármela.

Nos limpiamos y nos volvimos a duchar entre caricias, carantoñas y demás arrumacos. Pocas semanas después, nos declaramos amor y estuvimos saliendo dos inolvidables meses.

 

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