Relatos Eróticos Gays

El vendedor | Relatos Eróticos de Gays

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Tengo una casita en una ciudad balnearea. Todos los años (aunque sea) me tomo unos días para ir a descansar.

Esto me sucedió el verano pasado. Faltaban dos días para que regresara a mi ciudad y era un día bastante feo, lluvioso y a decir verdad no había salido en todo el día de la casa.

En este lugar tengo varios amigos. Alguno de ellos, lo conocí por el chat. Así que no me sorprendió demasiado cuando a eso de las ocho de la noche siento golpear la puerta de entrada. Como estaba acostado leyendo, me levanté me puse un short de baño y fui presuroso a abrirla. El short es el que uso casi siempre para estar en casa, porque está bastante viejito con el elástico de la cintura vencido y el slip de adentro totalmente destrozado. Pero como pensé que era un conocido, no había problemas. Cuando abro la puerta, mi desconcierto fue total. En la entrada había un hombre de unos 35 años, alto bronceado y muy agradable.

- Si - le digo cuando lo veo.

- Disculpame, pero estoy asociando para el "Libro del mes", si te interesa, te puedo comentar acerca del asunto-

Yo no lo pensé dos veces. Como no tenía nada que hacer le dije "Pasá" Cerré la puerta y lo hice sentarse en el comedor. Mientras tanto estaba abriendo una carpeta en donde tenía todas las formalidades y las explicaciones del caso.

- Querés tomar una cervecita? - le pregunté.

- Si no es molestia.

- No - le dije - Esperá que ya te traigo

Fui a la cocina y saqué dos botellas individuales que estaban fresquísimas le di una, la abrió tomó un trago largo, mientras me explicaba todos los detalles pertinentes del caso. A mí lo único que me interesaba eran sus ojos negros y su barba incipiente. Tenía voz de locutor, una voz profunda y muy masculina, en mi imaginación lo vi diciéndome otras palabras en otro lugar que no era casualmente el comedor...

Para mostrarme bien, cuales eran los beneficios que tenía asociarse, acercó su silla a la mía y en un momento nuestras piernas se tocaron. Yo la dejé pero él la apartó enseguida. Me seguía explicando mirándome con esos ojos profundos, en los que yo quería perderme indefinidamente. Cuando terminamos las cervezas, fui a buscar dos más. Hacía mucho calor y se prestaba para tomarlas.

- No gracias - me dijo - Si sigo tomando, me pongo en pedo -

- Solamente con dos cervezas? Vamos, no pasa nada -

Para no rechazarme, pensando que había hecho la venta, la comenzó a tomar. Mientras tanto me preguntó de donde era, que era lo que hacía y yo entre una cosa y otra le fui contando que hacía poco que me había peleado (sin contarle el sexo de mi pareja), que no me encontraba todavía recuperado y que por eso me había tomado unos días para reflexionar sobre todo lo que me había pasado. Me contó que hacía un tiempo largo que no salía con nadie, obviamente, tenía encuentros fortuitos, pero nada serio, porque realmente no le interesaba. Cuando estaban las botellas a la mitad, me preguntó donde estaba el baño, porque se estaba meando. Yo lo acompañé hasta el mismo. Y volví al comedor para esperarlo.

Como tardaba mucho y pensando que le habría sucedido algo, me dirigí hasta allí, le golpeé la puerta y le pregunté si estaba bien. Me dijo que ya salía, que se le había roto el cierre del pantalón y me dijo que estaba tratando de arreglárselo. Yo le contesté que saliera que si quería una aguja el hilo para arreglarlo que se lo podía suministrar. Me lo agradeció abrió la puerta y apareció con el pantalón abierto y un pequeño color en las mejillas. Yo hice como si no me hubiera dado cuenta, fui a buscar las cosas nos dirigimos al comedor y para que se pudiera coser el mismo, le dije que porqué no se lo quitaba. Lo hizo. La sorpresa que tuve no la hubiera esperado! Cuando se sacó el pantalón, me encontré con uno de los bultos más grandes que había visto en mi vida! Estaba en calzoncillo de tela, esos que te cubren todo, llegan hasta casi las rodillas y no se puede ni siquiera adivinar que se esconde bajo ellos... Bueno, pues el bulto del vendedor, era tan grande que se imaginaba por el costado derecho del calzoncillo! Trató de enhebrar la aguja, pero se le cayó al piso. Me agaché para ayudarlo y me encontré con sus piernas abiertas debajo de la mesa. Por la pierna de la ropa interior, como era ancha, pude apreciar que tenía el glande de color amarronado y grande, me hubiera gustado quedarme ahí por horas, pero como no quería que se diera cuenta, encontré la aguja y cuando levanto la cabeza para entregársela, a propósito, le toqué la pierna con la cabeza. Me agradeció y trató en vano de enhebrar nuevamente la aguja pero no pudo. Se empezó a reir nervioso.

- No puedo hacerlo - me dijo.

- No hay problema, querés descansar un rato? - le pregunté.

- Me quedo acá un momento sentado y ya se me va a pasar - me contestó -Lo que pasa es que con todo el día dando vueltas por la calle y con el estómago vacío, si tomás algo de alcohol, te mata!

- Querés que comamos algo, llamamos a una pizzería para que nos traiga algo y ya está - le dije.

- No por favor, no quiero molestarte. Me recupero un poco y me voy.

- No es molestia, además no tenía nada planeado para hoy a la noche y la compañía me va a hacer bien.

- Si es así... - dijo dudando.

Antes que se arrepintiera, llamé a una pizzería que quedaba cerca de casa. Mientras tanto conversamos de uno y mil temas distintos, se llamaba Diego, era una especie de "buscavidas", cuando no le gustaba un trabajo, lo dejaba y como era muy culto y tenía mucha experiencia lo tomaban enseguida para cualquier cosa. Cuando llegó la pizza, yo comí dos porciones, porque en realidad mucho hambre no tenía, pero Diego, se comió las seis restantes con mucho apetito. Además, le gustaba tomar y seguimos tomando varias cervezas. Nuestras piernas, en varias oportunidades se habían chocado. Yo sin que él se diera cuenta, fui arrimando más mi silla a la suya. En un momento dado, nuestras rodillas se juntaron. No dijo nada y la dejó quieta. Su piel me erizaba, me gustaba su contacto. En un momento dado, me levanté y fui a calentar café, cuando volví con las dos tazas, corrí la silla y me abrí de piernas. Como el short de baño que llevaba puesto me quedaba algo chico y el elástico estaba roto, se escapó por el costado mi verga y huevos, los cuales se podían apreciar a simple vista y debo reconocer que tengo lo mío. Diego de vez en cuando miraba como al pasar mi entrepierna y se tocaba el bulto. Nuestra charla seguía siendo intrascendente, pero nuestras miradas estaban cada vez más llenas de erotismo. Diego a su vez, también corrió su silla y se sentó enfrente mío con las piernas abiertas también. Pude apreciar que su bulto había crecido de tamaño y la cabeza ya se le estaba escapando por el costado del calzoncillo. Cuando hablaba, para poner más énfasis en sus palabras, me tocaba la pierna con una mano. Con cada roce mi verga iba creciendo, hasta que llegó un momento en que fue notoria la erección que tenía.

- Veo que tu amiguito tiene ganas de jugar un rato - me dijo señalándome la entrepierna.

- No me di cuenta - le dije con una sonrisa - Es que el alcohol, en mí tiene este efecto.

- Me parece que a mí también me está pasando lo mismo - Me dijo agarrándose el bulto por encima del calzoncillo.- A veces tiene mente propia.

- Que problema, no? Vamos a tener que hacer algo para solucionarlo.

- Por mí no tengo inconvenientes - Me dijo con una sonrisa sarcástica- Tenés algo en mente?

- Si, pero no sé si a vos te va a gustar.

- Por qué no probás? - Me dijo sacando la mano de su entrepierna y acercando su silla a la mía.

No me lo tuvo que decir dos veces. Extendí mi mano y agarré su carne. Era algo increíble! Mi mano no podía cerrar su circunferencia. Me paré. Hizo lo mismo. Me agarró la verga. Nuestras miradas se unieron. Nuestros labios se juntaron. Su lengua, experta, penetró en mi boca. Nos separamos y en dos minutos corrimos la mesa y nos tiramos en el piso alfombrado. Nuestras manos empezaron a acariciar el cuerpo del otro. Le fui desabotonando su camisa y descubriendo una maraña de pelos que tenía en todo el pecho y le llegaba hasta la entrepierna y seguía más allá. Mi boca se adueñó de sus tetillas, que a su contacto se pusieron erectas. Fui descendiendo lentamente, disfrutando de cada pedazo de piel que inspeccionaba. Cuando llegué a su miembro, lo mordí por arriba del calzoncillo gordo y largo como un palo. No pude aguantar más y lo desnudé, dejando al descubierto todo su mástil y sus huevos grandes como manzanas. Me metí el glande en la boca que ya estaba perdiendo parte de su líquido. Sabía salado, me gustó. Traté de meterme la mayor cantidad posible en la boca, pero no pude llegar más allá de un poco más de la mitad, que ya me había llegado a la garganta. Sus manos guíaban mi cabeza arriba y abajo, para que metiera cada vez un poco más. En un momento tuve que sacarla totalmente de mi boca para respirar y cuando me di cuenta la cantidad que me había entrado, no lo pude creer. Mientras respiraba a grandes bocanadas, Diego se levantó y se metió mi verga en la boca. No es que la mía sea chica, mide aproximadamente unos 20 cm y es gordita, pero al lado de la suya, parecía un alfeñique. Empecé a penetrar su boca en un baibén cada vez más acelerado. Mis bolas golpeaban en su barbilla. Cuando no puedo más y lanzo varios chorros de esperma que recibe goloso en su boca. Caigo de rodillas y Diego me alcanza y me besa. Mi semen todavía en su lengua, impregna toda la mía y hasta que no queda nada en nuestras bocas, no nos separamos. Su verga todavía durísima necesitaba de ayuda. Me agacho para recibirla en mi boca, pero Diego no me lo permite. Tenía otras ideas. Toma un almohadón de uno de los sillones, me acuesta boca abajo en el piso, dejando mi vientre levantado. Estoy super relajado en el piso, puede ser por la cerveza y por las ganas de ser penetrado, aunque tuve algo de miedo, nunca me había penetrado algo tan grande! Con sus manos separa mis nalgas y su lengua empieza a investigar en mi culo. Trato de abrirme lo más posible para ayudar a su trabajo. Me introduce dos dedos en el ano, un tercero, incluso un cuarto. Cuando notó que podía recibirlo, los sacó se ensalivó bien el miembro y lo apoyó en mi entrada. Empezó a empujar. Separé las piernas al máximo. Su glande entró con alguna dificultad, pero estaba dispuesto a que ingresara del todo. Siguió penetrando, mi ano se contraía y expandía a su camino, tratando de expulsarlo, tratando de retenerlo. En un momento dado el dolor se hizo casi insoportable y como lo notó por mi quejido, se paró en seco, esperando que me habituara a su tamaño. Cuando me hube relajado, siguió penetrando hasta llegar al final. No podía creer que había podido recibir todo ese vergajo! Por lo menos medía 28 o 30 cm! Empezamos a movernos lentamente, tratando de unir nuestros ritmos. Mi verga se había levantado nuevamente y la fricción con la tela del algodón me daba una linda sensación. Sin sacármela me hizo poner en cuatro patas y así siguió penetrándome. Me agarró la pija y me empezó a masturbar. Aceleramos el ritmo. Nuestras respiraciones se hicieron más rápidas. Empezamos a gritar. Sacó su herramienta y empezó a eyacular en mi espalda largos chorros de esperma, que creí que no se acabarían nunca. Yo acabé casi en el mismo momento. Cuando termino, nos caímos abrazados. Cuando nos recuperamos fuimos a ducharnos juntos.

Se quedó conmigo en casa hasta que me volví a mi ciudad. Pasamos dos días inolvidables. No quise que me acompañara hasta la terminal de ómnibus, no valía la pena. Nos despedimos con un "hasta luego", aunque tal vez no nos volveríamos a ver. Recibí tres e-mails de él, los cuales me apresuré a responder. En ellos me decía que estaba buscando otro trabajo. Durante tres meses, no supe nada más. Me hacía falta y aunque solamente pasamos dos días, fueron insuperables. La semana pasada recibí un e-mail en donde me comentaba que por razones laborales, tendría que venir a mi ciudad y si le va bién se piensa quedar un tiempito...

 

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