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Un lugar para disfrutar | Relatos Eróticos de Gays

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

A lo largo de muchos años desde joven hasta hoy mismo he concedido, muy a gusto, mi intimidad posterior a muchos, muchísimos hombres que me han recambiado llevándome al paraíso con sus pollas y sus caricias. Si alguno de ustedes ha tenido la paciencia y la amabilidad de leer mi ultimo relato ("Como mi amante se enteró") y los anteriores en este citados sabrá muy bien de lo que hablo. Desde entonces decidí apostar para satisfacer mis deseos de polla mediante encuentros esporádicos con desconocidos y ya no tuve nunca más un amante fijo, ni lo busqué. Los ambientes más distintos fueron testigos de cómo mi joven traserito era ensanchado y llenado por miembros de muy distinta anatomía, tamaño y color (cierto es también que por lo que al color se refiere solo mucho más tarde, ya en edad de "señora", recibí y disfruté de mi primera polla negra).

Parques públicos, salas de cine, coches aparcados en descampados solitarios, cuartos oscuros de saunas y pisos particulares vieron como un jovencito rubio, inexperto y con buen culo se trasformaba en una putilla hábil e insaciable. De todos estos lugares que he citado quisiera ahora hablar de uno en particular que recuerdo con mucho cariño por haber disfrutado mucho en él dejándome follar, a lo largo de bastantes años, por una verdadera multitud de hombres. Este era un cine X de una gran ciudad mediterránea a donde llegué, y me quedé, después de acabar los estudios: estaba situado en el casco antiguo de la misma, en una pequeña plazoleta, con enfrente unos porches que la separaban de otra más grande. Es con objeto de rendir un cariñoso homenaje a este lugar, que desgraciadamente ya no existe, que deseo relatar cuanto sigue.

Llegué a esta ciudad en el mes de Julio de un verano muy caluroso con mucho trabajo por realizar así que durante un par de semanas tuve que solucionar muchos asuntos y tareas pendientes. Llegó por fin el momento en el cual pudo relajarme y fue entonces cuando toda la gana de concederme a un hombre que me hiciera el amor explotó con toda su fuerza. Aquel Sábado de finales de Julio tenia una comida de compromiso con gente del trabajo pero conseguí escaparme a primera hora de la tarde con no sé que excusa. No sé tampoco como elegí este cine X entre todos los que había pero desde luego me costó un poco encontrarlo y tuve que dar bastantes vueltas por las bochornosas y tórridas callejuelas del casco antiguo hasta dar con él.

Finalmente entré en él y al cabo de pocos segundos ya estaba en la sala de proyección, afortunadamente, refrigerada. La sala era amplia así como su pantalla ocupada en aquel momento por la imagen de una morenaza de grandes tetas y coño muy velludo tendida de lado y recibiendo en el coño una polla de gran tamaño. La escena me excitó tremendamente: me hubiera encantado estar en lugar de aquella mujer, tener sus grandes tetas de pezones grandes y oscuros así como su gran coño velludo y sobretodo aquella gran polla entrando y saliendo.

Con la vista ya acostumbrada a la oscuridad de la sala pude ver que había pocos asistentes y una pareja de hombres masturbándose recíprocamente en un rincón más oscuro: comprendí estar en el lugar apropiado. Ahora la mujer de la pantalla se había colocado a cuatro patas y el hombre clavó de nuevo su gruesa polla en su coño desapareciendo este por completo en medio del espeso vello negro. Con el corazón a mil y las piernas temblorosas por el deseo de recibir un buen rabo me dirigí a los lavabos cuya entrada había conseguido individuar. Aparté una doble cortina de terciopelo pesado y entré en ellos. Un hombre de unos 40-45 años de edad de aspecto norteafricano, adosado al orinario de pared y masturbándose despacio, era la única presencia: me coloqué a su lado dejando un espacio libre entre nosotros y sacando mi rabo ya bastante excitado.

El hombre al principio pareció no enterarse de mí: luego, quizás a causa de mis miradas indiscretas, me miró sonriendo por debajo de sus bigotitos y al cabo de un corto rato se separó del orinario enseñándome su polla en plena erección. Era larga (quizás algo más que 20 cm) pero no muy gruesa y, sobretodo, aparecía tremendamente tiesa. Mediante una mirada de sus ojos me indicó que entrara en uno de los retretes cosa que hice de inmediato dejando la puerta entreabierta. No era el primer hombre norteafricano que me follaria y sabia muy bien lo mucho que mi culo de rubia le encantaría. El retrete era un espacio angosto a donde no llegaba el aire acondicionado de la sala de proyección, con las paredes recubiertas de baldosas claras encima de las cuales eran dibujadas unas florecitas azules y bastante limpio a pesar de todo. La cara interior de la puerta era llena de frases y supuestos números de teléfonos pero lo que destacaba sobre todo era el dibujo de una enorme polla, realisticamente representada con sus gruesas venas y una gota de semen saliendo de su capullo, que ocupaba buena parte de su superficie.

En la misma puerta, a un metro de altura más o menos, habían unos cuantos agujeros que hacían presumir como aquello no fuera un lugar muy intimo y que la presencia de mirones fuera un hecho corriente. Lejos de molestarme este detalle me excitó todavía más (siempre me ha encantado ser mirado cuando me están follando) y en aquel momento nunca hubiera imaginado que aquellas paredes serian testigos de las decenas de veces que amigos bien dispuestos y mejor dotados tan amablemente me llenarían primero con sus pollas y luego con su semen. Como esperado y deseado la puerta se abrí despacio dejando entrar mi amante ocasional con los pantalones ya bajados a medias y su polla al aire. Sin darme tiempo ni siquiera a desnudarme empezó a sobarme las nalgas y meterme toda su lengua en mi boca. A fatiga conseguí quitarme la camiseta y bajarme del todo los pantalones. "Que dura la tienes" le dijo masturbando su polla con una mano y acariciándole las pelotas con la otra. Sin contestarme me hizo arrodillar y me colocó su verga durísima en la boca momento en el cual empecé a chupársela como mejor sabia aplicándome con todo el cariño posible.

Aquello sin embargo duró muy poco: me hice levantar y me abofeteó mis preciosas nalgas a lo cual me dí la vuelta meneando como una puta mi traserito. "¡Agáchate!" ordenó mi amante. Se llenó de saliva su mano derecha y me lubricó mi agujero, ya muy abierto, metiéndome por entero dos dedos. "Vaya coño de puta que tienes". De inmediato retiró sus dedos y colocó su polla la cual, al no ser muy gruesa y visto el tamaño de mi agujero, entró por entero sin casi necesidad de empujar quedándose fuera solo sus pelotas que ahora colgaban de mis nalgas como frutas maduras.

Empezó a encularme con buen ritmo metiéndola y sacándola por completo mientras que yo buscaba el máximo placer meneando como una loca mi culo y aprovechando como podía el escaso grosor de su polla. Con un empujón me hizo agachar todavía más y ahora mi cara casi se apoyaba en la tapa del water: sin embargo esta nueva posición abrió todavía mas mi agujero y su polla sutil se deslizaba ahora por ello sin que casi me enterara y obtenía el placer que buscaba únicamente por la profundidad que alcanzaba. Mi amante se estaba dando cuenta de estar follando una rubia muy exigente y acostumbrada a rabos de bien otro tamaño. No me parecía justo privarle del placer que merecía por haber decidido hacerme el amor así que decidí apretar al máximo mis nalgas y mi agujero se cerró con fuerza alrededor de su polla. La medida dio, como previsible, su resultado a juzgar por como empezó a disfrutar mi follador ocasional. "Oh cariño que culo bonito que tienes que me hace enamorar" dijo él poniéndose muy tierno.

Me levanté entonces de nuevo en posición erecta: en esta posición disfrutaba mucho más de su rabo durísimo y empecé a gemir de gusto al mismo tiempo que el inició a besarme por todo el cuello. Su mano izquierda estrujaba ahora uno de mis pezones mientras que con la derecha empezó a acariciar mi gran polla sin parar ni un solo instante de metérmela hasta el fondo. La verdad es que si había empezado algo tibio al ver la dotación de mi amigo ocasional, bastante mas pequeña a la que estaba acostumbrado, ahora debía reconocer su gran habilidad de enculador. Sus manos recorrían mi cuerpo constantemente y mi pollón no quedaba en ningún momento desatendido así como mis nalgas que periódicamente recibían una buena bofetada. Me separé un poco de el dejando su polla, que seguía muy tiesa, mitad fuera y mitad dentro de mi culo hambriento y, sin dejar de apretar mis nalgas, empecé a mover mis caderas en amplios círculos como si estuviera bailando la danza del vientre con la clara intención de provocar su corrida dentro de mi culo.

Sin embargo su hermosa forma de encularme y su trabajo de masturbación sobre mi gruesa polla hicieron que fue yo quien llegó primero al orgasmo con una abundante corrida que lo dejó todo perdido de semen. Mis piernas se doblaron por la intensidad de este orgasmo y si no hubiera sido por el que me tenia bien agarrada en sus brazos y bien penetrada por su polla seguramente me hubiera ido al suelo. De mi polla seguían goteando todavía gruesas gotas de semen hilante cuando el me hizo de nuevo agachar y volvió a encularme con mucha fuerza durante bastante rato hasta que paró en seco y vació por completo sus pelotas en mi culo acompañando su corrida con soplidos salvajes y una ultima agradecida bofetada de despedida a mis nalgas. Sacó solo entonces su polla que presentaba todavía un buen aspecto y seguía aun bastante tiesa. Sorprendentemente, mirando por pura casualidad mi reloj de muñeca me dí cuenta que había estado follandome sin parar y sin sacarla nunca durante unos largos, que muy largos, 45 minutos. Esto era todo un récord si, hasta entonces, nadie había aguantado enculandome más de 5 o 6 minutos sin correrse en mi encanto de trasero.

¿Había sido yo enculada por un semental de dotación más bien regular pero de resistencia excepcional?. ¿No estaba ya tan buena como para provocar corridas rápidas a mi amantes ocasionales?. Mientras en mi cabeza daban vueltas a estas trascendentales preguntas mi amigo se había ya arreglado y se despidió de mi con un besito tierno en la mejilla. "Hasta pronto culito de oro" dijo y se marchó.

 

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