Relatos Eróticos Lesbicos

Paula, Romina y Maribel, madre, hermana e hija | Relatos Eróticos de Lesbicos

Publicado por Anónimo el 26/02/2024

Mi nombre es Romina, nací el 8 de octubre de 1980, y vivo con mi hermana Paula, que nació el 8 de febrero de 1977, y su hija, es decir mi sobrina, que se llama Maribel, y que nació el 9 de junio de 1990.
Ambas hemos disfrutado del sexo desde muy chicas, tal es así que mi hermana quedó embarazada a sus 17 años, cuando perdió su virginidad con un chico que nunca más lo volvió a ver. Y yo soy lesbiana desde que tengo uso de razón. Con todo esto quiero decir que soy una mujer muy caliente y que necesito del sexo como parte fundamental de mi vida.
Soy muy viciosa a pesar de no haber estado con muchas mujeres. Es más, las pocas con las que había estado hasta ese momento eran prostitutas, y recién a los quince estuve con una de ellas, aunque desde los diez años que me masturbo y a los doce que me desvirgué yo sola con un pepino.
Pero desde que tengo uso de razón que me enamoré perdidamente de mi hermana, y luego de mi sobrinita. Siempre la veía a Paula como una mujer muy deseable a la que la hubiera hecho mil veces el amor, pero nunca había expresado nada que me hubiera hecho avanzar en ese sentido, aunque todas las noches me hacía la paja pensando en Paula y Maribel.
Yo solía ir a casa de mi hermana casi todos los días. Tanto ella como yo somos dos mujeres que se pueden considerar espectaculares, así como mi sobrina. Tal es así que yo tengo un aire a la actriz Sandra Bullock, mi hermana se parece mucho a la actriz Denise Richards, y Maru es idéntica a la modelo Candice Swanepoel. Nos consideramos muy sexys y nos gusta ir vestidas bastante provocativas. En ocasiones comentamos con risas como íbamos vestidas, que casi parecíamos putas, pero nos daba igual. Y mi sobrina, un auténtico espectáculo con sus apenas 9 añitos, a menos de dos meses de cumplir los 10 para el momento en que empieza esta historia.
Había heredado lo mejor de cada una de nosotras. Era chiquita, flaquita y tenía unas tetitas inexistentes que me volvían loca y su ombliguito al aire hacía que no pudiera apartar mi vista de esa zona, además de su carita angelical, un lunarcito en su mentón que me volvía loca, sus ojitos celestes y su cabello platinado. Hubiera dado cualquier cosa por cogerla. Pero como no podía ser, me conformaba con mirarla y con darle caricias de vez en cuando. Nos queríamos mucho y yo aprovechaba lo juntas que a veces estábamos para darle algún “abrazo” de más. Ella no creo que hubiera percibido nada.
Yo tenía un vicio oculto respecto a ella que me gustaba mucho. Cuando estaba en su casa solía ir nada más llegar al baño. Allí estaba el cesto con ropa para lavar, que para mí era un tesoro. Yo buscaba enseguida las tanguitas de mi sobrina y también las de mi hermana. Casi siempre me masturbaba oliéndolas, primero las de mi hermana para calentarme y después las de mi sobrina, lo que me hacía explotar en un orgasmo bestial.
Como es natural, cuando alguien hace algo muchas veces acaba por confiarse y comete un error. Yo un día lo cometí. Bueno al menos eso creí al principio, aunque luego las cosas fueron justo al revés de cómo yo me temí que fueran a ser.
El caso es que un miércoles anterior al Jueves Santo, 19 de abril para ser más precisos, estaba yo en casa de mi hermana después del mediodía y mi sobrina estaba en el colegio. Eran las 3 de la tarde y mi hermana trabajando como cajera en un banco (ahora es gerente del mismo banco). Yo, como casi siempre, estaba muy caliente, así que me fui al cuarto de baño y empecé a buscar en el cesto. No había tangas de mi hermana, sino unas de mi sobrina blancas.
Comencé a olerlas y enseguida me vino la imagen de Maru. Esa imagen que me ponía mala de calentura y ese olor que también conocía. Me senté en el inodoro, levanté mi pollera, bajé mi tanga y empecé a masturbarme. Estaba yo a punto de acabar cuando de pronto se abrió la puerta.
¡Dios!, yo quería morirme. Me había olvidado poner llave en el baño y allí en la puerta estaba mi hermana.
“¡Perdón!”, dijo al verme en tal situación y cerró la puerta. Rápidamente me levanté y me quería apresurarme a dejar la tanguita de mi sobrina en su sitio. De nuevo y de golpe se abrió la puerta de golpe y era mi hermana entrando rápido hacía mi y enojada.
“¿Qué hacés?”, me dijo mirándome las manos en las que yo trataba de ocultar la tanguita. “¿Qué haces con la tanga de Maribel, Romina?”. Yo me quería morir, me habían descubierto in fraganti y no podía disimular ni mentir. La vida me había enseñado que lo mejor en estos casos es decir la verdad.
“Perdóname, Pau”, dije bajando los ojos y roja como un tomate y mientras trataba de subirme mi propia tanga.
“¡Te estabas pajeando con la tanga de mi hija! ¡Hija de puta!”, me increpó.
“Perdoname…”, balbuceé de nuevo.
“Pero… ¿por qué?”, preguntó ella.
“Mi vida, perdoname. Estaba tan caliente…”, dije.
“¿Te pone caliente Maru?”, me preguntó. De pronto había bajado el tono y ya no era de reproche, sino que empezaba a ser de curiosidad. Vi una puerta de esperanza.
“Si Pau, mi amor, perdoname, nunca te lo dije, pero soy lesbiana, por eso nunca me viste con un novio, y estoy perdidamente enamorada de ella”, dije.
“Pero si es muy nenita”, argumentó.
“Pau, vos sabes que no es una nena y que está en la edad en la que el sexo te inunda todo”, le dije.
“La verdad es que se puso tremenda”, dijo ella como pensando en alto.
“¿Verdad?”, pregunté yo intentando buscar complicidad.
De pronto, Paula cayó en la cuenta del tema de las tangas y me dijo:
“Claro, así me faltaban mis bombachas y las de Maru siempre”, se me quedó mirando.
Yo no dije nada por lo que reconocía mi culpa. Pero siguió.
“¿También yo te pongo cachonda? ¿También te pajeás oliendo mis tangas? ¿Estás enamorada de mí?”, me preguntó un poco incrédula.
“No sabes lo caliente que me ponen las dos. Sí, claro, de vos también estoy perdidamente enamorada. Siempre me hago la paja imaginándome a las tres juntas. Las quiero, las deseo, las amo…”.
Con los nervios de aquella situación y esa declaración a mi me dio por llorar como una loca. Paula se apiadó de mi y me abrazó.
“Mi amor, no llores… no pasa nada”, y empezó a darme besos en la cara para calmarme. ”Shhhh, que no pasa nada. Yo te quiero mucho y esto podemos arreglarlo”. ¿Arreglarlo?, pensé, que significa arreglarlo.
Mi hermana empezó a besarme en la mejilla con besos suaves, y después fueron besos en la boca, cada vez más apasionados y de lengua, mientras me sobaba el culo y me desabrochaba la camisa. Yo estaba tocando el cielo con las manos. Mi hermana no solamente no estaba enojada conmigo, sino que me era correspondida.
“Te amo, Pau.”
“Y yo a vos, Romi. ¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo también estoy perdidamente enamorada de vos desde toda la vida.”
“No me atrevía, Pau”, mientras nos desnudábamos ahí mismo en el baño.
“Y yo los años que perdí sin decirte que te amo, Romi.”
“La verdad que sí, ¡pero qué feliz me hacés, Pau! ¡Te amo!”
“Y yo a vos, y espero que me hagas el amor como nunca en mi vida.”
“No lo dudes, mi amor. Soñé toda mi vida con hacerte el amor.”
“El tiempo que perdimos”, me dijo.
Nuestros labios se tropezaban por la calentura que teníamos, y nos metimos en la ducha. Y mientras nos enjabonábamos, nos manoseábamos y nos dábamos los besos más lujuriosos de nuestras vidas, haciéndose mi sueño realidad, y seguramente también el de mi hermana.
Le lamía su cuello, le chupaba sus tetas y le mordía sus pezones marrones y durísimos, mientras el agua caliente recorría su cuerpo escultural. Besé su vientre y bajé hasta chuparle y morderle su hinchadísimo clítoris. Le lamía la concha de arriba abajo, mientras ella gozaba de placer, sin dejar un instante de gemir y manosearse sus tetas.
Luego puse su cara contra la pared para lamerle bien adentro de su culo, meterle dos dedos y chupárselo como quise toda mi vida, besarle sus nalgas, su espalda, su nuca y morderle los lóbulos de las orejas, susurrándole al oído cuánto la amaba. Y luego mi hermana hizo exactamente lo mismo conmigo, hasta que me propuso:
“Romi, vamos a mi cama.”
En su cama y así empapadas nos besábamos en la boca como dos necesitadas de amor, y luego hasta el último milímetro de nuestros cuerpos.
“Romi, chupame la concha como nunca me la chuparon en mi vida.”
Aproveché y nos pusimos en posición de 69. Nos hicimos una mamada increíble mientras yo le metía dos dedos en su culo y ella me metía otros dos suyos en el mío. Y cuando estábamos a punto de acabar, se detuvo y me dijo:
“Esperá, Romi, no acabés todavía.”
Se levantó y se fue. Yo no entendía nada, pero antes de que la llamara para que volviera ya estaba de vuelta. Se acercó hasta mí y me puso en la cara la tanguita de mi sobrinita.
“Disfruta, hija de puta”, me dijo y metió su cabeza entre mis piernas y empezó a lamerme. Yo no lo podía creer, mi hermana aceptaba y me proponía incluso que tuviera fantasías con su propia hija. Era la gloria. Tardé muy poco en acabar dando gritos y llamando a mi hermana y a mi sobrina.
“¡Te amo, Romi!”, dijo Paula.
“¡Te amo, Pau!”, le dije.
“Ahora me toca a mí, chupame bien la concha, puta”, me ordenó.
Empecé a comerle la concha con todo el interés y cariño que tenía.
Para mi sorpresa, Paula agarró la tanguita de su hija, que había quedado encima de la cama, y empezó a olerla profundamente.
Yo me quedé de piedra a la vez que encantada de aquello.
“¡Qué bien huele la putita!”, dijo.
“¿Te gusta?”, pregunté.
“Estoy perdidamente enamorada de mi hija”, contestó.
Pasaron pocos instantes cuando Paula acabó en mi boca susurrando “Maruuuuu.
Ahhhhhhh… Romiiiiiiii… Las amooooo…”
Al acabar, nos incorporamos, entrelazamos nuestras piernas, recogimos un poco del resto de nuestros fluidos, nos los esparcimos por nuestros labios, cada una se metió dos dedos en el culo, lo chupamos, nos miramos profundamente a los ojos, y nos dimos el beso más romántico de nuestras vidas, con el sabor de nuestros orgasmos y de lo más profundo de nuestros ojetes, hasta que nos acostamos abrazadas, piel con piel, tal como lo soñamos todas nuestras vidas.
“Mi amor, lo que faltaba para todo fuera perfecto entre nosotras”, le dije.
“Sí, mi vida”, me contestó besándome en la boca.
“¿Y desde cuando te gusta la nena?”, le pregunté directamente.
“Desde toda la vida. Está tan buena la pendejita con solo 9 años”, dijo relamiéndose.
“¿Y querés cogértela?”, pregunté.
“Desde que supe que estaba embarazada de una nena que quiero cogerla”, me dijo.
“¿Pensás que le gustan las minas, como a nosotras?”, le pregunté.
“Es más putita que nosotras. Es más, desde hace tiempo quiero hacer algo, y con esto que nos acabó de pasar, quizás sea más fácil”, dijo misteriosa.
“¿El qué?”, pregunté ansiosa.
“Mirá, muchas veces entré en su cuarto y vi que cerraba Internet corriendo, pero a mi me
Dio tiempo a ver que eran páginas de lesbianas. Además, yo miré en el Explorador las direcciones que mira y siempre son de putas”.
“Bien”, dije yo.
“Se me ocurrió”, empezó a decir.
“¿Qué?”, pregunté otra vez ansiosa.
“Mirá, como yo se que habla con sus amigas en el chat ese nuevo, el Messenger, y estoy segura de que estuvo con alguna, y pensé que yo, o vos, tengamos una relación de cibersexo con ella.
Si es como pienso, sabremos si le van las putas y, lo mejor, hay que saber si tiene fantasías conmigo o con vos”, dijo.
“¡Qué buena idea!”, le dije admirada.
“Si funciona, yo voy al ataque sin dudarlo”, dijo riendo.
“Yo me muero por cogerla”, dije.
“¿Y desde cuándo te gusta Maru?”, preguntó mi hermana.
“Desde siempre, pero desde cuando ustedes viven solas es que ya me la quiero coger y que me coja”.
Para mí, no era ningún problema hacer esto. En ese momento estudiaba para lo que soy ahora, analista de sistemas, y sé perfectamente manejarme por Internet y los chats.
Así que esa tarde despues de coger con mi hermana y que no estaba mi sobrina abrí su compu y vi que tenía un ícono de Eyeball Chat, que es un software de video chat. Lo abrí y su usuario era “NenaCaliente”. Ya tenía el dato que me hacía falta, así que antes de que viniera Maru pactamos con mi hermana quedarme en su casa.
Paula fue a buscar a la nena al cole, merendamos, hizo la tarea para el lunes así no tenía nada para hacer en el fin de semana largo del Jueves y Viernes Santo, cenamos, se dio una ducha, y a eso de las 11 de la noche se fue a su cuarto diciéndonos que tenía sueño y se fue a dormir.
Mientras Paula se daba una ducha, yo disponía su habitación de forma tal que la nena no pudiera reconocerla. Después yo me duché mientras ella ambientaba el cuarto con velas y sahumerios.
Cada una tenía una musculosa y una tanga, y con gran impaciencia, a eso de las 12 de la noche nos conectamos. Hay varios “rooms”, pero supusimos que ella se podría conectar a dos de ellos, bien al “Teen” o al “Lesbian”.
Alternativamente nos conectamos a esos “rooms” para ver si veíamos a su usuario en la lista de conectados. Pero no aparecía. Únicamente se conectaban muchos tipos disimulando ser chicas, ya que el “nick” que habíamos elegido era 2LesforGirls. Si es verdad que alguna llamada era de alguna adolescente que quería sexo, pero desechábamos esas oportunidades, no porque no queríamos, sino que nuestra obsesión era Maru.
Después de casi una hora de desesperación y sin ninguna señal, y casi a punto de tirar la toalla, vimos en el salón “Teens” que aparecía nuestro “usuario” soñado: “NenaCaliente”.
Rápidamente intentamos contactar y nuestra frustración fue grande al ver que no aceptaba nuestras llamadas y que estaba ocupada por otras.
Pasó mas de media hora en la que estábamos casi histéricas hasta que por fin recibimos una llamada como a eso de la 1 de la madrugada.
¡Era ella! ¡Gracias, Dios mío!
Contestamos rápidamente.
En la cámara salíamos las dos y yo había dispuesto la habitación de forma que no pudiera reconocerla. Obviamente solamente aparecíamos de cuello para abajo. Ella, sin embargo, mostraba la cara sin ningún problema.
Al verla, nos dio a ambas un vuelco al corazón y nos agarramos de la mano.
La cámara no era muy buena pero se la veía preciosa, como siempre. Vestía un camisoncito bastante transparente blanquito.
A través de texto le dijimos que no teníamos micrófono y que deberíamos hablar por mensajes de texto.
Voy a tratar de ser más fiel de transcribir la conversación que tuvimos en aquella sesión. Yo creo que ustedes se harán una prefecta idea de lo que pasó.
“Hola.”
“Hola.”
“¿Quiénes son?”
“Dos amigas de Rosario.” (mentimos).
“Yo vivo también en Buenos Aires, Argentina.”
“¿Cuántos añitos tenés?”
“Tengo 9 años. ¿Y ustedes?”
“32 y 30” (mentimos nuevamente, ya que en ese momento Paula tenía 23 años y yo tenía 19).
“¿Y que hacen en Teens?”
Es que nos gustan las nenitas chiquititas y bonitas como vos. ¿Cómo te llamás?”
“Maribel. ¿Y ustedes?”
“Yamila y Yésica.” (mentimos otra vez).
“¿Las conozco?”
“No, ¿Por qué?” (¿Sospechaba algo? ¿Nos habría reconocido? No era probable. Nos entró un poco de temor).
“No sé, me resultan conocidas”.
“Es la primera vez que nos conectamos.” (era verdad).
“¿Y son lesbianas?”
“Si, somos novias. ¿Y vos sos lesbiana?”
“Siempre, desde chiquita, toda mi vida me gustaron las mujeres.” (nos dimos un apretón a la mano que nos teníamos agarrada).
“Sos una muñequita”.
“Ustedes no sé. ¿Pueden mostrarme la cara?”.
“No, por ahora no”.
“Ah”.
“¿Estás caliente? Porque nosotras sí”.
“Yo vivo caliente” (A las dos nos subieron las mariposas por el estómago).
“¿Querés jugar un ratito, bebé?”. Nos quitamos las musculosas y las tangas, quedándonos completamente desnudas.
“¡Guau, están muy buenas!”.
“Mostranos vos” (ella se quitó el camisón y nos mostró su cuerpito desnudito y aún sin desarrollarse, con unas tetitas casi inexistentes y preciosas que enseguida empezó a acariciase).
“Así, bonita, así. Tenés unas tetitas preciosas”.
“Son muy chiquitas”.
“Nos gustan así. Mostranos tu conchita así nos pajeamos juntas”.
Ella no lo dudó y bajo la cámara hacia su preciosa conchita, allí estaba el objeto de todos nuestros deseos. Se la veía muy rosadita y con una pelusita rubia, tanto mi hermana como yo suspiramos al verla y nos apresuramos a bajar la cámara y mostrarle nuestras conchas, ya que estábamos sin tanga.
“Me encantan las de ustedes”.
“Y a nosotras esa preciosa conchita que tenés”.
“Háganse la paja una a otra”.
“Claro bebé” (Eso fue lo que hicimos, nos empezamos a acariciar el clítoris una a la otra mientras ella hacía lo mismo sola).
La situación era súper excitante y estábamos terriblemente calientes. No queríamos decirle quiénes éramos aunque ganas no nos faltaban, pero el momento clave eran las preguntas que íbamos a hacerle.
“Segui así, preciosa, que nos estás poniendo a mil”.
“Y ustedes a mi”.
“Nos gustaría chupártela.”
“Y yo a ustedes. Quiero chuparles sus tetas, sus conchas y sus culos.” (¡Qué bien, qué descarada era y qué caliente!).
“¿Y ya te cogieron?”
“No, todavía soy virgen”.
“¿Y ya besaste a alguien?”
“No, nunca besé a nadie todavía”.
“¿Y no te importa que seamos tan grandes para vos?”.
“Es que me gustan las mujeres grandes, no me gustan las chicas de mi edad.”
“Pero podíamos ser tu madre por la edad”.
“Ojalá ” (las dos dimos un gritito, Ojala, decía y había que preguntar más claramente)
“¿Ojalá? ¿Te gusta tu mami?”.
“Sí, estoy perdidamente enamorada de ella”. (Dios mío, era verdad, se nos llenó el cuerpo de una extraña felicidad, como si nos hubieran dado la mejor noticia de nuestra vida, y yo me sentí un poco celosa, pero pensé que si veía a su madre con ojos sexuales, porque no lo haría con su tía).
“¿Y cómo se llama?”
“Paula”.
¿Y vivís con tu papá también?”.
“No, nunca lo pude conocer”.
“¿Y tenés hermanos?”
“No, no tengo”.
“¿Y le dijiste alguna vez que te gusta?”
“No, no me atrevo todavía”.
“¿Por qué? No seas tonta. Decíselo, mira si a ella le gustás también”. (tratábamos de allanarle el camino).
“¿Y solo con tu mami vivís?”.
“Sí, pero hoy esta mi tía, la hermana de mi mamá, que se quedó a dormir”.
“¿Y cómo se llama?”
“Romina”.
“¿Y también te gusta tu tía?”.
“Me encanta, es tan linda como mamá, también estoy perdidamente enamorada de ella”
“¿Y te pajeás pensando en ella también?”
“Siempre. Mi sueño es que entre las dos me den mi primer beso, que entre ellas me desvirguen, que me cojan y cogerlas siempre”.
Nosotras estábamos ya a cien, mi hermana, tomando todas las precauciones posibles para que no se nos vieran nuestras caras, mientras Paula se agachaba y me estaba haciendo una mamada estupenda. Las tres teníamos las manos muy ocupadas y no hablábamos nada, solamente nos veíamos.
Maru estaba totalmente despatarrada y se estaba haciendo una paja monumental y mi hermana también mientras me comía la concha.
Yo vi perfectamente como mi sobrina se corría y yo exploté en el mejor orgasmo de mi vida hasta entonces. Mi hermana lo notó, levantó la cabeza y vio a su hija convulsionándose como una loba. Me agarró de la cabeza y se la chupé, hasta acabar salvajemente en mi boca.
Mi hermana y yo estábamos en la gloria. Había sido una sesión terriblemente excitante de sexo. Además, ya sabíamos lo que queríamos; a Maru le gustaba su madre y su tía, y a partir de ahí todo sería más fácil.
“Nos encantó, muñeca, esperemos que se repita”.
“A mi también. Ojalá se repita mejor las tres juntas en una cama”.
“Ojalá. Chau, mi amor, te amamos. Estamos enamoradas de vos”.
“Chau. Gracias mamá, gracias tía”, (y desconectó).
¡NOS QUEDAMOS DURAS! ¡Nos había reconocido y no había dicho nada! No solo eso, había tenido una sesión de cibersexo con su madre y su tía. Después de los primeros momentos de estupor, nos entró un ataque de risa nerviosa que nos duró un buen rato.
Rápidamente decidimos que había que ir al cuarto de Maru y terminar lo que habíamos comenzado.
Ya eran las 2 de la madrugada, la llevamos de la mano a la habitación de Paula y cerramos la puerta con llave.
“Te amo, má, estoy perdidamente enamorada de vos desde chiquita. ¿Querés ser mi novia?”.
“Claro que quiero ser tu novia, hija. Desde que estaba embarazada de vos que estoy enamorada. Te amo, quiero ser tu mujer para toda la vida”.
Así, la nena daba el primer beso de su vida, ni más ni menos que a su mamá, tan lleno de romanticismo. Y después Maru me miró a los ojos y me dijo:
“Te amo, tía, yo también estoy perdidamente enamorada de vos desde chiquita. ¿Querés ser mi novia como mamá?”
“Por supuesto, bebé, que quiero ser tu novia. Desde que ibas al jardín que me enamoré de vos. Te amo, quiero ser tu mujer para toda la vida”.
Así, mi sobrinita me daba el segundo beso de su vida, también súper romántico. Y luego, la miré a mi hermana y le dije:
“Paula, te amo con todo mi corazón. Quiero ser tu mujer y que seas mi mujer para el resto de nuestras vidas. Por siempre tuya”.
“Y yo te amo con toda mi alma, Romi. Quiero ser tu mujer y que seas mi mujer para toda la vida. Por siempre tuya”.
Nos miramos profundamente a los ojos y nos besamos apasionadamente. Después, la nena unió su boquita con las nuestras y entre las tres juntamos nuestras lenguas, sellando definitivamente y para siempre este amor eterno.
Luego, Paula se ocupó de lamerle el lunarcito de su mentón, su cuellito, sus tetitas, su pancita, su ombliguito, y le chupaba su conchita, mientras yo le lamía sus hombritos, su nuca, su espaldita, su cinturita, sus nalguitas, y lamerle y chuparle su culito. Y cuando terminamos, nos turnamos para yo besarla y lamerla a Maru todo por delante mientras su mamá lo hacía por detrás. Y cuando terminamos de besarla, la acción pasó a la cama.
Allí, me tumbé boca arriba y Maru se acostó encima de mí, también boca arriba, mientras Paula le chupaba la conchita, y yo con mis dedos estimulaba su clítoris y le susurraba palabras que la hacían enloquecer.
“Pau, mi amor, fijate que en mi cartera tengo una pija para que se la metas. ¿Te gusta, bebé, que tu mami te desvirgue, pendejita putita?”.
Mi hermana sacó de mi cartera un consolador transparente de silicona de 35 cm. De largo por 7 cm. De diámetro que lo usaba cada noche para pajearme pensando en ellas, y mientras yo la sostenía a la nena, su mamá le metía su lengua y un dedo, y lentamente le fue introduciendo la verga, mientras yo le manoseaba las tetitas, le pellizcaba sus pezoncitos y le susurraba al oído palabras que la hacían volver loquita, hasta que pegó un gritito lloroso sugiriendo que su himen se había roto. Pero las embestidas siguieron hasta que nuestra chiquita llegó al orgasmo. Paula capturó un poquito de su sangrecita con su boca, le escupió un poco en la boquita de su hija y otro poco en mi boca.
Luego, le sacó la pija y se besaron apasionadamente, y se pusieron en posición de 69, mamá abajo e hija arriba. Y mientras se chupaban las conchas, yo le lubricaba el culito de Maru con mis lamidas, mis chupadas, mi saliva y mis fluidos de la paja que me estaba haciendo, mientras le metía un dedo y luego dos para que fuera dilatándose, hasta que le metí la verga bien profundo en su culito. Fue un mete y saca constante durante unos veinte minutos, hasta que madre e hija acabaron simultáneamente, que ocurrió cuando se la saqué de un fuerte tirón. Mi sobrina lloraba y gritaba por el goce de haber perdido en esa misma noche sus virginidades vaginal y anal, ni más ni menos que con su mamá y su tía, las únicas dos mujeres de las que estaba perdidamente enamorada.
Y mientras nuestra bebé trataba de reincorporarse, con mi hermana lamíamos y chupábamos la poronga con el más exquisito sabor de lo más profundo del culito de nuestra muñequita. Y luego, Maru se puso encima de mí para hacernos el 69, mientras Paula se metía la pija al vernos chupándonos las conchas con su hija. Y al acabar las tres juntas de manera simultánea, mi hermana se acostó en el medio de la nena y de mí para lamer, chupar y limpiar entre las tres con nuestras bocas el consolador, el mismo que desde el 20 de abril de 2000 es de nosotras tres, hasta que nos fuimos quedando dormidas, desnudas y abrazadas entre besos, caricias, mimos y palabras de amor, tal como siempre lo habíamos soñado, y en la cama de Paula, la misma que desde hace más de 23 años es nuestra cama matrimonial, en donde cada día de nuestras vidas vivimos las más intensas y excitantes noches de sexo, lujuria y pasión, donde disfrutamos de nuestras bocas, nuestras lenguas, nuestras pieles, nuestros cuerpos, nuestras conchas, nuestros culos, nuestros orgasmos, pero por sobre todas las cosas, de este amor eterno entre madre, hija y tía, hasta que únicamente la muerte nos separe…

 

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