Relatos Eróticos Primera Vez

Mi criada soraya | Relatos Eróticos de Primera Vez

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

Después de lo sucedido, no tenía fuerzas para levantarme. Estaba agotado, eran muchas las sensaciones vividas el día anterior. Creía que era un sueño, que no podía haber sucedido.
Sólo el fresco y dulce aroma de su piel me hicieron volver de mis ensoñaciones a la bella y apasionante realidad. Ahí estaba ella, a pocos centímetros de mí. Su aliento era como la brisa marina: fresca y agradable. Así, recostada en mi cama, podría haber sido, con seguridad, la musa que inspirase a Velázquez para hacer La Venus del espejo. Miro hacia el despertador: las 12.30. Cogí un cigarrillo de mi mesita de noche y me lo fumé. Era el cigarrillo pos-coital. Seguía dormida. Yo no quería despertarla, pero alguien tenía que preparar el desayuno. Yo no soy machista, aunque la educación conservadora que tuve me dejara algunas marcas. Pero mi familia, en apariencia conservadora, era de carácter liberal. Así que, como en mi casa nos repartimos las tareas domésticas, bajé a preparar el desayuno. No me puse nada, ya que estábamos solos ella y yo, y no esperábamos visita. Además, hacía calor. Tuve el cuidado de no despertarla, así que bajé lentamente las escaleras y no puse el televisor de la cocina, como acostumbro a hacer. Estaba preparando los dos huevos fritos e iba a freír las patatas, cuando oigo el subir de las persianas del dormitorio y el correr de las cortinas. “Ya se ha despertado mi Venus de Milo”, pensé. El sonido del interruptor del cuarto de baño y del grifo abierto me indicaban que estaba en el baño, seguramente para lavarse la cara. El sonido de la cisterna y otra vez, el del interruptor me indicaban dos cosas: 1º) Había hecho sus necesidades matinales, lo que significaba que hoy habría sexo, puesto que, al tener la vejiga vacía, tendría sus aparatos genitales para otras ocupaciones. 2º) Que ya salía del baño y, seguramente, se acercaría hasta aquí, para darme los buenos días, y Dios sabe qué más.
Un bostezo y pasos descalzos en las escaleras ratificaron mi segunda deducción. La primera se ratificaría después.
La presencia de Lola, que estaba como yo, desnuda, no hizo más que fascinarme por su belleza, que ni Boticelli hubiera podido plasmar en su famosa Venus. Su melena castaña se había vuelto de color cobre, gracias a la luz que entraba por una de las ventanas de la sala. Sus labios carnosos escondían una sonrisa perfecta. Sus pechos eran como dos volcanes a punto de explotar, coronados con unos pezones rosados erguidos.
Su piel tan blanca, con algunas pecas, resaltaba su monte de Venus, que debería llamarse Monte de Lola, porque ella era quien la tenía con más orgullo, tal es así que hizo una verdadera obra de arte con sólo una Gillette y espuma de afeitar. Y sus piernas son dos columnas enhiestas que no envidiarían ni a las de Claudia Schiffer, porque conseguir la belleza con el bisturí es relativamente fácil, dependiendo de los casos. Pero lo de mi novia es 100% natural, conseguido a base de sacrificios, como hacer una dieta equilibrada y hacer ejercicio, cosa que hacía todos los días, de una u otra forma. Además, tenía la ventaja de ser la obra perfecta de Dios. Viéndola a ella, puedes intuir la perfección de Dios. Es un regalo caído del cielo, quizás como fruto del sufrimiento de mi vida pasada. Es el orgullo de cualquier hombre, por lo que no debería dejar escapar esta oportunidad. Debía tratarla como se merece: como a una diosa.
Esa visión cargada de erotismo y cierto misticismo, hicieron que sufriese una tremenda erección, que pude ocultar gracias a mi delantal, pues cuando cocino, para no quemarme con el aceite, uso delantal.
Lola había cambiado de la noche a la mañana, dicho literalmente. No me podía creer que esa fuera mi novia. Me la habían cambiado o, ¿seguiría durmiendo y esto era un sueño?
Su voz fue melodía para mis oídos y me sacó de mis pensamientos. No era un sueño, era real, para mi Fortuna:


- Lola: Hola cariño, ¿Cómo estás?

Con mi vasto vocabulario, no acerté a decir ni una palabra.


- Álvaro: Eeeeeeeeeeeeeeeeeehhhhhhhhhhh


- L: ¿Te pasa algo?

Acercándose a mí, me preguntó:


- L: ¿Es por mí?


- A: Pffffffffffffffffff


- L: No te preocupes. Eso le pasa a todos.

Eso hizo sacar al novio celoso que llevaba dentro:


- A: ¿Cómo que todos?


- L: Picaste, ¿eh? Conozco tu punto débil.


- A: Explícame eso de “como todos”


- L: Era broma.


- A: Pues no me gastes esas bromas.


- L: Era para que te espabilaras.


- A: Bueno, ¿te preparo el desayuno?


- L: ¿Tienes leche?


- A: Sí, ahí en el frigorífico.


- L: Pero yo lo quiero de tu cosecha.

La primera deducción se cumplía. Ese día habría sexo, aunque fuese sexo oral.
Me arrancó el delantal de un tirón. Estábamos cara a cara, así que pudo ver mi miembro en toda su magnitud. Ella dijo con voz maliciosa y sonrisa pícara:


- L: ¡Vaya! Parece que no tuviste suficiente con lo de ayer.


- A: Es que verte así…


- L: Pues esto hay que relajarlo. No querrás estar todo el día así, ¿verdad?

No me dio tiempo a responder a su última pregunta. Mientras lo decía, se agachó y, sin utilizar las manos, empezó a aplicarme la lengua por todo mi miembro.
¡Que bien lo hacía! ¡Cuanto placer estaba recibiendo de su lengua! Estaba de espaldas a la encimera de la cocina, así que me aguanté en ella porque mis piernas no respondían.
Toda la parte baja la tenía insensibilizada. Mi cerebro no reaccionaba. Sólo había una sensación: la del placer que me estaba dando esta mujer. Yo no sé todavía como logré aguantar tanto.
Una explicación podría ser que con todo lo que hice ayer, había gastado gran parte de mis reservas de semen, por lo que mis testículos estaban produciendo rápidamente espermatozoides.
Yo no sabía cuanto tiempo tardé, quizás un cuarto de hora, quizás más, algo impropio en mí. Me acuerdo, nada más, en que cuando le dije:


- A: Me corroooooooooooooooooo, Lolaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Ella se lo metió en la boca, sin utilizar las manos. Y empezó un mete-saca con su boca, presionando con los labios. Esa presión y la temperatura de su boca, algo que no olvidaré ni olvido, hicieron que echase todo el semen que me quedaba dentro de su boca. Era mucho, pero se lo tragó todo. Solo una gota escapó de su boca, manchando su barbilla. Cogí una servilleta de papel de las que tenía al lado y se la limpié. Estuve cierto tiempo apoyado en la encimera, recuperándome un poco. Fue la primera mamada de mi vida, pero no la última. Había que repetirlo, aunque no fuera en ese día.
Me dolían los huevos, quizás porque ya no les quedaba ni una gota de semen. Habían trabajado mucho, se merecían un descanso. Acto seguido le dije:


- A: Lola, ¿Dónde aprendiste esto? Seguro que no fue en la escuela.


- L: ¿No te acuerdas de la película que vi esta madrugada? En una de las escenas, la
chica le hace una mamada al protagonista sin utilizar las manos. Eso me excitó mucho y ahí fue cuando apareciste tú.


- A: Y te quité toda la calentura.


- L: Si, tanto placer me diste que me quedé dormida. Después, gracias a ti, tuve un sueño
erótico en el que aplicaba todo lo que había visto en la tele, contigo. Bajaba por las escaleras así, y te encontraba cocinando y hacía todo lo que te he hecho. Cuando me he despertado, no te he encontrado. Había mojado las sábanas y por eso entré en el baño, para limpiarme el coño de lo mojado que estaba.


- A: Pues gracias por hacer tus sueños realidad conmigo. De ahora en adelante, me
confiarás tus fantasías eróticas y yo te confiaré las mías. La haremos realidad juntos, ¿te parece?


- L: Vale.


- A: Mmmmmmmmm… Tanto sexo me ha dado hambre.


- L: ¿Tienes hambre? Yo te lo preparo. ¿Qué quieres comer?


- A: Ahora lo que me gustaría comer es un buen mejillón.


- L: ¿Un mejillón? ¿A estas horas?


- A: Sí.


- L: Bueno, voy a ver si queda algo en el frigorífico.

Iba a mirar en el frigorífico, cuando la retuve con una mano, y le dije:


- A: Pero de tu cosecha.

Ella me miró, sonrió pícaramente y puso esa mirada maliciosa que tanto me ponía. Fui bajando, con las pocas fuerzas que me quedaban, para ver su precioso tesoro. Era una maravilla. Ella podría dedicarse a ser peluquera de vellos púbicos. El suyo tenía forma de delfín. Precioso.
El aroma embriagador de sus fluidos vaginales y lo mojada que estaba me advertían lo excitada que estaba. Le dije, mirando fijamente a sus ojos, mientras estaba en cuclillas:


- A: ¿Tú sabes que es malo tener una calentura y no quitársela? A partir de ahora, si te
sientes excitada, porque hayas visto uno de mis videos porno o porque hayas visto en la playa a alguien que te gustase, me llamas y te la quito, que para eso tienes novio.


- L: Haré lo que me dices.

No quise demorarme más, pues pude comprobar cuan excitada estaba, viendo como le chorreaban por los muslos sus fluidos. Así que me dediqué con mi lengua a todo su aparato genital. Vi como le flaqueaban las piernas. Detrás suya estaba la mesa de la cocina, así que cogió una silla y se sentó, abriendo más, si puede, las piernas. Yo sabía que le estaba gustando por los gemidos y por que no paraba de emanar fluidos. Era una fuente continua. Después, cogí el clítoris con los labios y empecé a chupar. Ella empezó a aumentar el ritmo de caderas y a gemir más fuerte. Creo que nos oyeron los vecinos. Y ya estaba a punto de tener un orgasmo, cuando hice el descubrimiento más importante para la vida sexual de los hombres: encontrar el famosísimo pero muy oculto punto G.
No me gusta decir mis secretos, pero como primicia mundial para los lectores de Marqueze.net que me estén leyendo: está…. (Sonido de tambores) en la misma entrada. Para los hombres, a mano derecha. Para las mujeres, por si alguna lectora me lee y quiere encontrarlo, en la parte izquierda de la vagina, cerca de la entrada. Esa zona casi nunca se toca, debido a que es una zona poco accesible, al menos que sea un pene muy grueso, lo cual lo dudo, porque la vagina es más estrecha cuando va acercándose al cuello del útero, por lo que es más ancha al principio.
Bueno, como les iba contando, averigüé su punto G, lo froté con la lengua con fruición y empezó a convulsionarse. No sé cuantos orgasmos tuvo, pero fueron concatenados. Dio un gemido tan fuerte, que no sé como los vecinos no llamaron a la policía. Quizás estarían durmiendo, o se habrían ido muchos de vacaciones, o serían muy respetuosos, o les darían mucho morbo, yo que sé.
Puse la lengua en U para tragarme todos los fluidos que me venían. Para que se hagan una idea, estuve tragando sus fluidos durante cinco minutos. Era un torrente continuo. Cuando terminé mi labor como novio, le dije:


- A: ¿Qué? ¿Te ha gustado?


- L: ¿Qué me has hecho? Nunca he sentido nada igual.


- A: He encontrado tu punto G.


- L: ¿Qué? Ningún hombre ni ninguna mujer lo han descubierto antes. Si es verdad, que
no lo dudo, pues me has dado suficientes pruebas para ello, te habrás convertido en toda una autoridad en esto del sexo. ¿Podrías enseñármelo?


- A: Para mí será un placer. Todo sea por tu felicidad.

Seguía sentada, agarrada con una mano en el respaldar de la silla para no caer hacia atrás. Tal era el multiorgasmo que había tenido. Le tomé la mano derecha, que estaba apoyada en la mesa, y se la dirigí hacia su coño. Ahí le dije:


- A: Mete el dedo índice y toca la parte derecha.


- L: ¿Así?


- A: Más abajo.

Nada más tocó esa zona, arqueó la espalda, dio un gemido y se le pusieron erectos los pezones.
Ella dijo:


- L: He sentido una descarga eléctrica que me subía desde mi vagina hasta mi cabeza.
¡Es verdad! ¡Has descubierto el punto G! Eres una maravilla. ¿Cómo te lo podré agradecer?


- A: Ya me lo agradeces con tu presencia. Es mi deber como novio hacerte feliz en todos
los aspectos.


- L: Si todos los hombres tratasen tan bien a sus mujeres como me tratas tú, el mundo
sería otra cosa. ¿Por qué me tratas así?


- A: Porque creo que eres lo mejor que me ha pasado en la vida y lo mejor que le puede
pasar a un hombre. Cuando te vi en la disco, creí que no podía alcanzar tanta belleza. Cuando te acercaste a mi, me dio un vuelco el corazón. Y cuando me preguntaste, con frescura, mi nombre, pensé que había bebido demasiado.


- L: Es que desde el primer momento me sedujiste. Cuando te vi allí en la barra, bebiendo,
con esa mirada enigmática, que intenta ver más allá de las cosas, pensé que eras el hombre de mi vida. Por lo visto no me he equivocado. Cuando fui hacia ti, mis amigas me preguntaron que qué hacía, que ese borracho no me lo merecía, pero no les hice caso, pues ya estaba hipnotizada. No sé, fue una sensación extraña, como si el destino me hubiese dado al hombre ideal.


- A: Eso mismo pienso cuando te veo. Por eso me porto así contigo, porque no quiero
perderte, que la vida me ha enseñado que la Fortuna es traicionera: te da muchas cosas buenas para que las saboree, las disfrutes, para luego arrebatártela cuando menos te lo esperes.


- L: No temas, que eso no va a pasar conmigo porque te quiero, y no hay nada ahí fuera
que no tenga ya. Además, estoy pensando en casarme contigo.


- A: Quietaaaar… Despacio. Dale al tiempo su tiempo. Que todavía somos jóvenes y
acabamos de empezar. Todavía nos queda mucho por aprender. Pero yo también quiero casarme contigo. Eres la única mujer a la que quiero llevar al altar.

Después de esto, nos fundimos en un largo y apasionante beso. En esto estábamos, cuando ella miró el reloj de la cocina: las 2.30 p.m. Habían pasado dos horas desde que me levanté. Desde que me dio la mamada, los huevos estaban friéndose. Así que continué con el desayuno, que se había convertido en almuerzo, y Lola subió al dormitorio a preparar la cama.
Cuando terminó, volvió a bajar. No se había puesto nada, ¿para qué?
Ella seguía con ganas de sexo, pero le dije que no. Estaba exhausto, llevaba desde la noche anterior haciendo el amor, y me dolían los huevos. Le dije:


- A: Las horas de sexo han terminado. Ahora es hora de comer.


- L: Venga, no seas malo. Dijiste que si yo tenía una calentura, tú me la quitabas.


- A: Después te la quito. Todo a su debido tiempo. Venga, a comer.

Nos sentamos a la mesa, ambos desnudos. Empezamos a comer. En esto estábamos, cuando le pregunté:


- A: ¿Sigues teniendo la calentura?


- L: Sí.


- A: Se me ha ocurrido un plan para obtener más placer del que has recibido ahora, si no
te importa.


- L: No, no, no. Venga, cuenta.

En mi juventud, una cosa que me caracterizaba es que era más salío que el muelle de mi cama, hay que ver lo que se sale. Y me pasaba horas en Internet, viendo relatos de esta página, puesto que, además de ser famosa, el webmaster, Emilio, es amigo de mi hermano. Tenía hasta una camiseta de la página web, que incluso la promocioné en el programa Una Noche con Arte de canal Sur, transmitido en Isla Mágica.
Pues bien, entre los relatos que leía, mis favoritas eran Filial y Orgías, y leí relatos de parejas haciéndoselo con sus sirvientas.
Esto me dio idea en mi mente calenturienta para trazar un plan:


- A: Podríamos hacer una orgía, si a ti no te importa.


- L: Una ¿qué?


- A: Orgía, ¿sabes lo que es una orgía?


- L: Sí, sé lo que es una orgía, pero me extraña salir de la boca de una persona que tenía
miedo de perderme y que se pone celoso cuando digo “como todos”


- A: Yo me pongo celoso si te vas con uno disfrutando con él y sin que yo participe.


- L: Te cogí, pillín. Tu lo que eres es un pervertido que te gusta follar con todos y conmigo,
pero conmigo.


- A: No te enfades conmigo. Si quieres, no lo hacemos.


- L: Que va. No me importa. Si me estoy excitando cada vez más, de sólo pensarlo.
Yo lo decía por ti, para que no sufrieras.


- A: Lo que no me gusta es que me pongas los cuernos a mis espaldas. Pero, si hacemos
una orgía nos lo pondremos mutuamente, de forma que compartiremos más cosas.
Además, una orgía nos unirá más.


- L: ¿Has pensado ya en alguien para la orgía? Porque necesitamos a alguien para
hacerla.


- A: Ya lo sé, no soy tonto.


- L: Ya sé que no eres tonto. Y sé, también, que tienes ya a alguien en mente. Anda, no
no seas malo y dime en quién estas pensando.


- A: Había pensado en Soraya.


- L: ¿Soraya? ¿La que viene a limpiar? Te has vuelto loco, ¿o que? Si es una niña.


- A: Te equivocas. Cumplió los 18 años el mes pasado. Es ya una mujer y tiene capacidad
de decisión y puede elegir.


- L: Bueno y, ¿por qué tiene que ser un trío mujer-hombre-mujer? ¿Por qué no puede ser
un trío hombre-mujer-hombre?


- A: Bueno, vale, ¿por qué no? ¿Quieres que llame a Alejandro para quedar?


- L: ¿Alejandro? ¿Tu amigo? ¿El de la Chata?


- A: Sí.


- L: Pues es más maricón que un palomo cojo.


- A: Eso no es verdad.


- L: ¿Qué no? Si le vieron en la Chata comiéndole la polla a tu otro amigo, cómo se
llamaba, Víctor.


- A: Eso no es verdad.


- L: Pues lo sabe toda Sevilla.


- A: Bueno, entonces, ¿A quien?


- L: Es que no conozco a nadie de confianza para hacerlo.


- A: Yo tampoco.


- L: Pues agotadas todas las vías, acepto la idea de hacerlo con Soraya. Pero, me tienes
que prometer una cosa.


- A: Dime.


- L: Que no la forzarás. Que será decisión suya.


- A: Tú ya sabes que yo no fuerzo a ninguna persona a hacer lo que no quiera.
Pero eso no quiere decir que no usemos nuestras armas de seducción, ¿verdad?


- L: Verdad. Ahora, habrá que trazar un plan para que pique.


- A: De eso no te preocupes, que me encargo yo.

Seguimos comiendo. Sobre las 15.00 nos pusimos a ver las noticias en el televisor y estuvimos comentándolas: Que si el problema del terrorismo islámico, que lo mal que le iban las cosas al gobierno de ZP, los casos de corrupción, que si el denigrante y detestable maltrato a las mujeres, en contraste con nuestra relación de noviazgo.
A las 16.30 nos pusimos los bañadores para bajar a la piscina. Yo me puse un bóxer del Sevilla F.C, el mejor equipo español, y Lola se puso un tanga rojo con su mini bikini correspondiente.
Al verla, le dije:


- A: ¿Cómo se te ocurre ir así a la piscina? Que hay personas mayores y les puedes
provocar un infarto. Además, hay niños.


- L: Pero, ¿no me ves guapa?


- A: Si es que lo eres.


- L: Gracias. ¿Me pones la crema?


- A: Claro.

Ella usaba un protector bronceador, puesto que su piel es muy blanca y se puede quemar. Tan blanca es que me tengo que poner las gafas de sol en la playa para hablar con ella.
Yo no necesito bronceador para ir a la piscina porque soy moreno. Mientras estaba dándole con la crema, le dije:


- A: Ahora en serio. Ni se te ocurra quitarte el bikini, que esta es una comunidad decente.
En la playa me da igual, pero aquí hay unas normas.


- L: Vaaale

Bajamos con las toallas y nos encontramos en la piscina a unos vecinos muy amigos nuestros.
Era un matrimonio de edad avanzada que se había dado un baño con sus hijos.



- A: Hola familia.


- Juan: Hola.

Juan es el padre de familia. Es más bajo que yo, con pocos pelos en la cabeza y gordo, seguro que por la edad, que ronda los 56 años. Vestía un slip azul que le marcaba todo el paquete. Al ver a mi novia se quedó hipnotizado, y veía, a simple vista, como se estaba empalmando.


- Reyes: Hola.

Reyes es la madre, más baja que Juan, tiene el pelo teñido de castaño y está rellenita, debido a la edad, que ronda los 50. Sus pechos están caídos, como los de una madre en edad avanzada que ha criado a sus dos hijos.
Llevaba un bañador negro que la hacía más gorda todavía. Parecía el traje de Omaíta, la de los Morancos. Estaba sacando las agujas de hacer crochet de su bolsa, cuando nos ve y observa que su marido, empalmado, tiene los ojos fijos en los pechos de Lola. Se acerca, y le pega un codazo, diciendo:


- R: ¡Juan!


- J: ¿Qué, qué?


- R: ¡Despierta!

Yo veía la escena algo cómica: el marido, empalmado y con los ojos puestos en los pechos de Lola; la mujer que se da cuenta y recrimina a su marido; Lola, ajena a todo lo que pasaba alrededor; y yo, entre celoso y excitado por la reacción del matrimonio ante la presencia de mi novia.
La mujer estaba riñendo a su marido por su comportamiento, así que para salvar su relación matrimonial, le quité hierro al asunto:


- A: Reyes, tranquilízate. La reacción de tu marido es totalmente natural. Es difícil no
excitarse ante la presencia de mi novia. Veo, a cada momento, como los hombres al pasar por la calle, se giran para verla y, en más de una ocasión, ha provocado algún que otro accidente.
Además, mi novia es un indicador claro para comprobar si se es homosexual o no.
Si tienen la reacción de su marido son heteros, si no, son homosexuales.
Por lo que debería estar contenta de saber que su marido es hetero y no le engaña, que eso sí es frustrante.


- R: Visto así, tienes razón.

Habiendo solucionado el problema, le digo a Lola:


- A: Y tú, estarás contenta, ¿no? Casi arruinas una relación matrimonial y todo por ser tan
provocativa. Ya te estás subiendo a cambiarte de bañador.

Pero Reyes interrumpe nuestra conversación:


- R: No hace falta. Quédate así.


- A: Pero Reyes…


- R: Pero nada. Tienes razón. No me importa que ella esté así. Me importa mi marido.
Siempre que lo veo viendo la televisión, está viendo Canal 47. Es un guarro.


- A: Sí, deberían quitar esos programas. Pero para no molestarla…


- R: Que no es ninguna molestia. Venid, sentaos con nosotros.


- A: Yo no puedo, Reyes.


- R: ¿Por qué?


- A: Porque, aunque no se me note por el bóxer, tengo una erección tremenda por el
espectáculo que ha formado mi novia. ¿Por qué cree, si no, que he defendido a su marido? Me voy a dar un chapuzón a ver si se me baja.

Las dos se marcharon a las butacas que ellos tenían, riéndose por mi ocurrencia. Era verdad. Aunque no tuviera apenas semen, si tenía sangre para formar una erección. Mi pene es como el Betis, sube-baja, sube-baja, sube-baja… Creo que es mi músculo más desarrollado, por las de veces que lo ejercito.
Me tiro al agua y llego donde están jugando los hijos de nuestros vecinos.


- Rafa: Hola.

Rafa es un chaval moreno, tirando al moreno de los gitanos. Tiene 10 años y estaba jugando con su hermano, al que no encontraba.


- A: Oye, ¿dónde está tu hermano?


- José: Aquí.

Estaba detrás mía, que estaba escondiéndose de su hermano.
José era el hermano mayor, tiene 12 años. Era menos moreno que su hermano, tirando para un moreno como el mío. Ya se le estaba mostrando algunos rasgos de la pubertad, pues tenía ya sombra en el bigote y se estaba desarrollando su musculatura.
“Si sigue así puede ser un gran deportista y ser un Don Juan con las mujeres”, pensé. Estaba ya iniciándolo un poco en las artes amatorias, respondiéndole a las preguntas sobre sexo que no se atrevía a contar ni a su madre ni a su padre. Ambos llevaban bóxers del Betis. No se puede ser tan hortera.
Así, que el tema de ese día fue la situación del Betis y el cambio de entrenador por parte de Lopera.


- A: Cuando Lopera cambia de entrenador, será por algo, ¿no?

Para no seguir mi conversación, los niños hablaron sobre mi novia, que si estaba muy buena, que tenía mucha suerte de tener esa belleza por novia.


- Rafa: ¡Tu novia está muy buena!


- José: ¡Ya quisiera una novia como esa!


- A: Paciencia. Todo a su debido tiempo. Si sigues haciendo deporte, que te lo aconsejo,
te garantizo que tendrás una novia, no como la mía, sino más guapa.


- José: ¡Eso es imposible!

Tenía razón. Lola había puesto el listón muy alto a las mujeres. Después, me dice:


- José: ¿Por qué no se apunta a Miss España? Podría llegar a Miss Universo.


- A: Podría, no. Llegaría. Y eso es lo malo: si ya tengo suficiente con que sea la envidia
del barrio, imagínate que sea la envidia no del mundo, sino del Universo. Y yo no quiero tener problemas con las mujeres y, mucho menos, con las marcianas.

Se rieron con mis gracias. Estuvimos así charlando, hasta que me preguntó José:


- José: ¿Qué es una masturbación? Es que me han dicho en el colegio que es genial.
Pero no sé que es y me da vergüenza preguntarlo.

Me cogió de improviso. Le dije a Rafa que nos dejase solos, que teníamos que hablar cosas de hombres. Se fue a la otra parte de la piscina.


- A: La primera vez que me masturbé tenía 13 años, un año más que tú. A esa edad,
tampoco sabía lo que era una masturbación, sólo lo que decían en el colegio. Nadie me explicó que era eso. Así que te lo voy a explicar con todo lujo de detalles.


- José: Pero, ¿qué es?


- A: Paciencia. Tu cuando ves a mi mujer, ¿qué sientes?


- José: Que está muy buena. Me gusta.


- A: ¿Y alguna parte del cuerpo se comporta de una manera especial cuando la
miras?


- José: Sí. La polla me crece y se me pone dura.


- A: Pues es en esta edad donde vas a ver a tus compañeras de otro modo, como cuando
ves a mi novia. Tu cuerpo, ahora, es una industria química. Tus hormonas, ahora, están por las nubes y se te notará por los cambios: aparición de acné, la voz se vuelve más grave y la producción de espermatozoides. ¿Sabes qué es un espermatozoide?



- José: Sí, me lo han explicado en el colegio. Es una célula sexual masculina, cuyo
objetivo es la fecundación del óvulo.


- A: Muy bien. Pues ahora mismo, en tus pelotas se están produciendo millones de
esos espermatozoides.


- José: Pero lo que no comprendo es que tiene que ver la masturbación en esto.


- A: Muy fácil. La masturbación consiste en la manipulación de las partes genitales
como medida de relajación o como búsqueda del placer, según como se mire, para llegar al orgasmo que, en el caso de los hombres, conlleva la consiguiente eyaculación.
Es decir, consiste en frotar el coño en el caso de la mujer, o la polla en el caso del hombre.
Aunque se habla de eyaculación femenina, la eyaculación siempre está referida al caso de los hombres.
La eyaculación es la salida del semen a través de la polla, a partir del orgasmo, aunque también se produce involuntariamente.


- José: ¿Cómo?


- A: A veces, si no te masturbas con cierta frecuencia y no tienes relaciones sexuales,
se produce lo que se conoce como polución nocturna, que consiste en eyacular el excedente de semen que hay en tus pelotas, normalmente cuando estás dormido y durante un sueño erótico. Al despertar te sentirás mojado, pero no es orina, es semen.


- José: Entonces, ¿la masturbación es una necesidad?


- A: Desde esta perspectiva, sí. Pero, cuidado. Puede convertirse en una obsesión y
eso es malo.


- José: ¿Cómo me masturbo?


- A: Cuando estés excitado, la polla se te pondrá tiesa, ¿no? Pues te metes en el servicio,
yo lo hacía así. ¿Tienes fimosis? Es decir, ¿tienes problemas para sacar tu capullo?


- José: No.


- A: Bien. Pues coges el prepucio, la piel que rodea el capullo, y lo tiras hacia atrás pa que
salga el capullo. Cuando lo tengas hacia atrás, coges el pellejo y súbelo y bájalo, súbelo y bájalo… Hazlo despacio pero sin parar, disfrutándolo. Cuando llegue un hormigueo, una sensación como de que te estás orinando, apunta hacia el váter. Es el semen que va a salir. La primera vez es cuando se echa más semen. ¿Lo has entendido?


- José: Sí.


- A: Ea, pues ve con tu hermano a jugar.


- José: Vale.


- A: ¡Ah! Te aconsejo que lo hagas cuando tengas las poluciones nocturnas.


- José: Lo haré.

Acabada la clase de educación sexual, me hice unos cuantos largos.
Serían las cinco cuando nuestros vecinos se fueron al completo para su casa, no sin antes despedirse de nosotros, quedándonos solos Lola y yo.
La clase de educación sexual y la imagen de José llevando a la práctica lo aprendido en la piscina aumentaron mi ya considerable erección.
Para que no se diera cuenta Lola, me agaché hasta que el agua tocó mis pezones.
Ella me dijo:


- L: Cariño, son muy majos tus vecinos.


- A: ¿De que habéis estado hablando?


- L: Me han estado contando que su vida sexual es prácticamente nula. Les he hablado
de nuestra vida sexual y del descubrimiento de esta mañana. Al principio, no se lo creían, pero después lo han pensado, y se han ido a probarlo.
Y tú, ¿de qué estabas hablando con ese niño?


- A: Le he dado una clase de educación sexual sobre la masturbación.


- L: Bien. Entonces, hemos hablado de sexo los dos, ¿no? Por eso estás en el agua. Te
has calentado, ¿no?

¡Mierda! Me ha descubierto. Con una sonrisa pícara, me dice:


- L: Puedes salir. Estamos solos.


- A: Tienes razón.

Mientras me salgo del agua, ella me dice:


- L: Ya que estamos solos, ¿no te importa si…?


- A: Sí.


- L: ¿Por qué?


- A: Porque es un patio en el que se puede asomar la gente.


- L: Estás celoso.


- A: Como voy a estar celoso si dejo que hagas topless en la playa. Lo que no quiero es
tener problemas con las vecinas, que se quejarían de que sus maridos estén todo el día en las ventanas o en la piscina.

Nada más decir esto se oyen desde una ventana gemidos de placer y ruido de muelles de cama. Entonces, Lola dice:


- L: ¿Ves? Los únicos vecinos que quedan están demasiado ocupados para asomarse.
Venga, cariño, que ya me he puesto un poco morena y no quiero tener marcas del bikini.

Visto así, tenía razón. A mi tampoco me gustan las marcas.


- A: Está bien. Pero tendré que echarte protección solar.

Dicho esto, me siento en la butaca de al lado, mientras ella se levanta y se despoja del bikini, haciendo botar sus tetas.
Se tumba boca arriba y le echo la crema.
Terminada la aplicación, me tumbo boca arriba tomando el sol. Fuimos cambiando de posición hasta las seis, en que decidimos subir a casa.
Ya en casa, nos quitamos los bañadores: ella el tanga que tenía puesto y yo mi bóxer. Cuando me lo quité, era una espada lo que yo tenía. Subo las escaleras y entro en el baño. Era mi hora All-Bran. Bajo y ya Lola me había preparado la merienda.
Nos sentamos a la mesa y hablamos de todo lo sucedido en el día: lo que hicimos en la cocina, las conversaciones sobre sexo con los vecinos y, sobre todo, lo que íbamos a hacer al día siguiente con Soraya.
Luego, pusimos la tele e hicimos un poco de zapping.
Sobre las ocho y media, nos duchamos juntos, pero sin nada de sexo, porque acordamos que hoy teníamos que recuperar fuerzas para lo que nos esperaba al día siguiente, y nos preparamos para un concierto de música clásica en el patio de Caballería del Real Alcázar.
Para la ocasión, me puse mi americana oscura de Armani, mi pantalón gris oscuro de Yves-Saint Laurent, mi camisa blanca de Polo Ralph Laurent y mi corbata negra, todas estas prendas compradas en las rebajas de El Corte Inglés, que son especialistas en ti.
Lola se puso el vestido que yo le regalé por su cumpleaños, un vestido largo de noche, con sugerente escote, del que no necesitaba usar sujetador, pues tenía refuerzos.
Cuando llegamos al concierto, el centro de atención fue, como no, Lola. Todos echaban sus miradas hacia ella, hasta el director de la orquesta y los músicos.
Estuvieron tocando piezas de Bach, Strauss, Beethoven, Mozart…
Cuando salimos, cogimos por Mateos Gago para ir a nuestra pizzería favorita. Llevaba bastantes años yendo a esa pizzería.
Es de la franquicia San Marco, que la dueña de esa pizzería es la dueña de la franquicia, y está en la calle Mesón del Moro, tirando por Mateos Gago hacia el Barrio de Santa Cruz a la derecha.
Les aconsejo que vayan p’allá. La pizzería está ambientada en los baños árabes y tiene buen gusto, tanto como en decoración como en restauración. Es muy elegante.
Después de cenar, visitamos a la Virgen de la Alegría, Titular de la Parroquia de San Bartolomé, en pleno centro del Barrio de Santa Cruz, y Reina de dicho barrio.
Le tenemos mucho cariño Lola y yo, por ser la Virgen de muchos amigos nuestros. A ella le pedimos que nos ayudara en nuestro plan para seducir a Soraya, para que nos fuera bien.
Volvimos a casa sobre las once y media. Nos desnudamos y nos acostamos. Estuvimos dándole vueltas a mi plan en la cama.
El plan consistía en que, mientras ella hacía las cosas de la sala, nosotros poníamos un video porno en la tele. Cuando ella estuviera lo suficiente excitada, la invitaríamos a sentarse con nosotros, y ya allí, me haría una mamada, la desnudaría…
Lola se excitó mucho con la idea y me pidió:


- L: Hazme una mamada, por favor.


- A: Espera hasta mañana. Pronto te quitaré la calentura o te la quitará Soraya.

En eso quedamos y nos dormimos, poniendo punto y final a un día muy ajetreado.
El día tan esperado llegó. Nos despertamos sobre las doce y media. Nos levantamos y fuimos a la cocina a preparar el desayuno, que era igual al de ayer, pero sin leche y sin mejillones. Ya cuando era la hora, nos preparamos para la ocasión. Ella se puso su tanga blanco y se quiso poner el sujetador, cuando le dije:


- A: Con esas tetas, no hace falta que te pongas el sujetador.

Me hizo caso y se puso su pijama blanco de dos piezas. Yo me puse unos calzoncillos tipo bóxer, de color blanco, a juego con la prenda interior de Lola y mi pijama de color celeste.
Los dos pijamas llevaban botones. Le dije a Lola:


- A: Desabróchate el primer botón, así se dará cuenta que no llevas sujetador y se
excitará más. Mira, yo la voy a tener abierta para que se fije en mi torso desnudo.

Excitados y nerviosos estábamos nosotros. Era nuestra primera orgía y no sabíamos como iba a reaccionar Soraya. Así estuvimos hasta las tres, hora en que llegaba los lunes Soraya a limpiar.
Sonó el portero, lo cogí y pregunté:


- A: ¿Quién es?


- Soraya: Soy yo, Soraya.


- A: Sube.

Le di al interruptor y le dije a Lola:


- A: Es ella. Pon la cinta.

Ella hizo lo que le ordené. Preparó la cinta y puso la tele.
No pasó cinco minutos, cuando sonó el timbre.
Abrí con total naturalidad y ahí estaba.
Soraya era una ecuatoriana negra, alta y fuerte, que había venido con su familia a España hace tres años, concretamente a Sevilla. Era la tercera de siete hermanos, uno de ellos trabaja en Huelva como temporero y el otro en Almería, también como temporero. Su madre se separó de su padre, allá en Ecuador, porque era un borracho que maltrataba a su mujer y a sus hijos y fue, muchas veces, denunciado ante la policía por los vecinos y por ella.
Venía vestida con un top de la selección brasileña, un pantalón de algodón blanco y con sandalias. Por las tiras negras que le salían del top intuía que su sujetador era negro. Lógico.
En lo primero que me fijé fueron en sus pechos, algo más grandes que los de Lola. Tenía los pezones erectos, debido a la calor, y estaba sudando. Su pelo, mojado por el sudor, estaba recogido en una coleta. Su abdomen era duro, debido al ejercicio que realizaba.
Se había convertido en una mujer. Me acuerdo del primer día en que vino a mi casa. Venía con su madre, muy tímida, tenía 16 años. Su madre, que trabajaba de limpiadora, me dijo que era el primer trabajo de Soraya y que estaba muy nerviosa. Me contó su historia, la de su marido… Yo la consolé diciéndole que no se preocupara, que yo necesitaba una chica que me limpiara la casa y que pagaría lo que fuera. Convenimos la tarifa: 6 €/ hora. Trabaja de lunes a viernes.
Estaba recordando esto, fijando los ojos en los pechos de Soraya, que se dio cuenta porque dijo:


- S: Perdone por mi aspecto, pero es que no supe que ponerme, y hacía tanta calor.
¿No podría fijar otra hora? Es que hace mucha calor.


- A: No te preocupes. Te entiendo. ¿Te parece que mañana vengas a las cuatro y media?


- S: Me parece bien.

Mientras, Lola me miraba de reojo, esperando la oportunidad:


- A: Bien, ahora lo que vas a hacer es pasar la mopa por la sala.


- S: De acuerdo. Ahora me pongo con la sala.

Se va a la cocina para coger la mopa. Mientras, me siento en el sofá con Lola y enciendo la tele con el mando a distancia. Busco el mando a distancia del vídeo, cuando veo que Lola se lo saca del pantalón. Lo estaba usando como un consolador. Me lo dio. Estaba pringoso por los fluidos vaginales. Le di al Play, y empezó la película. Era una película que compré en el Sex Shop Fantasías, que está en uno de los callejones que conectan la calle Sierpes con la calle Tetuán.
La película empezaba en un despacho. Un hombre de unos 45 años, normal, con algunas canas y vestido de ejecutivo llamaba a su secretaría por el interfonillo:


- Jefe: Irene, ven al despacho.


- Irene: Ya voy.

Entonces, entra Irene por la puerta. Irene es una rubiaza alta, con pechos grandes, que rondaba los 30 años. Llevaba una camisa blanca ajustada y una falda negra. Llevaba medias negras y zapatos negros de tacón. Él estaba sentado en su escritorio. Miraba a Soraya, que estaba pasando la mopa. Pensé en que ella no tendría ni idea de lo que iba a pasar.
El jefe le da unos papeles y le dice:


- J: Lleva estos papeles a contabilidad.


- I: Vale, jefe.

Antes de irse la secretaria, le dice el jefe:


- J: Pero, deja eso para después. Antes me tienes que hacer un trabajito.


- I: ¿Cuál?

El jefe se levanta, con un dedo indicando el bulto que tenía en su pantalón. La secretaria sonrió pícaramente, como hace Lola conmigo. Empezaba la acción. La secretaria dijo:


- I: ¿Quiere que le dé un masaje?


- J: Me encantaría


- I: Quítese la americana.

El hombre se quitó la americana. Irene cogió la silla que estaba enfrente del jefe y le dijo:


- I: Siéntese.

Miro hacia Soraya y veo que está mirando fijamente la tele. Estaba pasando la mopa sin dejar de mirar la televisión. Le dije:


- A: Soraya, deja eso para después. Ahora ven y siéntate a ver la película con nosotros.

No dijo nada, asintió con la cabeza. Dejó la mopa en el suelo, se acercó y se sentó con nosotros. Se notaba lo excitada que estaba. Iba bien nuestro plan. Mientras, en la película, el jefe se sentó en la silla y la chica se puso en cuclillas. Había bajado la cremallera de los pantalones y estaba hurgándole dentro, cuando saca una polla grande y tiesa. A Soraya le salieron los ojos de sus órbitas y más cuando la chica se llevó la polla a su boca. Le dio lametones y, después, se la metió enterita. La situación y el morbo de verlo con Soraya hizo que mi polla se me pusiera a cien. Miré a Soraya. Estaba sudando y se les marcaban los pezones. Miré a Lola y vi como se frotaba la entrepierna por encima de los pantalones y como tenía una mancha, quizás de sus flujos.
Era todo un lujo estar en medio de dos bellezas como ésas.
Estaba en esto, cuando me pregunta Soraya:


- S: ¿Cómo puede meterse todo eso en la boca? ¡Es imposible!


- A: No es imposible. ¿Te lo demuestro?


- S: Sí.


- A: De acuerdo.

Miré a Lola y ella asintió con la cabeza, con esa sonrisa pícara que la caracterizaba. Entonces, metí la mano en la bragueta del pantalón y, a través de la bragueta del bóxer y del pantalón del pijama, salió, como un resorte, mi polla. Miré a Soraya y se quedó boquiabierta. No estuvo fuera mucho tiempo, ya que Lola se reclinó sobre mí, y de un golpe, se la metió en la boca hasta tocar los huevos sin utilizar las manos. Soraya no podía creer lo que estaba viendo. Le dije:


- A: ¿Ves como no es imposible?

Asintió con la cabeza. No pudo articular palabra alguna. Lola siguió chupando con maestría, pero no quería correrme en ese momento. Así que le dije a Lola que parara. Mirando a Soraya, le dije:


- A: Bueno, ya has visto como hay que hacerlo. Ahora es tu turno, vamos, si se te
apetece.

No dijo nada. Miró a Lola y ésta asintió con la cabeza. Se reclinó sobre mí, como antes había hecho Lola. Empezó a darme besitos en el capullo, luego le dio algunos lametazos a lo largo de la polla, como antes había hecho la chica de la película. Después, se la tragó entera, como había visto hacer a mi novia. Miré a mi novia, la cual seguía tocándose por la escena que estaba viendo, y le dije:


- A: No lo hace mal para ser una novata.


- L: Es que ha aprendido rápido. Además, tiene la suerte de tener una maestra como yo.

Siguió chupando, hasta que sentí que llegaba al orgasmo. Entonces, le dije a Soraya:


- A: Ahora vas a sentir un líquido en tu boca. Si te gusta, trágatela, no pasa nada.
Si no, besa a Lola, que a ella si le gusta.

Llegó el orgasmo y empecé a expulsar semen. Soraya se lo tragó, señal de que le gustó:


- A: ¿Te gustó?


- S: Sí, mucho.

Tenía un poco de semen en la barbilla. Lola se lo limpió con un dedo y se lo llevó a la boca.
Hubo la casualidad de que el protagonista llegó al orgasmo al mismo tiempo que yo. La secretaria se lo tragó todo, pero parte del semen le cayó en la camisa. El jefe le dijo:


- J: ¡Oh! Te manchaste la camisa. Quítatela. La mandaré a la tintorería.

El muy cerdo quería verles las tetas, al igual que yo. Alguna excusa tenía que poner el director para que enseñara las tetas. Se desabotonó la camisa y se la quitó, lanzándolo sobre la mesa, quedándose con un sujetador blanco que resaltaba sus grandes tetas. Pero el semen no solo manchó la camisa, sino también el sujetador. Entonces, dijo el jefe:


- J: También te manchaste el sujetador. Quítatelo, que lo llevo con la camisa.

El momento que esperaba, no sólo por ver las tetas de la protagonista, sino porque me servía de excusa para poder verles las tetas a Soraya, que parecían muy grandes. La chica se llevó las manos a la espalda y desabrochó el sujetador, y lo echó sobre la mesa, dejando ver sus grandes tetas que, sin duda, eran operadas. Para seguir con el plan, miré desafiante a Lola y le dije:


- A: ¡Vaya tetas! Seguro que no las tienes tan grandes como ella.

Ella sonrió y, después, se levantó, se puso delante del sofá, mirándonos a Soraya y a mí, y en tono enfadado, dijo:


- S: ¿Ah, no? Pues mira y compara.

Mientras decía esto, se desabotonó la camisa del pijama, que estaba a punto de explotar, y se la echó hacia atrás, mostrándonos a ambos sus grandes y preciosas tetas, con sus pezones rosados mirándonos desafiantes. Me preguntó:


- L: ¿Te parecen más grandes que los de la chica?


- A: Por supuesto. Además, son naturales.

Y después, mirando a Soraya, le preguntó:


- L: Y a ti, ¿qué te parecen?


- S: No tienes nada de que envidiar a la chica de la película.


- L: Bueno, y tú, ¿cómo las tienes? Seguro que son más grandes que las de ella.

Interrumpí la conversación diciendo:


- A: Eso, ¿por qué no nos las enseñas?


- S: Es que me da pena.


- A: No te avergüences. Somos como de la familia. Además, ¿no estás viendo a Lola
medio desnuda? ¿Y no has visto mi polla, que además la has chupado?
¿De qué tienes vergüenza?


- L: Eso, mírame a mí. Además, así estarás más a gusto. ¿No tienes calor?


- S: Sí.


- L: Pues quítatelo. Anda, no seas tonta. ¿Podremos, incluso, compararlas?
Acércate.


- S: Bueno, vale.

Se acercó a ella y se puso a su lado. Lola terminó de quitarse la camisa y me la tiró, quedando medio desnuda. Soraya empezó a quitarse el top y lo tiró al sofá, quedándose con el sujetador negro, que oprimía sus voluminosos senos. Intentó desabrocharse el sujetador, pero no podía, por culpa de los nervios. Lola se puso detrás, y dijo:


- L: ¿Tú te puedes creer que puedes llevar este sujetador que te oprime en verano?
Deja que te ayude.

Cogió sus brazos y los sacó de entre las tiras del sujetador, desabrochó el sujetador y, por la presión que ejercía sus tetas, salió catapultado hacia el sofá, dejando libres esas enormes tetas. La visión de esas tetas con sus erectos y oscuros pezones mirando hacia el techo hizo que me empalmara otra vez.


- A: ¡Joder! Vaya pedazo de tetas que tienes, Soraya

Al decirle esto, ella se sonrojó un poco. Estaba muy nerviosa. Lola me dijo:


- L: Bueno, cariño, decide. ¿Quién tiene las tetas más grandes?

Me tocó a mí ser juez y jurado de este concurso de tetas. Lola tenía las de perder. Soraya tenía las tetas más grandes y firmes que he visto en mi vida. Me pregunto si será una característica racial de las negras. Entonces, di mi veredicto:


- A: Lo siento, cariño. Tengo que ser imparcial y justo. Soraya tiene las tetas más grandes
que las tuyas y que las de la chica. Lo siento. Las comparaciones son hermosas.


- L: No importa. Tienes razón. Salta a la vista.

Y dirigiéndose a Soraya:


- L: ¿Por qué te pones esos sujetadores que no son de tu talla? ¿No ves que te puedes
hacer daño?


- S: Es que no los hay de mi talla.


- L: Pues haz como yo. No lleves sujetadores. Además, no te hacen faltan. Las tienes
erguidas, como las mías.


- S: Vale, lo haré.

Se sentaron, otra vez, en el sofá. Soraya se quiso poner el top, pero le dije:


- A: No te lo pongas. ¿Para qué? Te las hemos visto. Quédate así.

Seguimos viendo la película, y el jefe, le había quitado la falda, dejándola sólo con un tanga blanco. La había tumbado en la mesa del despacho y le estaba mordisqueando los pezones.
La escena era de lo más excitante: ella estaba gimiendo. Miré a Soraya y estaba mirando fijamente la escena. Tenía los pezones erectos y estaba sudando, seguro que de la excitación de ver la escena y de estar medio desnuda delante de nosotros. Su pantalón tenía una mancha, seguro que de los fluidos vaginales. Las dos, ahora, vestían igual, sólo con pantalones de algodón blanco con manchas en las entrepiernas. Sólo las diferenciaba el color de la piel. “Esta es mi oportunidad”, pensé. Le dije:


- A: ¿Sabías que es malo tener una calentura y no quitársela? Haz lo que hace Lola

Miré hacia Lola y asintió con la cabeza. Se levantó del sofá y se bajó, de golpe, los pantalones y su tanguita, quedando totalmente desnuda, mostrándonos su monte de Venus en forma de delfín.


- L: Haz lo mismo que yo, Soraya.

Soraya me miró a los ojos y, sin rechistar, se levantó y se bajó sus pantalones y sus bragas negras de un golpe, como hizo Lola, mostrándonos su monte de Venus, que era una mata de vellos disimulados por el color de la piel. Su coño rosado resaltaba la oscuridad de su piel. Lola siguió con la clase, metiéndose los dedos en su coño y diciendo:


- L: Haz esto, Soraya.

Soraya hacía lo mismo, pero mal. No tocaba su clítoris y se podía hacer daño. Le dije a Lola:


- A: Ayúdala. ¿No ves que no sabe y se puede hacer daño?

Lola alzó las piernas y terminó de quitarse los pantalones y el tanga, dejándolos en el sofá, junto con la camisa del pijama. Yo me había quitado la camisa del pijama, dejándola encima de la ropa de Lola. Mientras, Lola le había terminado de quitar los pantalones y las bragas negras a Soraya. Cuando cogió las bragas negras de Soraya, las olió y me las tiró, diciendo:


- L: Tómalas. Huele. ¿A qué huelen?

Las cogí, estaban pringosas. Las olí y mi respuesta fue contundente:


- A: A fluido vaginal.

Lola se agachó, cogió las piernas de Soraya y las puso sobre sus hombros. Miró su coño rosado y, mirándole a los ojos, le dijo:


- L: Deja que te enseñe. Disfruta de la lección.

Y empezó a hacerle una mamada de campeonato. Lola empezó a meterse de nuevo los dedos en el coño. Me miró con cara de súplica, pidiéndome ayuda. Y, como no, no le iba a fallar. Teníamos un pacto.
Me bajé los pantalones y los calzoncillos de un golpe, como antes lo habían hecho las chicas, y las tiré sobre el montón de ropa que había en el sofá. Me arrodille detrás de Lola, completamente desnudo, y empecé con la lengua a lamer sus muslos. Dejó de meterse los dedos en el coño y usó las manos para pellizcar los pezones de Soraya. Mientras tanto, yo la hacía sufrir para acumular su placer, lamiendo alrededor del coño, pero sin tocarlo. De vez en cuando, tocaba con la lengua su clítoris. Estaba retardándole el orgasmo, para que este fuera más intenso, y lo fue, claro que lo fue. Le di la mejor mamada de su vida. Incluso, hoy, no he conseguido batir ese récord. Empecé a chupar su clítoris y, cuando se iba a correr, toqué con la lengua su punto G.
Eso hizo que se excitase tanto que tocó con la lengua el punto G de Soraya. Ambas pegaron un grito al unísono, que por poco me dejaron sordo. Lola tuvo que apoyar sus manos en el suelo para no caer. En esa posición, con el culo en pompa, creo que si se la hubiera metido por el ano, a causa de los múltiples orgasmos, no se hubiera dado cuenta. Pero, entonces, no hubiera tenido gracia. Así, que me dedique a beber de esa fuente. Mientras, miraba a Soraya. Me asusté, porque creía que le estaba dando un ataque epiléptico. Esa imagen no se me olvidará nunca. En el sofá, echada hacia atrás, convulsionándose y con los ojos en blanco. Creí que se moría.
Como Lola había dejado de chupar su coño, todos sus fluidos vaginales caían hacia el sofá, mojándolo. Pasaron cinco o diez minutos, hasta que terminaron los orgasmos. Intenten imaginar la cantidad de orgasmos que soportaron. No puedo decir, como en otros relatos, que Soraya tuvo el primer orgasmo, sino los primeros cincuenta orgasmos. Ya al principio, y sin ser penetrada, ya superaba, con creces, la media de orgasmos que tiene una mujer a lo largo de su vida, ya no a nivel nacional, sino a nivel europeo y, quizás, a nivel mundial.
Nos repusimos un poco en el sofá. La sala olía a sudor y a fluidos vaginales. Estábamos desnudos, empapados en sudor. Pero nos daba igual, no había hecho más que empezar. Los orgasmos que sufrieron las dos y el contemplar sus cuerpos desnudos hicieron que me calentara aún más. Eso se notaba en mi polla, que estaba dura como una estaca. En la película, el jefe le había despojado el tanga a su secretaria e iba a penetrarla en su silla, él sentado y ella sentada sobre él. Soraya miró atenta la escena y miró mi polla. Dijo:


- S: ¡Señor!


- A: No me gusta que me llames señor. Llámame Álvaro.


- S: Álvaro, ¿podría hacer lo que hace la chica, con usted?

Miré hacia Lola y asintió con la cabeza. Seguía tocándose su coño. Le dije a Soraya:


- A: Claro, siéntate.


- S: Es que nunca he hecho esto con mi novio.

Cuando dijo esto, cogí el mando del video y lo apagué. Mi novia se puso rápidamente su tanga. Yo, sorprendido, le pregunte a Soraya:


- A: ¿Tienes novio? ¿Por qué no me lo has contado antes?


- S: ¡Que mas da! Si no importa.


- A: Sí que importa. Le vas a poner los cuernos.


- S: Si ya me los habrá puesto.


- A: Eso no lo sabes. Lo que tienes que hacer es hablar con él, si crees que te pone los
cuernos.

Lola, que ya se había puesto el pantalón e iba a ponerse la camisa, dijo:


- L: Nosotros creímos que no tenías novio. Por eso preparamos esto, para hacer una
orgía.


- S: O sea, lo preparasteis. Razón de más para seguir.


- A: No. Tenemos nuestros principios.


- S: Pues como esto quede así, se lo digo todo a mi madre.


- A: No serás capaz.


- S: ¿Qué no?


- A: Eres una chantajista. Como me denuncies…

Entonces, para no seguir con la discusión, Lola, que se había puesto la camisa, me dijo:


- L: Déjala. ¿No dijiste que era ya mayor para tomar decisiones? Que haga lo que quiera.


- A: Pero…

Entonces, ella se llevo el dedo índice a los labios, indicándome que me callara. Le dijo a Soraya:


- L: ¿Nos das la palabra de no decir nada en tu casa y de que eres consciente de lo que
vas a hacer?


- S: Lo juro.


- L: Vale, acércate.

Se pusieron delante mía. Lola se agachó e hizo señas a Soraya para que se agachara. Yo seguía estando desnudo al igual que Soraya. Mi polla estaba flácida, después de saber que Soraya tenía novio y que le iba a poner los cuernos. Lola le dijo a Soraya, señalando :


- L: Para que puedas ser penetrada, esto tiene que apuntar hacia el techo, ¿entiendes?


- S: Sí.


- L: Entonces, habrá que reanimarlo. Tú a las pelotas y yo al capullo.

Empezaron a hacerme una mamada. Soraya se aplicaba bien con los huevos y, con ayuda de Lola, me pusieron, otra vez, mi polla en forma. Llegaba el momento tan esperado. Al final, lo acepté. Tenía razón Lola: era mayor y toda la responsabilidad caía sobre ella. Lola cogió a Soraya por las axilas y la ayudó a ponerse en cuclillas encima mía. Vi, en todo su esplendor, su culo, que era grande y duro. Le dijo Lola:


- L: Ahora déjate caer.


- S: ¿Me dolerá?


- L: Un poquito, pero después te acostumbras.

Se dejó caer, penetrándola de un golpe. Pegó un grito y les brotaron lágrimas de sus ojos. Le había dolido, señal de que era virgen. Era su primera vez, la había desvirgado. Lola, para calmarla, empezó a mordisquearle los pezones. Poco a poco, se calmaba. Como estaban cara a cara Lola y Soraya, ésta última empezó a desabotonarle la camisa a Lola. Cuando terminó, Lola se la desprendió, dejándola caer al suelo. Cuando las tetas de Lola estaban, otra vez al descubierto, Soraya empezó a mordisquear sus pezones. Le dije a Soraya:


- A: Con las piernas, levántate y agáchate, levántate y agáchate...


- S: ¿Así?


- A: Síiiiiiiiiiiiiiiii... Lo estás haciendo muy bien.

Yo estaba en la gloria. Su virginal vagina era estrecha, produciéndome un placer indescriptible.
Ella empezó a acelerar el ritmo, mientras mordisqueaba los pezones de Lola, hasta que llegó al orgasmo, lanzando un gemido. Le siguieron otros tres orgasmos antes de llegar el mío. Le dije:


- A: Me corroooooooooooo.


- S: No, no se corra. Me quedaré embarazada.

Pero Lola la tranquilizó:


- L: Cálmate. Te daré, después, una pastilla con la que no podrás quedarte embarazada.

Se tranquilizó un poco y siguió con el ritmo, hasta que me corrí dentro de ella. Nos quedamos un rato así, pegados. Miré hacia Lola. Estaba sentada a mi lado y se había quitado los pantalones y su tanguita, quedando, otra vez, desnuda. Se estaba metiendo los dedos, mirándome. Le dije a Soraya:


- A: Mírala. Necesita ayuda. ¿Por qué no vas a ayudarla?

Soraya se levantó, sacando mi polla de su interior, la cual emanaba fluidos vaginales, semen y un hilito de sangre, que se veían en su oscuro coño. Antes de ir a ayudar a Lola, limpió mi polla con su lengua. Cuando llegó a donde estaba Lola, se agachó y le dijo:


- S: Ahora te voy a devolver el placer que me has dado.

Empezó a lamerle su coño. Para estar mejor, se arrodilló dejando el culo en pompa. “Es mi ocasión”, pensé. Me puse detrás de ella y empecé a lamerle todo su coño, chupando su clítoris. Mientras, empecé a meterle un dedo por su ano, el cual entró con facilidad. Miré, a ver si reaccionaba, pero no. Le metí dos dedos. Después, tres. Estaba demasiado lubricado. Deduje que era virgen de coño pero no de ano. Así que apoyé la cabeza en su ano y se la metí de golpe. Lo que le hubiera dolido a cualquiera, hombre o mujer, ella ni se inmutó. Entonces, empecé un ritmo rápido de caderas. Lola me vio y no se lo podía creer. Era la misma cara de incredulidad de Soraya, cuando vio a Lola meterse toda mi polla en su boca. Seguí enculándola hasta que me corrí. Lola también se corrió, tragándoselo todo Soraya. Ella y yo nos tiramos al suelo. Estábamos exhaustos. Soraya y yo estábamos tendidos en el suelo, sudando. Ella cogió mi polla y la limpió. Yo estaba que no podía más. Lola seguía en el sofá, con las piernas abiertas, enseñando el coño. Se había quedado hipnotizada. Chasqueé los dedos para despertarla. Vuelta ya a la realidad, preguntó a Soraya:


- L: Soraya, ¿cómo lo has hecho?

Soraya se sacó mi polla de su boca para hablar con ella:


- S: ¿El qué?


- L: El que te la meta por el culo sin que te des cuenta.


- S: Es que mi novio me la metió por el culo.


- A: Pues ya tiene que ser grande. Es más ancho que tu vagina. Mi polla entró con
bastante facilidad.

Le pregunté a Soraya, mirando a Lola:


- A: ¿Y te dolió la primera vez?


- S: Al principio, sí. Pero, después, te acostumbras.


- A: Tengo una idea.

Lola me dijo que no con el dedo. Pero no le hice caso:


- A: Lola, acércate.

Lola se acercó, pero no tenía muchas ganas de agacharse. Le dije:


- A: Pero si te lo vas a pasar muy bien. Díselo, Soraya.


- S: Es como si se la estuviera follando.

Al final, aceptó. Se puso a cuatro patas. Hice ponerse al lado a Soraya, también a cuatro patas. El contraste de ver dos culos, igual de grandes, pero uno muy muy blanco y otro muy muy negro, fue excitante.
Empecé por meterle la polla a Soraya por el coño. Empezó a gemir. Le empecé a meterle, otra vez, el dedo en el culo. Después, dos. Y después, tres. Cuando estaba lo suficiente lubricado, se la metí por el culo. Así estuvimos un buen rato. Vi como se estaban besando y se tocaban, mutuamente, sus pezones. Eso me puso a cien. Se la metí de un golpe a Lola en su coño. Empecé a aumentar el ritmo de mis embestidas, mientras le metía un dedo en su ano. No dijo nada cuando lo hice. Después, le metí dos. Tampoco dijo nada. Era raro. Después, le metí tres. Entonces, le dije a Soraya:


- A: Voy a penetrarla. ¿Podrías darle una mamada?

Ella se puso entre nosotros dos, se agachó y le empezó a chupar su coño. Mientras, la fui penetrando poco a poco. No decía nada. Estaba muy excitada. Cuando ya la tuve toda dentro, empecé un mete-saca lento, a lo que ella me respondía con movimientos hacia atrás. Le estaba gustando. De vez en cuando, Soraya me lamía las pelotas y la parte de la polla que salía del culo de Lola. Esto hizo que tuviera un orgasmo, así que me corrí dentro del culo de Lola. La sensación del semen en su culo le provocó un orgasmo, lo que la hizo caer sobre mí. Nos quedamos así un rato, mientras Soraya, sentada en el suelo y con las piernas abiertas, cogía la mopa que había dejado en el suelo, metiéndose el mango por el coño. Cuando terminó, se tiró al suelo. Cuando abrió los ojos Lola, pues los tenía cerrados por el orgasmo que había tenido, miró al reloj: las 17.30

 

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