Relatos Eróticos Infidelidad

De dueña de la casa a mujer mujer | Relatos Eróticos de Infidelidad

Publicado por CHILEAN ANONIMUS el 03/09/2016

Estimados, mi nombre es María, vivo en Chile, en la zona central, nací en una zona rural y crecí como hija única rodeada del afecto de mis padres. Conocí al que es mi marido a los 14 años y me casé a los 15 años, de esta relación nacieron dos hijos, una mujer y un hombre, hoy de 20 y 19 años respectivamente.
Mi vida matrimonial ha sido tranquila al igual que mi vida sexual, me casé virgen y hasta los 35 años mi esposo fue mi único hombre. Al principio teníamos relaciones sexuales más o menos continuas, y con el tiempo éstas fueron espaciándose paulatinamente hasta llegar un momento que teníamos relaciones unas dos veces al mes o ninguna.
Para mí, esto no me inquietaba, mis conocimientos sobre sexo al casarme eran prácticamente nulos y tomé todo esto como algo normal, me dedique a ser una buena ama de casa, buena madre y buena esposa y el sexo era algo tan lejano de mi mente y mi cuerpo y se encontraba sepultado en lo más íntimo de mi ser.
Cuando cumplimos diez años de casados, nos trasladamos a la ciudad más cercana, por cuanto mi esposo encontró un trabajo en una empresa minera muy bien remunerado.
Perdón, no me he descrito como persona, soy de tez blanca, pelo muy negro, ojos claros verdosos, alta, 1,70 de altura, mi cuerpo es delgado y mis pechos son normales, pero se mantienen duros y de pezones rosados y tetillas largas, mis caderas son anchas y mi trasero es redondo y levantado, y la mayoría de las veces los hombres se dan vuelta al pasar.
Bueno, todo este preámbulo es para darles a conocer una situación que cambió totalmente mi vida sexual y me hizo descubrir a lo que era capaz mi cuerpo,
Han pasado 20 años de mi vida matrimonial, mi hija mayor está casada y mi hijo se encuentra en la universidad, Un día mi esposo me dice que tendríamos que recibir en la casa a su hermano José, la razón era que su esposa se encontraba muy enferma y debía ser hospitalizada en Santiago para recibir tratamiento médico. Por la cercanía de nuestra ciudad a la Capital, alojar a mi cuñado en la casa era lo más beneficioso para todos.
José, mi cuñado, tenía alrededor de 32 años y era menor que mi esposo, era un hombre alto, corpulento, muy moreno, mocetón criado en el campo, de carácter retraído y poco comunicativo.
La vida siguió normal en la casa, José ocupó la habitación de mi hija y viajaba constantemente a Santiago y cuando estaba en la casa, se recluía en su habitación saliendo solo a almorzar o a cenar.
Todo cambió un día que me dirigía por el pasillo de la casa y mi cuñado salió del baño solo tapado con una toalla en su cintura, al encontrarnos, su sorpresa lo hizo soltar la toalla, cayendo ésta al suelo, mi sorpresa fue mayúscula, no por la situación sino porque de su entrepierna surgía un pene de gran tamaño, así, en su tamaño normal debería medir unos 18 centímetros.
Con rapidez mi cuñado recogió la toalla y se metió en su dormitorio, yo quedé anonadada, pasaron varios segundos antes de reaccionar, lo que había visto me dejó fuera de sí, no podía creer lo que había visto, era un tremendo pedazo de carne, moreno, que surgía de una abundante mata de pelos, era para no creerlo, si el pene de mi esposo debía medir unos doce centímetros parado y lo que tenía José lo superaba con creces.
La imagen del pene de José me persiguió todo el día en mi mente y se repetía una y otra vez, mi cuerpo reaccionó extrañamente, sentía mis pezones duros y mi bajo vientre me ardía, una sensación que nunca había tenido, no sabía que me estaba pasando, creí que me había resfriado porque sentía mi frente y mi cara ardiendo.
Al ir acostarme, el sacarme la ropa sentí el roce de las prendas en mi cuerpo y me estremecí, al ponerme mi camisón de satín se produjo una descarga de sensaciones que me hicieron doblar las piernas, me introduje en la cama y quise acercarme a mi esposo, pero este ya dormía profundamente. Me di vuelta y trate de dormir, pero la imagen del pene de José se repetía una y otra vez y me producían un extraño dolor entre las piernas, el sueño me venció pero aun así, seguí soñando con la situación.
Al otro día me levante tempranísimo, quería ver a mi cuñado antes que se fuera, esperé en la cocina hasta que apareció, vestía una polera, zapatillas y unos pantalones de tela delgada. Lo saludé alegremente, pero no pude evitar que mis ojos se fueran directamente a su entrepierna, me sonrojé totalmente al darme cuenta de mi indiscreción, él se dio cuenta y se giró despidiéndose.
Quedé respirando agitadamente por largos minutos, estaba sola en la casa ya que mi marido salía a trabajar de madrugada, me dejé caer en una silla, no me explicaba que me pasaba, me desconocía totalmente, mi cuerpo no era el que conocía, tuve que levantarme e ir al baño, donde me desnudé y me duche con agua helada por largos y largos minutos a fin de calmar el ardor de mi cuerpo…
Al medio día recibí un llamado telefónico de mi marido, me pedía que le preparara una maleta con mudas de ropas para cinco días porque de su empresa lo mandaban en comisión de servicios al norte y salía el domingo en la noche, estábamos a viernes.
La noticia no supe porque me llenó de alegría, esperé impaciente que pasara el viernes y el sábado para que mi marido se fuera, mientras tanto, fui a un mall y me compre ropa íntima seductora, siempre he usado ropa tradicional, pero compre dos colaless diminutos, unos sostenes de media copa, una minifalda amplia y una camisa de cuadrille celeste. Llegué rápidamente a la casa y me probé la ropa, el colaless apenas cubría mi zorrita y se metía totalmente en mi rajita, el sostén elevaba aún más mis senos, la minifalda al agacharme mostraba todas mis nalgas y la camisa al desabotonar dos botones, mostraba muy bien mis senos.
Guardé todo en un armario y como aún era temprano, fui a una peluquería donde me depile totalmente mi zorrita y mi ano, como decimos en Chile, quedaron como tetitas de monja.
El plan que poco a poco se había ido formando en mi mente tenía un solo fin, el pene de José, pensamiento que no dejaba de taladrar mi mente. Algo había cambiado en mí, había sido solo un momento de 2 segundos para que todo en mí se dislocara, no me atrevía ni quería analizarlo, era una obsesión que me nublaba y me alentaba seguir adelante.
Y al fin llegó el domingo, a las 12 horas una minivan de la empresa pasó a buscar a mi marido para tomar el avión. José había salido y no volvería hasta pasadas las 14 horas. Empecé a preparar todo, me bañé a conciencia, me peine con esmero, me puse la ropa adquirida y me impregne de perfume, estaba resplandeciente, me miraba al espejo y no podía creer la transformación lo que veía en el espejo.
Esperé pacientemente mirando hacia la calle hasta que vi aparecer a José, venía con una polera blanca, unos short de baño azules y mocasines de lona, apresuradamente me fui al living y empecé a simular hacer aseo, José entro y saludo con un “hola cuñadita, como que está haciendo aseo día domingo”, es la fuerza de la costumbre le respondí sin darme vuelta y como Sergio se fue de viaje tenía que hacer algo.
Sentía que mi cuñado me miraba tras mío, y di un paso había atrás simulando un tropiezo cayendo de rodillas casi a sus pies, con el trasero al aire, cosa que no debe haber pasado desapercibido porque José se abalanzo a recogerme tomándome de la cintura y levantándome del suelo, quede abrazada con él e instintivamente eche hacia atrás mis nalgas. Note que José no me soltaba ni yo quería que lo hiciera. Gracias cuñadito, que bien se siente una en sus brazos.
Y usted se ve muy linda cuñadita respondió, apretándome un poco más contra él. Sentí que me derretía, (calma, calma me decía, no te muestres tan ansiosa me repetía). Me separé y me di vuelta quedando frente a él. Gracias José, eres muy amable, quieres que te sirva almuerzo, No gracias, me contestó, ya almorcé. Un jugo, una bebida helada volví a preguntarle. ¿Para qué?, para que se me caliente en la mano fue su respuesta. Abrí los ojos desmesuradamente, su respuesta me dejó con la boca abierta.
Si poh cuñadita, tal como la veo, no hay bebida helada que calme mi calor. Me hice la pudorosa y baje la vista. Ay, las cosas que dice cuñadito, que tengo de raro le respondí. Nada de raro contestó, todo lo contrario, se ve como para piñizcarla con la uña, nunca la había visto así, está demasiado, como le diría, excitante.
Guauuu me dije interiormente, ¿y ahora qué hago?, ¿cómo sigo con esto?, todos los tabúes morales, sexuales y sociales se me vinieron encima, estoy casada, tengo hijos, no he conocido otros hombres ni he sabido de sexo y me estoy comportando como una prostituta, no me atrevía a pedirle a Dios que me ayudara, todo en mi era un caos y estaba entre el arrepentimiento y el pecado.
Pero volvió la imagen de mi cuñado desnudo y seguí con mi plan, ¡Ay José! Recuerda que estoy casada con tu hermano y me dices tamañas cosas. MI hermano, mi hermano, pedazo de tonto que es, teniendo una mujer tan deseable y la tiene abandonada, no olvide cuñadita, que órgano que no se usa, se atrofia, especialmente cuando el órgano esta tan bueno como lo estoy viendo.
José se acercó hacia mí y pasó sus dedos por mi cara, (agggg, sentí que me derretía y me encendía, mi zorrita se llenó de jugos y sensaciones), después pasó su dedo pulgar por mis labios, los entreabrí y lo introdujo un poco en mi boca, lo succione levemente y yo ya no daba más, se acercó un poco más apoyando su pelvis a mi cintura, sentí su bulto en mi estómago y todo se dio vuelta en mi cabeza turbando mi mente, me trastorné completamente y bajé la mano atrapando lo que me tenía loca.
Por fin lo tenía para mí, lo sentí entre mis dedos, era enorme, más de lo que había visto, comencé a sobarlo sobre sus pantaloncillos, me sorprendía su dureza, el calor que emanaba… Solté la amarra del short y comencé a bajárselos, cayeron al suelo y mire hacia abajo, guauuu, era enorme, unos 24 o 26 centímetros, grueso, moreno, con gruesas venas y una cabeza inmensa color violeta, no di más y me agache, quedo frente a mi cara, me acerque a ese pico que tenía el porte de mi cara, el olor que emanaba me enloqueció, ya no era yo, ya no era la esposa, no era la madre, no era la ama de casa, era una loca deseando sexo, sexo y más sexo, lo tomé entre mis manos y comencé a moverlo, de arriba abajo, era una locura, lo recorría con mis manos, era un pico ardiente, lleno de olores enloquecedores.
Unas gotitas aparecieron en su cabeza, no sé cómo, pero lo llevé a mi boca y empecé a pasarle la lengua saboreando esas gotitas saladas, poco a poco acerque más mi boca e introduje su cabeza, me dolían las mandíbulas de tanto abrir la boca pero al fin la cabeza cayo totalmente, era la primera vez que realizaba sexo oral, pero el instinto de mujer me iba enseñando como hacerlo, comencé a succionar y pasarle la lengua, y aunque era enorme, necesitaba introducirlo más y más en la boca, empujaba y empujaba, sentí como iba entrando y llenando toda mi boca, sentía los jadeos de José que también trataba de introducir más su rico pico en mi boca empujando con sus manos mi cabeza; las lágrimas salían de mis ojos y sentía como la saliva me salía por boca y narices, pero nada me importaba, lo único que me importaba era que entrara más y más, sentí como golpeaba mi garganta y me ahogaba, trataba de tomar aire por mis narices y al mismo tiempo chupar desesperadamente, José empujó un poco y sentí como su pico traspasó la garganta pasando a la tráquea, me ahogaba, me sofocaba pero no cejaba en mi empeño, calculo que debía tener tres cuartas partes de su pene dentro de mi boca y José no dejaba de pujar. “¡¡¡Cuñadita, cuñadita, no puedo más, me voy a descargar, no doy más!!! Solo asentí con mi cabeza y empujé más su pico a mi boca, penetró un poquito más y sentí que se hinchaba sofocándome, y sucedió…, una oleada de chorros de semen empezaron a caer en el interior de mi garganta, y por primera vez en mis 35 años, sentí el PRIMER ORGASMO DE MI VIDA, eran oleadas de corriente eléctrica que partían de mi zorra y recorrían mi cuerpo y querían salir por mis pezones, me estremecí totalmente, sentí como corrientes de jugos salían de mi vagina cayendo por mis piernas, me ardía todo el cuerpo, y algo extraordinario, mi ano se distendió y evacuó varios gases…
José poco a poco dejo de bombear, pero yo seguía adherida a él succionando hasta la última gota de semen, el pico de José fue disminuyendo poco a poco su tamaño pero aun llenaba toda mi boca, no quería sacarlo de mi boca, pero volviendo a la realidad sentí los dolores de mis mandíbulas y mi boca abierta tanto rato y me vi obligada sacarlo de mi boca y me tumbe a un lado desfalleciendo.
José cayó sobre sus rodillas y se tendió a mi lado, así, totalmente agotados nos quedamos medios adormilados.
Ya estaba anocheciendo cuando desperté, me sentí en cierto modo abochornada o avergonzada al ver a José con sus pantaloncillos a media pierna y su pene al aire, pero los recuerdos de lo pasado se vinieron de golpe y me sentí llena, grata, mujer.
Me levanté despacio y fui a la cocina, preparé unas cervezas negras con huevos y azúcar (levanta muertos le dicen por acá) y unos emparedados de carne y los lleve donde estaba José que había despertado con el ruido de la licuadora.
Me sonrío y se levantó, casi se cae por culpa de los short a media pierna. Se los sacó y avanzó con su miembro libre, quedé fascinada por la escena.
Nos sentamos en la alfombra, bebimos y comimos con ansías, teníamos hambre y en unos minutos desapareció todo de la bandeja. José se levantó y tomo mis manos alzándome como una pluma, me tomo en sus brazos y me llevó a mi dormitorio. Estaba violando nuestro lecho matrimonial pero no me preocupó, valía bien la pena.
Me tendió suavemente en la cama y desabrocho mi camisa, abrió el sostén y sacó el colaless, quedé desnuda totalmente. José sacó su camiseta y zapatos y se acostó a mi lado. Con la yema de sus dedos comenzó acariciar mi pezón derecho, (diablos, nuevamente las corrientes comenzaron a recorrer mi cuerpo), mientras acariciaba acercó su boca al otro pezón y comenzó a succionarlo, chuparlo, morderlo, (Dios, eso era divino, más aún cuando era la primera vez que recibía estas caricias), empecé a evacuar jugos vaginales como un río, los orgasmos venían una y otra vez. Soltó el pezón que tenía entre sus dedos y bajó a mi zorrita, su dedo medio empezó hacer círculos alrededor de mis labios vaginales, estaba mojada y trastornada completamente, el dedo comenzó a introducirse dentro de mi vagina, era una locura, pero cuando se completó la locura fue cuando su dedo tocó mi clítoris. Mi cuerpo se arqueo completamente, levantándose un par de centímetros de la cama, mis manos se aferraron a la cama y la explosión de orgasmo se detonó, mientras más acariciaba mi clítoris, más orgasmos me venían.
José dejo de succionar mi pezón y sacó su dedo de mi clítoris, pasó una pierna sobre mí, abrió mis piernas y puso su cabeza en mi zorra empezando a pasar la lengua sobre ella, si el dedo me había dado mil sensaciones, su lengua las aumentó a diez mil, cada lenguada sobre mi clítoris era un éxtasis, un manjar, no quería que se detuviera.
Abrí los ojos y delante de ellos estaba mi premio mayor, el pico de José, semi parado se blandía sobre mi cara, no tarde un segundo en tomarlo con la mano e introducirlo en mi boca, ya la demencia era total, era una parafernalia de placeres que nunca había conocido y muy difícil de describir.
Estábamos en ese intercambio de placeres cuando José empezó acariciar mi ano con el dedo, nunca antes había sido tocado e instintivamente fruncí las nalgas apretándolas, pero siguió pasando su dedo sobre mi agujero mojado a mas no poder y me fui distendiendo gozando esta nueva manera de sentir el sexo a cabalidad. Pero el dedo insistente obtuvo su premio y fue ingresando lentamente dentro de mi culito, imagínense, chupando un gran pene, lamiendo mi chuchita y un dedo en el culo, estaba llena completamente y mi cuerpo ardía como un gran incendio.
El dedo dentro de mi trasero me agrado demasiado y teniendo las nalgas de José a mi alcance, empecé a jugar con mi dedo en su ano, un agggg salió de la garganta de José, retire sorprendida el dedo creyendo le había dañado, pero José entre mis piernas me decía, sigue, sigue… Volví a jugar con su ano y mi dedo se introdujo dentro de él, la reacción fue inmediata, el pene semi parado de José se paró totalmente dentro de mi boca, mucho más que en la tarde, sentí que mi boca iba a explotar de tamaña erección, (madre, si alguna mujer ha tenido esta experiencia, es única).
José interrumpió todo este juego sexual y se paró al borde de la cama, tomo mis piernas y me giro al borde, cuñadita, no aguanto más y si seguimos así me voy a volver a ir dentro de su boca y quiero hacerlo dentro de su vagina. (Bueno pensé para mí, aquí viene la prueba final, ¿no quería jugar?, hay que aguantar este pedazo de carne dentro de mí).
Puso una almohada bajo mis caderas y abrió mis piernas, se inclinó hasta poner su pico en la entrada de la vagina mojada a más no poder, introdujo su cabeza hasta acomodarla entre mis labios vaginales, me sentía en la gloria, sentí como nuevamente torrentes de jugos corrían por mi chuchita. Esperaba una entrada sensual, lenta, amorosa, pero José después de acomodarse en la entrada, empujo de una sola vez esos 26 centímetros dentro de mí, fue tremendo, de 10 centímetros que estaba acostumbrada a una lanza de carne, realmente fue tremendo, sentí como todo mi interior se rompía, se destrozaba, sentí la cabeza del pico de José tocar el fondo de mi vagina, las lágrimas saltaron de mis ojos y un grito de dolor me sacudió. José se quedó quieto sobre mí besando mis pezones, poco a poco me fui acostumbrando a esa poderosa lanza que me tenía ensartada, mis músculos se fueron distendiendo lentamente y comencé a sentir el gusto a esa masa de carne que me había trastornado por varios días. José advirtió que ya estaba más relajada y comenzó un lento saca y pone, a medida que José se movía mi cuerpo se fue transformando nuevamente, y comenzó la orgía de orgasmos que venían uno tras otro, estaba en las nubes, a medida que José aumentaba su ritmo, las olas de orgasmos venían una tras otra con más intensidad, y a pesar que tenía mis caderas levantadas por la almohada, trataba de levantarlas más arqueando totalmente mi espalda, quería que cayera todo, que no quedara nada fuera, mis ojos se fueron hacia atrás poniéndose blancos y mis manos se aferraban a la ropa de cama. La intensidad de los movimientos de José fue creciendo y creciendo y mi locura también, y el broche de oro fue cuando José pasó su brazo atrás e introdujo dos dedos en mi culito, madre, creí que me iba a desmayar, mi vagina y el pico de mi cuñado eran lavas de volcán, todo en mi interior era un infierno de fuego, José empezó a pujar más y más fuerte, sentía como quería traspasarme y salir por mi espalda, era lo más delicioso que nunca me había pasado en mi vida, y vino el happy end, la espalda de José se arqueó y pujó como queriendo entrar sus cocos dentro de mí y comenzó a eyacular semen y más semen, sentía como me inundaba y ya la locura fue total, mi cabeza se movía de un lado a otro descontrolada, y seguía el bombeo y me fui obscureciendo, todo se nubló, no podía más de tantos orgasmos y sensaciones divinas y me desmaye.
Desperté como a las doce de la mañana, desarmada totalmente, mi maquillaje todo corrido, me dolía todo el cuerpo especialmente la vagina, no podía moverme, mi cuerpo no me respondía, lentamente moví mi mano y me toqué la vagina, estaba aun totalmente mojada con semen y líquidos vaginales, la noté inflamada y ardiente. Los olores de frituras me llegaron desde la cocina, al rato llegó mi cuñadito hermoso con una bandeja de huevos con jamón, café con leche y jugo de naranjas, y un delantal sin pechera cubría su tesoro.
Fue un desayuno delicioso. No quiero aburrirlos más con mi relato, fue una semana soñada, lo hicimos por toda la casa y por todos lados, no hubo rincón de mi cuerpo que no fuera invadido por Pepito, nombre que le pusimos al pico de José, fue un tsunami, un terremoto sexual, algo que diez días atrás no lo habría imaginaba ni en sueños.
De esto hace diez años, José volvió a su casa con su esposa y no lo he vuelto a ver más, y sigo con los diez centímetros de mi esposo, pero lo bailado y lo cualiado no me lo quita nadie.

 

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