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Un encuentro en Higuerote | Relatos Eróticos de Gays

Publicado por Pedro Daboin el 11/07/2015

Siempre se ha dicho que el negro tiene el órgano sexual grande. Eso lo ha afamado y muchos pueblos de Venezuela se han convertido en supuestos paraísos para los gays. Ya he cumplido 50 años. Spy un homosexual que siente placer en ser penetrado, en mamarse un buen guebo, en saborear una abundante chorro de semen pero nunca he tenido sentimientos de amor hacia hombres. Me asquea viéndolos besarse y no concibo el matrimonio gay. Lo mio es solo goce físico.
Hace unos días visité Higuerote. Toda una semana que dedique a contactar hombres. Habían días de hasta cuatro negros pero puedo decirles que nada fue extraordinarios. Guebos de diversos tamaños, la mayoría no mayores a 15 centímetros. Hubo un negro muy alto, fuerte, cuerpo gym al cual me levanté en una panadería. Cuando, ya en mi automóvil le acaricié y vi el tamaño de su pieza me decepcioné. Consideré perder el tiempo dejarme hacer cosquillas por algo que no medía ni siquiera cinco centímetros y que no era más grueso que mi pulgar. El pobre negro casi lloró ante mi negativa. Acepté porque me promedió darme un beso negro del cual, no lo puedo negar, quedé muy satisfecho. Su penetración no la sentí a excepción del fuerte chorro de semen. Un día en la mañana salí a desayunarme y en la redoma desde donde se va a las playas estaba un joven sentado. De color blanco y pelo amarillo. Vestía con un pantaloncillo y una franela sin mangas. No utilizaba calzado. Me detuve y le pregunte su destino, respondiéndome que iba una de las playas donde se ocupaba de ayudar a los visitantes con sus cavas, gaveras de refrescos y cualquier cosa que quisieran trasladar. Le ofrecí llevarlo. Iniciamos una tonta conversación y en muy poco tiempo inicié las caricias a su entrepierna. Lo que toqué me sorprendió. Una masa de carne que aún fláccida era impresionante. Comenzó a endurecerse con mis caricias y bajándole el pantaloncillo descubrí la verga más grande que vi en mi vida. No se podía sostener erecta por su tamaño y peso. Al dejarla descansar le llegaba a mas de media pierna. Gruesas venas surcaban su superficie. La cabeza, en proporción al resto er muy pequeña. Al pelarla estaba con pedazos de esmegna mezclada con los viscosos líquidos producto de la excitación. Detuve el vehículo y comencé a mamársela. Desde las inmensas bolas hasta la punta del glande. Igual que chuparse un helado de barquilla. Comenzó a jadear y con conculsiones acabó en mi boca. Un semen espeso como la miel. Aromático a mar. Caliente. Creo que hubiese llenado una pequeña taza para servir café. Fue un deleite. Lo mantuve en mi cavidad bucal disfrutándolo a cabalidad. Continúe la marcha y preferí detenerme en las proximidades de unos pequeños negocios que permanecían cerrados y solo abrían el sábado y el domingo. Allí monté una pequeña carpa de armado rápido y un par de sillas. El joven vivía con un padrastro maltratador que lo humillaba y pegaba a diario. Lo poco que ganaba se lo quitaba y no le dejaba dormir dentro de la casa. Tenía que hacerlo en el patio sobre un maltratado colchón. Le pregunté por su experiencia sexual confesándome que solamente un profesor del liceo donde estudió el año pasado se lo mamaba pero nunca pudo penetrarlo porque según el profesor era muy grueso. Volví a acariciarle el guebo. Con rapidez logró la erección. De rodillas ante el volvía mamarlo. Empezó a llover. Quise que me cogiera bajo la lluvia. Tome el tubo de vaselina y lubrique mi ano y todo el gigantesco guebo. Me puse en cuatro patas y le pedí que me lo metiera con suavidad. Poco a poco aquella inmensa masa de carne inundo mi intestino. Sentí como se me dilató el esfínter y como llegó hasta el fondo quedando afuera una buena parte. Comencé a menearme, a gemir, a proferir palabras de excitación. Mi macho solo decía lo rico que estaba sintiendo. Le pedí que no me acabara en el ano sino en la boca. Cuando estaba a punto me lo sacó pero no hubo tiempo de meterlo en mi boca. El chorro de leche baño con fuerca mi cara pero algo aproveché al meterlo en mi boca.
Leofrecí mi casa en Caracs lo cual aceptó. Ahora lo disfruto a mi placer. Le estoy dando una vida cómoda. Estudia y se alimenta debidamente. Trataré de hacer de el una persona de provecho

 

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