Relatos Eróticos Hetero

Los chicos de Elia | Relatos Eróticos de Hetero

Publicado por WarmNinfa el 23/08/2009

Este relato tiene varios "capítulos". espere que les guste!

Èlia

Cómo conocí a Èlia
Conocí a Èlia cuándo tenía 36 años. Ella, aún era una niña de 18 años recién cumplidos, pero des del día que la conocí supe que entre nosotros dos habría una larga historia.
Ese día, fui a tomar unas birras con un compañero de trabajo cuándo nuestro turno terminó. Yo llevaba una mala época, me habían retirado el carné de conducir y no conseguía encontrar nada ni nadie que me llenara. Jorge, mi compañero de trabajo, tenía 28 años y las cosas tampoco le iban muy bien, por lo que nuestra conversación era más bien deprimente. Cuándo ya llevabamos bastantes birras, alguien llamó a Jorge y me sorprendió la sonrisa que dibujó en su cara. Salió del bar contestando al teléfono y al cabo de medio minuto estaba de vuelta. Se sentó en el taburete y me contó:
- Bien, esta semana había quedado con una amiga y me ha dicho que ahora es el mejor momento para quedar que el resto de días no le va bien. Ya verás, te caerá bien.
- Joder tío, me lías a salir y luego te traes a una tía? por lo menos que llevara una amiga no??
- Jajaja, no hace falta! A mi no me interesa, simplemente me encanta su forma de ser. Y cállate que está al llegar, que estaba de compras aquí en Travessera de Gracia.
Así que le hice caso, y me callé. Tal y como era Jorge me imaginaba cualquier cosa de la chica excepto con lo que me encontré.
- Mira, ahí está: Èliaaa!!
Y entonces vi a la chica justo al lado de la puerta, levantando la mano para saludar y casi me caí del taburete cuándo Jorge rió y repitió k iba a caerme bien. La vi avanzar hacia nosotros, morena, con el pelo largo ondulado, los ojos verdes, 1’65, con zapatos de tacón negros debajo de unas piernas delgadas y bronceadas, con una mini tejana ajustada, moviendo las caderas y una camiseta de ropa transparente que marcaba sus pechos sin sujetador debajo de una tira fina de ropa. Y pensé que acababa de enamorarme.
- Hola! – lo dijo dándole dos besos a Jorge- Joder, que calor hace hoy, estoy rebentada! Ponme una Voll, por favor- ahora al camarero que estaba un poco sin habla como yo.
- Èlia, siempre bebiendo… de quién habrás aprendido? jajaja – Jorge no parecía bajo los efectos de la diosa que acababa de entrar en el bar, a diferencia del resto de los hombres – Mira, nena, te presento a David, un compañero del curro.
- Hola, encantada – y esos dos besos casi provocaron que me corriese.
Yo no supe que decir así que sólo sonreí y le pregunté a qué se dedicaba. Me contó que era estudiante de biología, y yo me sorprendí porqué no sabía aun que edad tenía:
- Y como es que estudias ahora?
- Bueno… es cuando toca no?? – se quedó un poco cortada pero lo dijo medio riendo. Así que Jorge intervino:
- Tiene 18 años, David – se rieron los dos. En ése momento pensé que ya no tendría ninguna posibilidad con ella, pero como me ponía esa niña.
Cuándo Èlia ya llevaba seis Voll, Jorge fue al lavabo y yo aproveché para preguntarle algo de su vida privada:
- Y qué, una niña como tu seguro que tiene novio, no? – se puso a reír.
- Sí, tengo novio. Se llama Marc, de mi pueblo. Sólo nos vemos los fines de semana hasta que no venga a estudiar a Barcelona.
- Vaya…serán largas las semanas para ti, no? – quise ir de buen chico.
- No creas – me sonrió – me las apaño para que parezcan más cortas y, así, no me canso de la relación – y en ese momento me dedicó una mirada tan viciosa que supe exactamente como conseguía pasar las semanas. Volví a pensar que tenía alguna oportunidad de tirarmela.
Al cabo de varias cervezas más, ella no estaba tan borracha como supuse qu estaría. Fue al lavabo y me quedé mirando ese culo avanzando hacía la puerta.
- Qué, qué piensas de ella? – Jorge me hizo desviar la mirada, riendo.
- Cómo algo tan pequeño puede beber tanto y ponermela tan dura?
- Ya te dije que te caería bien.
- Sí, lástima que tenga novio – dije eso porque necesitaba asegurarme de lo que había pensado hacía un rato, cuándo me dedicó esa mirada.
- Bueno, Èlia tiene una curiosa visión de las relaciones – Jorge dibujó una sonrisa que confirmó mis sospechas – cree en el sexo por el sexo y que, por tanto, no considera que le ponga los cuernos a su chico cada vez que se folla a uno.
- Así pues, se acuesta con otros?
- Sólo se los folla, nada de dormir juntos, ni siquiera darse teléfonos para repetir. Sólo sexo. El mejor polvo de mi vida.
- Joder, tío, te la has tirado? – no sé porque pregunté eso, ni porque me sorprendió tanto.
- Bueno, una vez me propuso un trío porque tenía una amiga bollera a la que le apetecía probar. Fue la única vez. Ahora lo nuestro es sólo amistad. No sé porque no se me había ocurrido presentartela… lleva dos años esperando cumplir los 18 para que alguno de más de 30 se la folle. Ya viene – y los dos la miramos cuando se nos acercó.
- Que pasa? Criticándome? – y se inclinó un poco para coger su cerveza, rozándome un brazo con su pecho.
- Más bien alabando tus tetas, nena – le dijo Jorge mientras le pasaba un brazo por encima de los hombros.
Nos reímos y pedimos otra ronda, a la que el camarero nos respondió que ya era la última porqué iban a cerrar. Me dí cuenta que eran las 3 de la madrugada.
- Pues vaya…hoy está todo cerrado! Pero yo tengo ganas de un cubatilla no? – Jorge intentaba alargar la noche.
- Yo sé donde ir!!jajaja!En mi piso tengo cerveza, vino, ron, vodka, gin… y algo más seguro. Os apetece? – Èlia me miró a mi cuándo hizo la pregunta. Otra vez esa mirada viciosa. No podía creer que una diosa de 18 años me invitara a su piso… le doblaba la edad!
- Venga, yo pago el taxi. – así que paramos a un taxi y nos subimos los tres detrás.
En ese momento el alcohol ya se nos notaba a todos. Èlia iba en medio, riéndose de Jorge que no paraba de decir que le escocía el culo de la follada que le había dado la puta travesti (refiriéndose a Èlia). Ella intentaba poner voz más grabe para decirle sus tarifas al taxista, que también se reía. Yo sólo sentía la pierna de Èlia encima de mi rodilla.
Al final, llegamos al piso, pagué el taxi y subimos. Entramos en silencio porqué la única compañera que estaba en el piso, dormía al lado de la puerta. Avanzamos por un pasillo hasta la cocina, dónde cogimos alcohol, vasos y hielo. Pasamos por delante del lavabo, y entramos en el comedor. De allí salía otro pequeño pasillo, con tres puertas. La suya era la de la derecha. Era grande, con una ventana que daba al balcón. Cama de matrimonio, mesa de noche, escritorio, estanterias, un armario de 4 puertas y una pequeña mesa bajo la ventana con cojines para sentarse y un puff. Encendió una lámpara al lado de la mesa, hacía luz naranja pálida, y unas cuántas velas.
- No me gusta la luz del techo…por eso voy siempre con velas – nos aclaró.
Mientras hacíamos los primeros cubatas, sentados al suelo en los cojines, Jorge preguntó por las compras de Èlia.
- Ostia, sí! me había olvidado! Se levantó y sacó una bolsa de su bolso – he ido a mi sexshop preferido. Sólo iba a buscar lubricante pero he encontrado un par de cosillas que me han encantado – puso cara de culpable mientras sacaba una caja de la bolsa. Nos la enseñó y se trataba de un enorme consolador negro – 30 cm de largo y 6 de diámetro, el motor es muy potente me han dicho – y lo miró mordiéndose un poco el labio inferior, como si sospesara la posibilidad de sacarlo ya de la caja y metérselo delante nuestro. Sacó otra caja de la bolsa – es un plug anal, diez euros sólo. Para chicos y chicas. Probaré a ver qué tal. Y esto que queda…lubricante, pilas y líquido para limpiar juguetes.
- Mírala, con su cara de niña buena que tiene y lo guarrilla que es! Cuántos juguetes tienes? – rió, se levantó y abrió un armario. Sacó una caja y la trajo a la mesa. – ábrela, ya verás.
Había de todo, prácticamente, vibradores de la mida de un pintalabios, a grandes como el que acababa de comprar, braguitas que vibran, anillas para penes, huevo con control remoto, bolas anales, 2 arneses con pollas, látigos…
- Joder… y con todo esto aquí, tienes que ir al sex shop? – rió.
- Me gusta variar mis juguetes… y puede que alguien los quiera usar conmigo, no? – cogió uno de los látigos y lo pasó por encima de su pezón.
- Yo mejor me voy a mear… - Jorge se levantó y se fue de la habitación.
- Sabes… - Èlia también se levantó, pasó a mi lado y se sentó en el puff. – tengo otro juguete.
- Vaya… y dónde lo guardas? – me sonrió, se agachó un poco sobre mi, quedando sus pechos a la altura de mis ojos, cogió mi mano y tiro un poco hacia ella. Volvió a incorporarse y abrió un poco las piernas. Cogiendo aun mi mano la acercó muy despacio hacia su rodilla, mirándome a los ojos, estando cada vez más cerca de esa mini que quería quitarle desde que la ví. Finalmente, mi mano consiguió tocar su tanga, la presionó contra él.
- Mmmmm…que mojadito lo tienes nena – se apartó el tanga con la otra mano, sin dejar de mirarme, y movió mi mano por última vez, asegurándose que encontraba un doble hilo en su coño – Vaya, vaya… aquí guardas tu último juguete? – asintió, como si fuese una niña pequeña arrepintiéndose de algo.
Pasé mis dedos por todo su coño, casi no había pelitos y me moría de ganas de sacarle el tanga y follarmela. Volví al hilo y empecé a tirar, cerró un poco los ojos y se mordió el labio inferior, sin apartar su mirada de la mía. Sentí cómo salía el juguete, lleno de flujo. Lo aparté de su ardiente coño y aparté la mirada de sus ojos para observarlo.
- Son mis bolas preferidas, me las pongo muchos días. – Eran 2 bolas en forma de ocho, de color negro y fucsia, brillantes debido a la cantidad de flujo que había en ellas.
- Y qué haces con ellas cuándo te las sacas? – ahora fue ella quién desvió la mirada, se arrodilló al suelo, a mi lado, y levantó mi mano con las bolas hasta su cara.
Sacó la lengua y empezó a lamer primero una, luego la otra, llevándose parte del flujo. Luego se metió ambas en la boca, limpiándolas con su lengua y saliva. No dejaba de mirarme a los ojos, mientras le sujetaba las bolas y desviaba mi mirada de su rápida lengua a su lasciva mirada. Y entonces no pude más. Tiré de las bolas, que salieron de su boca y cayeron al suelo. Espero a que yo reaccionara y me abalanzara sobre ella, lamiéndole la boca, sus labios, su lengua, sus encías, intentando probar ese flujo que acababa de limpiar.
No sé cómo, me encontré sentado en el puff, con Èlia arrodillada a mi lado, sacándome la camiseta. Se levantó, y se sentó un momento encima mío, rozando mi polla con su coño, el tiempo justo para quitarle la camiseta y ver al fin esos pechos delante de mis ojos. Grandes, duros, fuertes, con su pezón apuntando hacia arriba. Después de esto, empezó a bajar por mi cuerpo, rozándome con ésos pezones, sus labios y sus dientes. Cuando llegó a mis pantalones, sobó mi paquete con una mano y su boca antes de abrir la cremallera y bajarlos. Tardó un poco más en bajarme los calzoncillos, mirándome a los ojos para comprobar cuánto rato aguantaría sin notar sus calientes labios en mi dura polla. Finalmente la sacó y apartó sus ojos para admirarla, cogiéndola entre sus manos, masajeándola suavemente del capullo a la base. La sostuvo con una de sus manos mientras la otra bajaba a mis huevos, llenos desde hacía días. Los apretó, tiró un poco de ellos y después sacó su lengua para jugar con ellos. Lamió uno, luego otro, se metió el primero en la boca calentándolo con su saliva, e hizo lo mismo con el otro. Mientras, no dejaba de pajearme usando las dos manos. Noté como si cada uno de los 21 cm de mi polla tuviesen contacto con sus manos en cada momento. Entonces bajó su mano a mis huevos y siguió tocándolos, mientras empezó a recorrerme la polla con su lengua, de abajo hacia arriba, y volviendo a bajar otra vez, mojándola, escupiendo y repartiendo su saliva con la lengua y la mano.
Noté su mano detrás de mis huevos, buscándome el ojete y presionándolo cuándo una voz me hizo volver a la realidad:
- Ostia, no puedo dejaros solos ni 20 minutos? – me había olvidado de Jorge. Ví que Èlia no había parado así que volví a relajarme y sólo reí. – venga, pasadlo bien! – y se fue.
Cuándo cerró la puerta volví a mirar a Èlia, de rodillas al suelo, mirándome, rozando muy suavemente mi polla con sus dientes. Estaba siendo la mejor mamada de mi vida. Bajó su mano a la base de mi polla y se incorporó, empezando a darme lametazos más fuertes en el capullo, hasta que empezó a metérselo en la boca. Primero, la metió despacio, sin dejar de mirarme, comprobando hasta dónde le llegaba si se la metía entera. Me sorprendí cuándo noté que toda mi polla entraba, sin que se atragantáse o le vinieran arcadas. Así que me levanté, la cogí fuerte del pelo y la nuca y empecé a bombearle la boca. Se la metía entera y la volvía a sacar, cada vez más llena de saliva. Mientras, ella había bajado una mano a su coño, pensé que para masturbarse pero entonces noté una mano en mis huevos y otra, mojada, buscando mi ano. Empezó a meter un dedo. Nunca antes había dejado a nadie hacer eso pero no iba a estropear la mejor mamada de mi vida. Así que dejé que lo metiera y sacara varias veces, hasta que lo dejo dentro moviendolo para tocar mi punto G. Despúes de esto, no aguanté mucho más follándole la boca, dejé de cogerla de la cabeza porque no sabía si quería mi corrida en su boca, pero ella, sin dejar de mirarme, siguió mamándomela. La sacó tras el primer chorro de leche y siguió masturbándola encima de su cara, dándose golpecitos. Sus ojos, parte del pelo, las mejillas…toda su cara quedó llena de mi leche blanca y densa. Sin dejar de pajearme y cogerme los huevos pasó mi polla por su cara, sacándose la leche. Abrió la boca para que yo pudiera ver como tragaba mi primer chorro de lefa, y limpió mi polla con su lengua. Tragó prácticamente toda mi corrida, excepto la parte que goteó hacia su cuello y pecho.
- Qué tal? – me preguntó mientras aun me la acariciaba.
- Nena, - le dije sentándome en el puff – cómo puede una chica de 18 hacerme la mejor mamada de mi vida??
- Bueno, todo es cuestión de práctica, no? – se giró y abrió una botella de vino, se levantó, cogió dos copas y las llenó. Se sentó con su espalda desnuda contra la pared.
- No te preocupa tu chico?
- Ya sé que hay quién piensa que es engañarlo, pero sólo es sexo! Si no ya lo habríamos dejado… no porque no me satisfazca, eh? Pero no me gusta la monotonía, y menos la sexual.
- Y si alguno se cuelga de ti?
- Siempre me aseguro de irme con los tíos que piensan como yo
- Pues yo creo que me he enamorado de ti!
- No te engañes, te has enamorado de mis mamadas – se me acercó y dio un lametazo a mi polla – igual que yo me enamoro de algunas pollas – y siguió bebiendo.
- Estás loca!
- Un poco… pero es lo que toca a esta edad no?
- Algo me dice que esto no viene sólo de los 18…
- Sí, te doy la razón. Llevo algun que otro año practicando
Y entonces me contó su historia.


 

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