Relatos Eróticos Lesbicos

El primer aniversario | Relatos Eróticos de Lesbicos

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Aquel 24 de mayo iba a ser un día muy especial. Toda mi vida he tenido mucha mala suerte con las relaciones de pareja, así que mi emoción era evidente mientras me dirigía a casa de Mary, la que desde hacía justamente un año era mi novia. Por suerte no me puedo quejar de los amigos que tengo, pero desde mi primera relación a los 17 años, las 3 que he tenido han sido excesivamente cortas, la más larga me duró sólo 4 meses, y todas acabaron relativamente mal.


Pero todo cambió el 24 de mayo del año pasado, precisamente el día en que yo cumplía 22 años. Había quedado con mi grupo de amigos de la uni para salir por la noche y celebrar mi cumple. Fuimos a cenar a una pizzeria y luego a tomar algo por el centro, como hacemos normalmente que salimos. Todos nos lo estábamos pasando bien, y yo ni me podía imaginar lo que pasaría en el siguiente bar al que iríamos.


Cuando estábamos todos sentados en las mesas, les pregunté qué querían beber y me fui a la barra diciendo que aquella ronda la pagaba yo. Mary dijo que venía conmigo para ayudarme a traerlo todo, y mientras el camarero nos iba poniendo las bebidas, me puse a hablar con ella. La verdad es que es una buena amiga y tengo muy buena relación con ella, y mentiría si dijera que nunca he tenido ninguna fantasía con ella. Bueno, en mi opinión es muy guapa, mide algo más de 1.70, delgada, buen tipo, rubia con media melena y ojos azules. No es del tipo espectacular, pero tiene un morbo especial, de los que a mi me gustan. Más de una vez, en clase, me quedaba mirándola un rato, y últimamente siempre me pillaba antes de que pudiera apartar la mirada. En fin, que me felicitó otra vez por mi cumple y me preguntó qué plan había pensado para luego. Le dije que no tenía nada concreto en mente, que sólo me había planteado estar un rato con ellos y ya está, aunque no descartaba ninguna propuesta. Me dijo que quizás ella tenía una, que ya me la comentaría más tarde. Entonces cogió las bebidas que el camarero ya había dejado en la barra y se fue a la mesa, no sin antes dirigirme una mirada de lo mas enigmática.


En la mesa no dejamos de intercambiar miradas y sonrisas, yo al menos intentando que los demás no notaran nada. Como ya he dicho, tengo muy buena relación con ella, pero nunca me hubiera imaginado una situación así con Mary. Me estuve imaginando mil cosas y teniendo mil fantasías mientras me decía una y otra vez que no me hiciera ilusiones, que seguramente aquello no era lo que parecía. Cuando salimos del bar nos quedamos todos un rato en la puerta discutiendo, como hacemos siempre, de si íbamos a algún otro sitio o nos íbamos ya a casa. Como vi que en general no había mucho ambiente de discoteca, y me moría de ganas de estar a solas con Mary a ver qué pasaba, dije que yo no tenía ganas de ir a ningún sitio y que prefería irme. Todos estuvieron de acuerdo conmigo, así que nos despedimos y cada uno se fue por su camino. Cuando Mary empezó a caminar me hizo un suave gesto con la cabeza como para que la siguiera, y lógicamente lo hice al momento.


Caminamos un rato antes de decir nada, ella porque parecía querer estar segura de que no había nadie más, y yo porque no sabía qué decir. Al fin me dijo que la cena había estado muy bien y que se había divertido bastante. Yo le respondí, tratando de no mostrar mi nerviosismo, que yo también me lo había pasado muy bien, y que les agradecía a todos el que hubieran venido. Entonces ella fue directa al tema. Dijo que se había dado cuenta de que yo la miraba muy a menudo en clase, y quería saber si era por alguna razón especial. Bueno, si ella era tan directa y me había calado de esa manera, no podía hacer otra cosa y me lancé. Le dije que la miraba tanto porque me parecía muy guapa y en cierto modo me atraía. Y de todas las respuestas que me pasaron por la mente en los pocos segundos que tardó en contestar, la que oí fue la que más deseaba. Dijo que yo también la atraía a ella, que le gustaba desde hacía un tiempo, y que desde hacía unas semanas estaba intentando llamar mi atención, pero como veía que yo no daba el primer paso, había decidido darlo ella aprovechando mi cumpleaños. Me quedé pensando si lo que estaba oyendo era lo que parecía, y ella, para romper el incómodo silencio que se había creado, me dijo que ella misma nunca se hubiera imaginado estar haciendo eso, pero que creía que valía la pena intentarlo, a pesar de las posibles consecuencias, como perder mi amistad. La tranquilicé diciéndole que una declaración sincera como esa era imposible que me la tomara mal, y que me encantaba que hubiera sido ella la que hubiera dado ese paso. Se produjo otro silencio, que ella cortó otra vez, pero esta vez de una manera más directa: me preguntó si me gustaría besarla. Me sorprendió de que fuera tan directa, pero evidentemente no podía negarme, y además yo lo estaba deseando con locura.


Así que la cogí de la mano y la arrastré hasta el portal más cercano, bastante oscuro y escondido de la vista de la poca gente que pasaba por esa calle. Y nos dimos un beso como hasta entonces no me había dado con nadie. Ya he dicho al principio que mis relaciones anteriores habían sido muy cortas, y entonces me di cuenta de que además habían sido sosas. Ese beso era diferente a todos los demás, era dulce, suave, tierno, apasionado, sensual, parecía que éramos amantes de toda la vida y que nos conociéramos nuestras reacciones a la perfección. Ella me abrazaba por la cintura y yo le cogía la cara con las dos manos para asegurarme de que no se separara de mi. Y ella tampoco parecía querer que el beso acabara. Iba subiendo y bajando las manos por mi espalda, llegando a acariciarme el culo por encima de los tejanos. Yo no quise ser menos, y sin separar mis labios de los suyos, le acaricié los hombros y fui bajando las manos por sus costados hasta su cintura, y luego otra vez arriba hasta los costados de sus pechos. Me moría de ganas por tocarlos, pero decidí controlarme porque no sabía hasta dónde querÌa llegar ella entonces, y además estábamos en la calle, y si empezaba a acariciarle los pechos no se cómo hubiéramos acabado. Después de lo que creo que fueron bastantes minutos, separó sus labios de los míos y nos miramos a los ojos sin decir nada durante un buen rato. Tenía unas ganas locas de volver a besarla, pero no quería romper ese momento tan intenso. Entonces ella dijo que había sido mucho mejor de lo que esperaba, y yo le respondí que a mi también me había encantado.


Después de aquello nos pusimos a hablar con una naturalidad que incluso a mi me sorprendió. Era la primera vez que me enrollaba con alguien de esa manera tan directa, lo mío siempre ha sido conocer bien a la otra persona, ir acercándome poco a poco para que ella me conozca bien a mi, ir lanzando indirectas hasta que ella responda y entonces dar un paso. Bueno, de hecho es lo que había pasado aquí, pero normalmente no doy (ni me dan) esos besos tan de repente, y además el paso lo había dado ella. Pues nos estuvimos contando nuestras vidas un buen rato, la parte más personal que nunca nos habíamos contado antes, y me encantó saber que, aunque ese día fuera tan lanzada, normalmente es como yo, más tímida y tranquila.


A medida que llegábamos a la parada del metro se iba acercando el momento de separarnos y decidir que iba a pasar a partir de entonces. Quedamos en vernos otra vez al día siguiente, que era sábado, pero esta vez sin los demás, para poder hablar tranquilamente. Nos dimos un rápido beso y nos despedimos. Mientras me dirigía a la parada del nit-bus iba pensando en todo lo que me había pasado esa noche, en cómo te puede cambiar la vida en sólo unas horas. Y me encantó que por una vez esas cosas me pasaran a mi. Cuando llegué a casa entré en silencio para no despertar a mis padres, y todo el viaje pensando en ese larguísimo beso me había excitado tanto que me dirigí directamente al lavabo y me masturbé con una energía enorme pensando en Mary.


Al día siguiente por la tarde volvimos a quedar y estuvimos charlando durante horas. Lógicamente hablamos de nuestras antiguas relaciones, y ella me contó que había tenido dos parejas serias, la primera a los 17 años que le duró casi 1 año y la segunda a los 18 y sólo le duró 5 meses. Pues parecía que era como yo, con muy mala suerte con las relaciones de pareja. Quise aportar un poco de optimismo y le dije que ella me gustaba de verdad y que quería ir en serio. Ella respondió que también quería que lo nuestro funcionase, que le encantaba estar conmigo y no sabía cómo habíamos tardado tanto en dar ese paso.


En fin, que las cosas nos fueron tan bien durante un mes que un fin de semana que mis padres se fueron los dos días le propuse a Mary que el sábado viniera a dormir a casa. Aceptó encantada, dijo que ya tenía ganas de estar conmigo, y me sorprendió un poco lo emocionada que parecía estar. Ella ya me había dicho que no era virgen, y ella sabía que yo tampoco lo era, o sea que sabíamos a lo que íbamos, pero supongo que los malos recuerdos de mis anteriores novias me hacían un poco pesimista en ese tema. Y nada más lejos de la realidad. Fue una noche increíble, la mejor de mi vida hasta entonces. Fue todo tan natural, tan suave e intenso a la vez, que no se parecía a nada de lo que había experimentado hasta entonces. Estuvimos haciendo el amor hasta las 3 de la mañana, y cuando nos despertamos el domingo lo hicimos otra vez. En mi vida había tenido orgasmos como esos, tan largos e intensos. Parecía que conocíamos nuestros cuerpos a la perfección y aún así no parábamos de explorar una y otra vez todos los rincones de nuestras anatomías. Desde ese fin de semana aprovechábamos todas las oportunidades que teníamos para hacer el amor, en su casa o en la mía. Y cada vez parece mejor que la anterior.


Del comienzo de toda esta historia hace justo un año, y de verdad que ha sido el mejor de mi vida. Y como las cosas sigan como hasta ahora, creo que será para toda la vida. Porque la quiero, como nunca he querido a nadie. Y ella también me quiere a mi, lo sé y lo noto, cada vez que nos besamos o que hacemos el amor. Sé que esta relación será la definitiva.


Todos los recuerdos de este año se amontonan en mi mente mientras llego a su casa y llamo al interfono. Ya sé que contestará ella porque sus padres se han ido unos días.


- ¿Si?
- Hola Mary, soy Nerea.
- Hola cariño, sube.


Subo y me está esperando con la puerta de casa un poco abierta, y a través de la estrecha abertura la veo vestida solo con una camiseta que deja a la vista parte de unas braguitas rojas que le regalé por su cumpleaños. Cierro la puerta detrás de mi y mientras me acerco a ella le digo:


- Estas realmente sexy con esa ropa.
- Tu tampoco estas mal - me responde.


La verdad es que me he puesto un conjunto que se que a ella le encanta: botas altas de piel marrón, minifalda tejana y una blusa blanca que deja los hombros al descubierto. El sujetador que llevo hace que mis pechos asomen por el escote de manera muy sugerente y provocativa.


Nos besamos como si hiciera meses que no nos vemos, y aunque sabemos que tenemos toda la noche por delante, no podemos esperar más y nos dirigimos al dormitorio de sus padres casi sin separar nuestros labios y tocándonos por todas partes. Entramos en la habitación y yo me dirijo directamente a la cama, me arrodillo en el medio y me quito la blusa rápidamente. Me he puesto tan cachonda por el camino recordando ese increíble año con Mary, que necesito correrme lo antes posible. Le digo que voy a cien y que quiero que me coma el coño, ella se quita la camiseta dejando sus preciosos pechos al descubierto y vestida sólo con las braguitas se dirige a mi gateando por la cama. Lo primero que me quita son las botas, besándome las piernas mientras lo hace, subiendo poco a poco hasta donde acaba la minifalda. Yo misma me desabrocho el sujetador, lo tiro al suelo y me tumbo para dejar que Mary me excite como sólo ella sabe hacerlo. Gatea por encima mía para darme un profundo y húmedo beso en la boca, luego va bajando lentamente por el cuello y los hombros. Sabe que soy muy sensible en esas zonas, y le encanta besarme y lamerme en ellas para ponerme a mil. Aún ni me ha tocado los pechos y ya noto como se me humedece el coño de placer. Cuando empieza a besarme las tetas y los pezones, que tengo duros desde hace rato, tengo que mover las caderas para intentar frotarme el coño con las piernas intentando masturbarme yo misma. Ella lo nota enseguida, y después de un lametón super húmedo en cada pezón, se arrodilla a mi lado y me quita la minifalda y las braguitas de golpe. Abro las piernas al máximo, Mary se tumba entre ellas y empieza con suaves lamidas por mis labios vaginales. Yo me toco las tetas y me pellizco los pezones a un ritmo frenético, mientras ella va subiendo la velocidad de las lamidas acercándose al clítoris. Nada más rozarlo noto una oleada de placer que me hace arquear la espalda y apretar mi coño contra la cara de Mary. Me mete dos dedos en la vagina y los mueve adentro y afuera mientras no deja de chupar mi punto más sensible. En menos de un minuto a ese ritmo me llega un orgasmo tan intenso que me retuerzo de placer por la cama, y le sujeto la cabeza con las piernas para que no deje de chuparme mientras me corro como una loca. Jadeante y sudorosa intento recobrarme mientras Mary gatea por encima mía besándome por todo el cuerpo hasta llegar a mi boca, donde me da otro profundo beso.


- Feliz primer aniversario, preciosa - me dice.
- Feliz primer aniversario, cariño - le contesto mientras nos abrazamos.


Llevamos un año juntas y parece media vida. Con ella me siento tan a gusto, que tener que separarme de ella cada día me duele en el alma, pero saber que la voy a volver a ver pronto para disfrutar de su excitante cuerpo, de sus expertas manos y sus cariñosos labios hacen que la espera sea aún más emocionante. La quiero con locura, igual que ella a mi, y eso hace que los problemas que tuve con mi familia a los 17 años al declararme lesbiana no tengan ya ninguna importancia. Ahora no lo cambio por nada del mundo.

 

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