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Un receso en el trabajo | Relatos Eróticos de Gays

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

No siempre es fácil saber cuando hay que parar para tomarse un respir

Me acuerdo de aquella tarde que nos quedamos solos en la oficina.Estábamos cargados de trabajo. Tú especialmente te sentías presionado para tener listo el informe para la mañana siguiente. Yo lo que tenía era unas ganas tremendas de guerra. Hacía días que no follaba con mi mujer y me encontraba a reventar. Por mí hubiéramos mandado todo a paseo para perdernos en el sofá, como ya habíamos hecho alguna otra vez. Mi polla estaba como una piedra.

Ahora se que hice bien en deslizarme bajo tu mesa. Discretamente te fui desabrochando el pantalón, bajándote la bragueta, tirando de él junto con los boxer hasta ponértelos en los tobillos. Sin desconcentrarte de tu tarea te dejabas hacer; a nadie le amarga un dulce.

Me gusta ver tu polla flácida. Es menuda, de forma agradable, con el glande que apenas asoma por el prepucioNo siempre tengo ocasiones de verla así, ya que cuando nos decidimos a pasar un buen rato ya estamos totalmente empalmados. Esa tarde jugué con ventaja; tú estabas demasiado abstraído en el informe.

Es justo así como más me gusta metérmela en la boca; me cabe entera, la muevo con mi lengua como si fuera un caramelo. Tardaste en reaccionar. La concentración en tu trabajo influía, lo que me permitía disfrutar pausadamente de tu colita minúscula.Pero al final fue despertando. Poco a poco notaba como crecía en mi boca y se endurecía. Al poco ya empezaba a percibir el sabor característico de tu líquido preseminal, señal inequívoca que mis caricias no te eran indiferentes.

Era el instante preciso para deslizar suavemente mis labios sobre la piel de tu glande y descapullártela. Con cuidado, evitando hacerte daño, pasando mi lengua por tu capullo empapado y suave que no paraba de destilar ese delicado elixir salado.

Tu apéndice había pasado de ser una colita casi infantil a convertirse en un pollón de campeonato. Me encanta mamarte el pollón. Primero me recreo en el glande, saboreándolo, para luego introducírmelo profundo en la boca llegando casi a la garganta. Despacio primero, más deprisa después mientras con mi mano te meneo ese falo prodigioso.

Ya estabas caliente como una perra en celo. Por eso izabas las piernas y separabas con tus manos los cachetes del trasero ofreciéndome tu orificio secreto. Nada más necesitabas decirme. Sin parar de chupártela jugaba con mi dedo en torno a tu ano. Poniendo la punta sobre el centro presionabapara poco a poco llegar a clavarte el dedo hasta el fondo.

No podías evitar los gemidos de placer. Y además, con el dedo no tenías bastante. “Méteme el cipote, cabrón”, me decías completamente fuera de ti.

Te incorporaste, te quitaste los zapatos y los pantalones y te tumbaste en la mesa boca arriba. Elevando las piernas volvías a abrirte el culo con las manos, ofreciéndome ese ano que acababa de disfrutar las profundas caricias de mi dedo. Me encanta verte en esa postura, abierta como una putita con ganas de macho.

Me bajé los pantalones y los slip rápidamente. Coloqué mi polla en tu entrada y suavemente te penetré. Me gusta sentir como tu esfínter se abre y cede a la presión de mi glande húmedo; me gusta sentir como acaricia mi rabo según se va introduciendo en tu trasero.

Bombeaba contra tu culo abierto sin cesar de menear tu falo de acero. Ninguno de los dos podíamos evitar gemir de placer.

No tardé mucho en correrme en tus entrañas. Tu notabas las descargas de mi semen dentro de ti y al poco fue tu polla la que empezó a proyectar goterotes de lefa que se esparcían sobre ti, sobre mi y sobre el resto de la mesa....



¿Ves como valió la pena hacer un pequeño receso en el trabajo?

 

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