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Mi esposa con otro hombre | Relatos Eróticos de Intercambios

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Mi esposa está boca abajo, desnuda, apoyando su cadera en la almohada, alzando sus nalgas; luce como una niña, callada, concentrándose en lo que hace. Mientras, el hombre le mete y saca su pene, lento, deslizándolo con placer por su vagina húmeda de sexo. Yo le acaricio la espalda a mi mujer, comprensivo, cariñoso, para que sienta confianza. Le pregunto si está lista para que yo me meta por su culito, y ella responde con un gemido entre labios, indicándome que sí. Conozco bien ese pequeño orificio del color de su piel, ligeramente rosado. Ahora parece mucho más pequeño de lo normal, como si temiera recibir el miembro ajeno del hombre que la está penetrando. Lo lleva muy limpio, por lo cual luce muy apetitoso, como un manjar exótico preparado exclusivamente para la ocasión. Mi esposa se llama Sharon, es más joven que yo por diez años. Tiene 21. Su cuerpo es pequeño, bien formado, como si hubiera sido hecho por las manos de un artista. Tiene unas piernas torneadas, brazos delgados, vientre plano, unas nalgas redondas y carnosas que me enloquecen. Sus tetas son perfectas, del tamaño exacto de mis manos, con las cuales las aprieto y jalo cariñosamente, como le gusta que lo haga. Su rostro es el de una muñeca, con labios carnosos y ojos grandes acompañados de una nariz pequeña. Aunque es morena, lleva el cabello color rubio, lo cual le da un aire de furcia que me pone el pene duro como una roca. ¡Luce tan bella! Su piel de porcelana, acanelada, la hace parecer un sueño. Ella está en silencio, entregándose a nosotros, que la deseamos como dos animales. Tiene los ojos cerrados, ensimismada en su placer. La amo tanto que siento rozar los limites de la lujuria al verla gozar de esta manera, como una monja que se entrega a las manos del creador.
Su cuerpo es más liviano que de costumbre, tal vez porque ahora somos dos hombres los que la manipulamos. Le damos vuelta con facilidad. Nuestro amigo nos descubre toda su virilidad, grande, gorda, un poco curvada a la derecha, apuntando hacia el cielo, lista para recibir a mi mujer. Sharon nos mira de pie, preguntándose cómo será la posición en la que nos la follaremos. Sus tetas saltan con su respiración agitada. Se ve tan frágil en medio de nosotros, hombres deseosos de seguirla poseyendo, que me dan ganas de metérsela ahí mismo, así como está, desnuda en medio de la habitación. Esta es la primera vez que otro se la folla. Lo hace porque yo se lo pedí. La quería ver gozando con otro pene, revolcándose con dos hombres. Ella accedió solo porque estoy aquí con ella, en este mismo cuarto, cuidándola. ¡Es tan joven! La idea de estar con personas más grandes que ella, más altos y fuertes, la intimida, y se le ve en el rostro. Esto la hace lucir tan sexy. Es como una niñita. Le pido que se suba a la cama, que se meta el pene del otro, y que lo mire de frente. Ella lo hace, tomando con su mano esa enorme polla, monstruosa entre sus deditos, la cual entra separando sus labios salvajemente, hasta el fondo. No pensé que fuera capaz de comerse todo ese trozo de carne, pero mi mujercita siempre me sorprende. Tomo del buró un tubo de lubricante, me pongo un tanto en los dedos y se lo unto en el culo a Sharon, metiéndole de vez en cuando uno, o dos. Ella sigue en su labor, dejándose follar por el otro hombre. Sube y baja rápidamente, sus nalgas tiemblan con cada embestida, y las gotas de sudor brillan en su espalda bajo la luz de las lámparas. Yo mientras tanto me lleno la polla también con el lubricante, poniéndola al punto para entrar en mi mujercita. He de decirles que llevamos tiempo trabajando en esto del sexo anal. Ya habíamos planeado mucho esta noche, y nos lo tomamos en serio. Desde hace tres semanas todas nuestras sesiones de sexo han terminado en folladas por el ano, lo cual Sharon ha comenzado a apreciar. Ahora ya hasta me lo pide, cuando antes lo evitaba. Pongo la cabeza de mi pene en el ojete de su culo. Ella detuvo el movimiento, dejando de meterse al hombre, aunque eso sí, guardándose toda la tranca dentro. Mi esposa tiene el culo chico, y con tremenda polla dentro, pues más. Miento si les digo que no me costó trabajo metersela. Aunque sí quiero recalcar que se siente maravillosamente estrecho y caliente. Sharon tiene los ojos cerrados, con la boca apretada, como aguantando el dolor que posiblemente siente, no lo sé. Pero después de unos segundos comenzamos a movernos rítmicamente, como una máquina bien engrasada con los jugos de mi esposa.
La estreches de mi mujer, lo caliente de la situación, ver a otro en nuestra cama, los sonidos que emitimos, me pone a mil, sé que no voy a durar mucho en este jaleo.
-Adentro-, dijo Sharon de pronto.
-¿Qué?-, digo algo confundido.
-Quiero que se corran dentro de mí, quiero sentirlos-, contestó agitada. Esto en verdad que me puso caliente.
-Eres toda una guarra, putilla. Me encantas. Vas a tener todo lo que quieres. Te vamos a llenar las tripas de lechita.
-Si, si papito. Quiero que me hagan sentir mujer. Soy de ustedes, trátenme como una furcia-, dijo mientras levantaba las nalgas, metiendose hasta el fondo nuestras tremendas trancas hinchadas por la calentura. Estuvimos frotando nuestros cuerpos durante algunos minutos, disfrutando la sensación. El otro hombre le magreaba las tetas a Sharon, mientras que ella me besaba con lujuria. Yo por mi parte, me agasajaba frotándole las nalgas vigorosamente. Todo esto sucedía al mismo tiempo, sin que le sacáramos nuestros falos de sus respectivos agujeros. El primero en correrse fue nuestro invitado. Pude sentirlo porque su pene se inflaba con cada descarga de lefa que le propinaba a mi mujer. Luego se corrió ella, me di cuenta porque su cuerpo se tensó durante unos segundos, relajándose con un ligero suspiro. Al final me tocó a mí. Tengo que reconocer que es difícil correrse dentro de un culo, al menos a mí así me pasa. Como ese no es un hoyo por el cual se debe tener sexo normalmente, no está preparado para recibir la lechita, así que se forma un vacío que detiene la salida del semen, haciendo que sea complicado correrse. Pero a pesar de esto lo hice, todo con tal de regresar un poco del placer que mi esposa nos estaba brindando. Luego me tendí sobre la cama. La ví ponerse de pie, escurriendole semen por el culo y la vagina, bajándole por las piernas, lentamente.

-Me veo linda ¿No?-, me dijo la muy puta. De no haber estado tan cansado, me habría puesto de pie y le hubiera metido la polla de nuevo.
Después se dirigió al otro lado del cuarto, hasta donde se encontraba Sonia, la esposa del hombre con que acababa de follar mi mujer.

-¿Cómo salió todo?-, le peguntó Sharon en forma picara.
-¡Excelente! Hice las mejores tomas que he podido. ¡Me han puesto tan caliente!-, contestó ella agitando una videocámara entre sus manos. –Ahora quiero intentarlo yo, si es que no te molesta que me folle a tu esposo.
-Claro que no me molesta, amiga. Desde ahora puedes considerar que lo mío también es tuyo-, dijo mi mujer mientras la tomaba de las manos. Después ambas echaron a reír. Me gustaría contarles lo que resta de esta aventura, también cómo es que llegamos a esto, pero en verdad estoy muy cansado. Ahora tengo que guardar mis fuerzas para follarme a la amiga de mi mujer, que también está muy buena la hija de puta. Mirándola mientras se desviste se me ha vuelto a poner dura la polla.

 

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