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COMO ME CONVERTI EN UN ESCLAVO | Relatos Eróticos de Sadomasoquismo

Publicado por Anónimo el 28/01/2007

Desde pequeño he tenido una fuerte inclinación hacia los pies femeninos. En todos mis juegos trataba de saciar mi inclinación como podía con amigas o primas. Pero tuve que esperar hasta los 17 años para tener mi primera experiencia real.



Por la situación económica de mi país, mis tíos tenían que trabajar todo el día se iban temprano a la mañana y volvían a la noche, dejando los quehaceres de la casa a mi prima que en ese entonces tenía 20 años. Como ella estudiaba yo cuando podía o quería, la ayudaba. Como a mi prima no le gustaba yo me encargaba de lavar la ropa. Era la excusa perfecta iba corriendo y tomaba las bragas de mi prima y de mi tía y mientras las olía envolvía mi pene con sus medias de nylon y me masturbaba.



Me encantaba sentir esos olores y el suave nylon en mi pene, la pasaba de maravilla, hasta que un día mi prima me descubrió y me tomó unas fotos por sorpresa. Un sudor frío se extendió por mi cuerpo cuando sentí el flash y vi a mi prima con la cámara de sacar fotos en la mano. Mientras trataba de arreglarme le supliqué que me diera las fotos y que no le contara a nadie, pero me dijo que iba a ver lo que hacía y me sacó a empujones de la casa. Recuerdo que esa noche no dormí por los nervios.



Al otro día me llamó, quería hablar conmigo, salí corriendo me subí a la bicicleta y en un tiempo record estuve en su casa. Me sorprendí cuando vi que estaba con sus tres mejores amigas. Me hizo pasar y me propuso algo que nunca me imaginé . Me dijo que le mostraría las fotos a nuestros padres y a mis compañeros de colegio al menos que hiciera todo lo que ella quería, me tomaba como un esclavo. No tenia opciones, por lo tanto me convertí en su esclavo.



Mi prima me hacía poner su braga usada mientras le servía el té a ella y a sus amigas, recuerdo que les gustaba mucho y se reían de mi mientras lo hacía.

Otra cosa que les gustaba mandarme a hacer era quedarme desnudo delante de ellas, se reían a carcajadas de mí desnudez. Luego me mandaban a hacer la limpieza de la casa, hacer las habitaciones etc. Cuando terminaba y como premio por haber hecho todo me dejaba darle unos masajes, besar y chupar sus pies. A veces mientras hacía todo eso mi prima me sacaba algunas fotos. Y antes de que vinieran mis tíos, me echaba de la casa.



Todos los días durante nueve meses, era la misma historia, hasta que un día despidieron a mi tía, entonces mi prima quemó las fotos delante de mí y me dijo que me olvidara de todo. Pero no pude, le había tomado el gusto a eso de la dominación femenina. Le propuse muchas veces volver a hacerlo, cuando mis tíos o mis padres no estuviesen pero nunca quiso. Durante casi un año me masturbaba de una forma descontrolada recordando lo que había pasado. Hasta que un día mi prima me llamó. Tenía esperanza y salí corriendo a su encuentro, me esperaba en una plaza cerca de su casa. Me dijo que una de sus amigas, la pelirroja se había ido a vivir sola y quería saber si estaba dispuesto a hacer lo que hacía en la casa de ella.



Era una de sus amigas que tanto me humillaban, una hermosa pelirroja delgada, con cara de niña pero con una rectitud y severidad que me daban un poco de temor. No lo pensé y muy entusiasmado le dije que si. Me dio el número de teléfono y esa misma tarde la llamé. Quedamos en encontrarnos al otro día en una cafetería y me encontré con ella tan hermosa como siempre, tenía una camisa blanca que dejaban adivinar sus pechos y sus apetitosos muslos asomaban bajo su minifalda. Fue al grano, sin dar vueltas me dijo que no quería pareja ni nada por el estilo, solo quería una persona sumisa, un esclavo fiel, que la mimara y estuviera cuando ella lo requería, un objeto de su propiedad para tratar y moldear a sus caprichos. Yo le dije que no se preocupara que aceptaba tales condiciones, que me convertiría en su más sumiso adorador.



Esos tres años han sido la gloria para mi. Cada cual hacía su vida y nos veíamos tres o cuatro veces por semana, cuando ella quería y a mi me era posible. Acudía a su llamada con la mayor celeridad que podía. Cuando ella abría la puerta yo caía de rodillas y la saludaba besando educadamente sus pies. Me desnudaba mientras ella se sentaba en su sillón. Cuando terminaba iba a cuatro patas y le hacía unos masajes relajantes a sus divinos pies. La mayoría de las veces me hacía subir a su hermosa vagina, donde le proporcionaba unos suaves masajes con la punta de la lengua, besando alternativamente el clítoris, hasta que ella obtuviera como mínimos dos orgasmos y si no quedaba satisfecha, me hacía penetrarla, pero cuando me permitía hacerlo, me envolvía mi pene con una de sus medias de nylon y me ataba los testículos con otra. Le encantaba, estaba horas penetrándola siempre teniendo que parar cada rato y proporcionarle sexo oral, para no tener orgasmos ya que los tenía prohibidos, solo ella podía tenerlos.



Ella decidía todo incluso si debía tener un orgasmo y cuando debía. Recuerdo que los primeros meses, una vez por semana, me decía que me había portado muy bien y me hacía tener muchos orgasmos en una tarde y en donde a ella se le ocurriera en ese momento, sobre zapatos, medias, en el piso, sobre sus pies, sobre mi propia comida y siempre terminaba limpiando todo con la lengua. Luego se cansó y me prohibió tenerlos, me dijo que no era lo suficientemente hombre para tenerlos. Hasta me había dicho que me iba a comprar un cinturón de castidad pero nunca lo hizo.



Después, cuando ella se sentía satisfecha, le hacía la cena y al terminar de comer tiraba las sobras en un plato de perro que había en el patio, esa era mi comida.

Mientras yo comía ella miraba televisión, luego la acompañaba hasta el baño y mientras se cepillaba los dientes yo tomaba agua del único lugar donde me permitía hacerlo, del inodoro. Luego la acompañaba hasta su habitación, la desnudaba y se acostaba a dormir. yo limpiaba el comedor, los platos, la cocina etc. Y me iba a dormir en el suelo de la cocina sobre una pequeña frazada que había en un rincón, pero en el último año dormía en el patio.



Por la mañana, le preparaba un agradable baño de inmersión y la ropa que se iba a poner, la despertaba como a ella le encantaba lamiéndole su hermoso culito en forma de pera, la ayudaba a levantarse y la acompañaba hasta el baño, siempre atrás de ella y en cuatro patas como un perrito faldero, la asistía en sus necesidades corporales, limpiando cuidadosamente su ano y sexo, la ayudaba a entrar en la bañera llena de espuma, la enjabonaba comenzando por sus adorados pies, siguiendo por sus largas piernas y sus muslos bien formados, deteniéndome cuidadosamente en su sexo y siguiendo hasta sus pechos bien erguidos coronadas por unos grandes pezones muy oscuros y terminaba con su espalda dándole un pequeño masaje. Luego permanecía un rato relajándose con los ojos cerrados, mientras yo preparaba el desayuno, tostadas con mermelada y jugo de naranjas frescas que personalmente elegía y exprimía.



Cuando terminaba iba corriendo y la enjuagaba, la secaba masajeando su delicada piel envolviéndola con una gran y esponjosa toalla. La acompañaba al living y mientras desayunaba yo permanecía de rodillas adorándola hasta que terminara. Luego la acompañaba hasta su habitación, donde la terminaba de vestir y mientras ella terminaba de arreglarse, de peinarse y pintarse, yo como siempre permanecía de rodillas junto a ella adorándola y esperando órdenes. Luego la acompañaba hasta la puerta, besaba sus pies como despedida y la veía irse al trabajo tan hermosa, tan divina, tan imponente como siempre. Enseguida le hacía la habitación, terminaba de limpiar toda la casa, le lavaba la ropa etc. y todo terminaba hasta que ella me volvía a llamar.



Pero todo tiene un final, un día me crucé en la calle con una ex compañera del colegio, la saludé con un beso, hablamos un rato y la despedí con otro beso. Esa misma tarde mi ama me llamó. Acudí lo más rápido que pude y cuando ella abrió la puerta, yo como siempre caí de rodillas y la saludé besando educadamente sus pies. Pero esta vez ella me levantó de los pelos y me dijo que me había visto besar a otra mujer. Yo sabia que ella era mi dueña y que no me permitía ni siquiera rozar a otra mujer. Se enfadó mucho por haberme dejado tocar por una mujer aunque solo hubiera sido un beso de lo más inocente. Yo sabía que me iba a castigar pero no me importaba porque también sabía que lo hacía para adiestrarme y por mi bien.



Me ordenó denudarme, agarró mi cinturón y con toda su rabia me agarró del pene y me llevó hasta su sillón, me dobló sobre sus muslos y mientras me insultaba, me azotó el culo. Cuando se cansó me hizo ponerme de pie con las manos en la cabeza, me dijo que mi pene no servía para nada y me lo empezó a azotar.

También me hizo tumbar al piso boca arriba, se paró sobre mi pecho sujetándose del sillón, logrando hacerme heridas con los tacones en la piel, se puso en cuclillas y me orinó la cara. Cuando terminó me hizo limpiar con la lengua el piso. Comencé a limpiar el suelo a lengüetazos, mientras que me pegaba con el cinturón en el culo y me ponía un pie encima de la cabeza obligándome a no dejar ni una gota.



Esa noche casi no dormí por culpa de los agudos dolores como brotaban de mi cola, que me hicieron saltar las lágrimas. Por eso me quede dormido y no la desperté como lo hacia todas las mañanas. Ella quiso castigarme sacándome a la calle vestida de mujer. Yo me negué, ella se enfureció más y me echó. Dejé pasar unos días para ver si se tranquilizaba. Cuando me decidí a llamarla para suplicar su perdón, me la crucé en la calle, pero iba con un hombre, pude deducirlo por su forma de andar tan extraña con aquellos tacones y a pesar de su indumentaria estaba claro que quien estaba con ella no era una chica. Se detuvo me presento a su " amiga" y me dijo que él había aceptado las condiciones que yo había rechazado, incluso creo que habló de casamiento, la verdad que casi no la oía porque estaba muy dolido. La había perdido para siempre.

 

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