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La cajera del supermercado | Relatos Eróticos de Lesbicos

Publicado por Anónimo el 06/02/2007

LA CAJERA DEL SÚPER Las dos lo deseábamos, era diferente, parecido a lo que sentía en mis relaciones con hombres, solo que más dulce, más suave y muy placentero, metiendo mi lengua más y más dentro, lo saboreé y lamí su néctar



Era un día más, como cualquier otro iba al súper a comprar, en ocasiones voy varias veces achacando mi mala memoria, así la veo más. La primera vez que la vi mí corazón dio un vuelco, mis ojos se posaron en ella y solo podía mirarla, tanto fue así que tropecé con el carro, dejando caer una de las estanterías que había en una de las esquinas de la calle, conteniendo ofertas de unos productos de baño.



La caja estaba vacía, y ella salió para colocar las cosas en su sitio, por supuesto me disculpé, ella agradablemente me dijo que no importaba, que la estantería estaba colocada en muy mal sitio. Su voz y su sonrisa me cautivaron, pude ver sus movimientos cuando se agachaba, sus muslos quedaban al aire mientras su estrecha falda se oprimía sobre ellos dejando ver sus piernas ante mí.



Aquel día descubrí unos ojos y una mirada, unos labios y una voz, una persona que me atrajo, tanto que mis manos y mi voz temblorosas, no supieron en aquel momento que decir, ni que hacer, y me quedé embobada mirándola. Por un momento mis oídos dejaron de oír, y mis pensamientos solo pensaron en aquella mujer. Fue un golpe de corazón, un tragar saliva y un imaginar a aquella mujer así agachada ante mí, todo sucedía como a cámara lenta, cada uno de sus gestos, su abrir y cerrar de ojos, su entreabrir de boca, las palabras se quedaron en el aire como algo secundario, no escuchaba solo oía y veía un entornar de labios ¿que me estaba pasando?, ¿que me sucedía?



Pedí perdón de nuevo, y la ayudé a poner las cosas en su sitio. Volví a la realidad y pude ser más normal y comportarme de lo más lúcida con ella, bromeando sobre mi torpeza y explicándole que iba distraída pensando en las cosas que iba a comprar.



Una de las veces, al coger uno de los botes del suelo mi mano se posó sobre la de ella, fue como un calambre, una energía que se desplazaba por mi brazo hasta mi corazón, una descarga de energías que noté, que ella también la sintió. Separó la mano rápidamente y me miró a los ojos diciéndome. Vaya desde luego, si que tienes energía- nos reinos y seguidamente ella se fue hacia la caja y yo seguí comprando.



Nunca me había sucedido algo así con una mujer, si que a veces me he sentido atraída por alguna amiga. Me fijo a veces en los cuerpos femeninos, en sus pechos y sus curvas su trasero y admiro un cuerpo bonito.



Alguna vez, he pensado como sería hacer el amor con una mujer, ya que hasta ahora solo había echo el amor con hombres. Pero algunas veces, he pensado en acariciar un cuerpo femenino, y sentir la suavidad de su piel, tocar sus pechos y besarlos con mucha dulzura, y sentir que me acarician a mí también. Nuestras miradas no dejaron de cruzarse, de nuevo mi corazón daba brincos, y me puse muy nerviosa, cosa que para ella no pasó desapercibida, al darme el cambio, posó su mano sobre la mía y de nuevo sentimos esa corriente que nos atravesaba el ser.



Salí de allí sin dejar de pensar en su rostro, en sus labios, y su mirada. Me llevé todo el resto del día, pensando en ella y en lo que había sentido, y fue desde entonces una fijación en mí.



Hace ya tres meses que la veo a diario, antes hacía la compra para la semana, ahora estoy deseando de bajar y hacer la compra, así la puedo ver más. He notado que ella también me mira, y hemos tomado un poco de confianza. Así que cuando tengo que pasar por caja, espero que no haya nadie, así me quedo hablando con ella un rato.



La deseo, quiero ser la silla en que se sienta, rozar mis pechos en su espalda sujetándola, que mis brazos la abracen y rozarlos por sus pechos, bajar mis manos por sus costados y sentir su cintura, seguir bajando y notar como se va ensanchando su cuerpo, hasta tocar sus caderas, sentir su culo prieto sentado sobre mis piernas, y notar como se moja y se excita cuando mis manos se pasean por su cuerpo; meter mis dedos por debajo de su falda, y abrir camino hasta su concha húmeda de deseo, penetrar entre sus labios separarlos con mis dedos y hacerla sentir, hasta que no pueda ni ver lo que tiene delante y se deje ir.



Claro que esto solo es una fantasía, pero es lo que cada día siento cuando la veo. He notado, que a ella le gusta cuando la miro, cuando le digo que tiene un cuerpo envidiable, hasta se ha puesto roja alguna vez. He visto como cuando llego, después de haber cruzado algunas miradas, se muerde la comisura del labio inferior, y cuando me ve se desabotona los dos primeros botones de su blusa, mostrándome su canalillo, y cuando la veo mis ojos, automáticamente se posan sobre su escote, noto como mis mejillas se ruborizan, entonces la miro y me doy cuenta que ella sonríe y se lame los labios.



Creo que en definitiva las dos nos atraemos, y que debería quedar un día con ella, o invitarla a mi casa a comer un día de estos (quizás hoy me atreva a invitarla, pero temo que me diga que no) Las dudas surgen en mí, a veces pienso que son fantasías mías, pero esta atracción que siento- quiero realizarla- al fin y al cabo por exponérselo no pierdo nada, así que de hoy no pasa por que no puedo seguir deseándola tanto y soñándola cada noche, cuando mi mente me lleva a tenerla en sueños.



Lo hice, me atreví por fin y me dijo que si, que a mediodía cuando saliera vendría a mi casa, estoy nerviosa y contenta. He pasado toda la mañana arreglándome, y haciendo una buena comida. Quiero que se sienta bien, darle todo el cariño que desde este tiempo mi corazón le guarda.



Son las dos de la tarde, ya no tardará en llegar, preparo la mesa y la adorno con unas flores, miro y remiro la mesa no quiero que falte un detalle, suena la puerta es ella, estoy temblando, noto como mi interior es volcán de deseos, un terremoto interior hace que me sienta insegura y nerviosa.



Abro la puerta, es ella la hago pasar, le digo que se ponga cómoda que enseguida sirvo la comida. Suelta su bolso y viene hacia mi que estoy en la cocina y hablamos de cosas triviales, del calor, de que casa tan bonita, y cosas que las dos sabemos no tienen sentido y que en realidad lo que queremos es estar juntas.



Vamos intimando y le digo si se quiere poner algo más fresco, a lo que me dice que si porque el uniforme, le da mucho calor, la llevo hasta mi habitación, abro el armario y le digo que coja lo que quiera y se lo ponga, mientras abro el armario ella sin corte algún estábamos deseando, no había sido una fantasía, las dos habíamos estado atraídas la una por la otra, y ahora dábamos rienda suelta a tanto sueño a tanto deseo.



Nos echamos en la cama y sentí sus besos por mi piel, sus manos sobre mi cuerpo, todo era ternura, dulzura. Todo era diferente, aunque parecido a lo que había sentido en mis relaciones con hombres, solo que más dulce, más suave y muy placentero.



Su boca y mi boca se posaron invertidas sobre nuestros sexos, su lengua se paseó sobre mis labios íntimos, la mía iba abriendo los suyos e internándose en su interior, saboreando sus flujos que manaba de su vagina, aquello me gustó, lo saboreé y lamí su néctar, como si se tratara de la miel más dulce, ella hacía lo mismo, estábamos gimiendo las dos, ella me metió dos dedos mientras su lengua lamía y mordía mi clítoris, yo seguí lamiendo su vagina, de pronto noté como se contraía y supe que estaba orgasmando. Noté como salía su esencia y me recreé en ella, metiendo mi lengua más y más dentro, sacando y apurando todo el manjar que salía de aquel paraíso donde, por primera vez probé la fruta prohibida.



Cambiamos de posición y nos besamos, ella se puso encima mí, incorporó su torso dejando sus pechos a la altura de mi boca, apoyando su sexo contra el mío, frotándose contra mí, mientras yo chupaba sus pechos y estiraba, sus pezones con mis labios, mis manos la apretaban contra mí y en ese vaivén, nos dejamos ir, y caímos una al lado de la otra, agitadas y recuperando el aliento, cogidas de la mano y sonriendo nos abrazamos y quedamos allí, con la sonrisa en los labios y el corazón y el vientre latiéndonos sin cesar.

 

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