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Abel y Aida | Relatos Eróticos de Sexo Virtual

Publicado por La timi el 17/10/2012

Es la primera vez que escribo un relato herótico . Todo es fruto de mi imaginación . Tiene dos capítulos. Que lo disfrutes.

ENCUENTRO CASUAL:


Era de noche y no podía dormir, así que abrí el msn para entretenerme hablando con alguien y mientras me entraba el sueño, pues me levanto temprano para trabajar y ya eran las 2 de la mañana,
leía los correos cuando a los diez minutos entró un mensaje de chat.


Abel.- ¡Hola, Aida!
Aida.- ¿Quién eres?
Abel.- No nos conocemos pero hace mucho tiempo que te agregué. La direc me la dió una amiga tuya. ¿Por cierto, ¿qué haces que no duermes?
Aida.- Eso debería hacer porque mañana ni un terremoto me levantará y es que estoy desvelada.
Abel.- Yo tengo el remedio para que duermas.
Aida.- ¿Ah sí? Dime.
Abel.- ¿De verdad quieres saberlo?
Aida.- Claro que s´´i. Si dices que tienes un remedio ... Yo lo necesito esta noche.
Abel.- Si te lo digo, te vas a enfadar conmigo?
Aida.-Si eres capaz de hacer que me duerma, no me enfado.
Abel.- En serio: ¿no sabes el remedio?
Aida.- No.
Abel.- ¿Estás sentada?
Aida.- ¿Lo dices por si me desmayo?
Abel.- Cuéntame.
Aida.- No, estoy tumbada en la cama y tengo el portátil encima de mí.
Abel.- jajajaj. ¿Qué cómoda!
Aida.- Me encanta ponerme así.
Abel.- Y, estarás en piyama, ¿no?
Aida.- Sólo tengo puesta la ropa interior porque no uso pijama, la sábana solo me cubre las piernas y el ordenador lo tengo encima de mi barriguita.
Abel.- ¡Quién fuera barriguita!...
Aida.-¿Quieres ponerte encima de mi barriguita?
Abel.- ¿Me dejarías?
Aida.- Mmmm.... Ni siquiera te conozco, no sé cómo eres para imaginarte, para dejarte poner tu cabecita encima de mí....
Abel.- Yo sí te conozco, te veo todos los días en el trabajo, cuando llegas y sales. Tú me has visto pero ni me echas cuenta.
Aida.- ¿Qué me envías?
Abel.- Guárdalo, es mi foto, seguro que cuando la veas sabrás quien soy yo, que lo que te digo es verdad.

---Cuando vi la foto no me lo podía creer, era el chico que me gusta un montón, el que me hace temblar muchas noches en mi cama cuando despierto después de haber soñado con él.
Aida.- Es verdad. Te veo algunas veces. No hemos hablado porque siempre ando ocupada.
Abel.- Hoy estás ocupada conmigo.
Aida.- ¿Ah sí?
Abel.- Ahora que ya sabes quien soy y yo sé quien eres tú, ¿me dejas poner mi cabeza en tu barriguita?

--¡Dios mío! ¿Haré esta noche mi sueño realidad?
Abel.- ¿Qué piensas?
Aida.- Perdona, es que estaba haciendo una cosilla.
Abel.- No, no, no puedes hacer nada, cariño, me gustaría que estuvieras atenta a mí, a mis palabras.
Aida.- Sí, sí, estoy atenta.
Abel.- Te noto un poco nerviosa.
Aida.- jajaja. nonono.
abel.- Pues dime, ¿me dejas?

Pues sí, creo que es la oportunidad para hacer lo que desde unos días mi mente desea, a sí que voy a dejarme llevar....

Aida.- Ven, pon tu cabecita enttre mis pechos, ahí está mejor...
Abel.- ¡Ohh! Sí. Deja que te quite el sujetador para poder acurrucarme mejor entre tus pechos
Aida.- Ya lo tengo quitado. Toma mis pechos con tus manos y métetelo en la boca. Quiero que me aprietes tanto con las manos como con los dientes.
Abel.- Dame ese pezoncito, voy a a morderlo y con mis manos voy a masajearte los pechos. ¿Así, te gusta?
Aida.- Así, así.... pellízcame, muérdeme, aprieta un poco, quiero sentirlo.... ¡aa!, ¡ooh!, ¡sí!, ¡eso es! ¡sigue!...
Abel.- Me estás poniendo a tono, tía.
Aida.- Ahora quiero que con tu lengua vayas poco a poco recorriéndome, primero saboreando mi boca, luego bajando por el cuello, después vas bajando poco a poco... pero no sueltes tus manos de mis pechos, todavía no.
Abel.- Cariño, estoy metiendo mi lengua en tu oreja, siéntelo. Voy recorriendo mi lengua por tu cuello, la rozo por tu piel, la enredo entre tus labios y me pongo a devorarte suavemente.
Aida.- Sí, mi amor, así. Acaríciame con tus manos.
Abel.- Cojo tus manos y las echo hacia atrás y con mi boca voy acariciando tu cuerpo.
Aida.- Aay, me estoy poniendo que no veas. Yo me estoy tocando, ¿tú que haces?
Abel.- ¿Tienes cam? Me gustaría verte.
Aida.- Me da un poco de vergüenza pero, la verdad, me apetece mucho. Anda, espera.
Abel.- Hola.
Hola,
hey...

Aida.- Ya está la cam. Activé la video llamada.
Abel.- Ya te veo. Anda, te has vestido?
Aida.- Un poco. Tú también estás vestido.
Abel.- Nos vamos a quitar la ropa poco a poco, ¿verdad?
Aida.- Quiero ver cómo te quitas la camiseta.
Abel.- Cuando lo haga yo lo haces tú..
Aida.- Sí.
Abel.- Se te ven unos pechos preciosos. Tócatelos.
Aida..- Haz lo mismo que yo Abel. Pellízcate los pechos. Así, vida, así... ¿Te gusta?
Abel.- Oh sí.
Aida.- Voy a acercar mis pechos a la cam para que los veas bien, no quiero que te pierdas ni un detalle. Mírame, míra como se ponen en punta mis pezones.
Abel.- Oh, qué pechos tía. Me estás volviendo loco.
Aida.- Quítate el pantalón Abel.

Abel.- Míra como está mi miembro.
Aida.- Mmmm.... Mira mi vagina, depiladita toda, estoy suave, ¿te gusta?
Abel.- Dios mío, aida. Me encanta todo depiladito.
Aida.- Ves como me acaricio mi clítoris? Así lento, lento. Hazlo tú deslizando tus dedos por tu puntita nada más, despacio, muy despacio.
Abel.- Me muero lento.
Aida.- Déjame un ratito de control. Hazlo lento mi amor. La puntita, imagínate que son mis dedos los quien te tocan, imagina que son mis labios, amor.
Abel.- ¡ohhh..!!!! ¡eres mala!
Aida.- Ahora quiero que con la mano toques la puntita y te acaricies todo tu pene, quiero ver como te masturbas. Hazlo despacio, quiero verte como lo haces, despacio. Yo voy a ponerme un dedo en el clítoris y voy a meterme dos dedos dentro de mi vagina. Lo haremos despacio los dos, para vernos bien.
Abel.- No aguanto mucho despacio, cariño, me da algo.
Aida.- Porfis, hazlo por mí, . Mírame, . Mírame.

Abel.- Túmbate en la cama Aida.
Aida.- ¿Me ves bien?
Abel.- Sí. Ponte boca abajo.
Aida.- Me estoy masajeando mis pechos.
Abel.- Lo veo, amor. Quiero que con una mano te toques la vagina y te te metas un dedo en el culito.
Aida.- Estás loco....
Abel.- Quiero verlo, luego lo haré yo si tú quieres verme hacerlo a mí también. Te va a gustar, verás, pruébalo.
No lo pienses y explórate.

Nunca lo había hecho pero me dejé llevar por sus palabras. Poco a poco iba metiendo mi dedo en mi culito mientras con la otra mano iba acariciando mi clítoris. . Dios mío, cada vez entraba más dentro y necesitaba su pene.
Levanté la cabeza y vi como Abel, se había tumbado en la cama y se estaba masturbando.
Aida.- Abel, quiero ver como te acaricias tu culito.-
Abel.- Sí amor, pero estoy apunto de correrme.
Aida.- Quiero ver cómo te corres tocándote por detrás. Venga, hazlo.
Ví como abría las piernas y con una mano se masturbaba su pene y con la otra mano iba tocando dentro de su culito.
Vi como poco a poco iba entrando uno de sus dedos por su agujerito y me excité mogollón.

Yo hice lo mismo, me puse boca arriba y con una mano me tocaba mi vagina y me empecé a meter un dedo dentro de mi culito. En cuanto lo hice me empecé a correr como una loca. Tuve un orgasmo como el que nunca había sentido.
Vi como abel empezó a eyacular y yo me excité al ver como se movía y como se corría. Ojalá estuviera ahí, me la comería entera, la chuparía hasta que no quedara ni una gota.
Uf, yo seguía con ganas, por lo que me senté en la silla y empecé a tocarme de nuevo.

Abel.- Cariño, sigues con ganas, ¿verdad?
Aida.- La verdad es que sí. ¿por qué no quedamos y dejas que me ansie de ti?
Abel.- La verdad que yo tengo ganas de tenerte completamente para mí, me vuelves loco solo con verte y quiero tocarte, sentirte, hacerte mía y fundirme en tí.
Aida.- Ven ahora, tengo ganas de atarte y hacerte mío, ¿quieres?
Abel.- ¿Sí? Luego te ataré yo.
Amor, voy para allá, espérame .
Aida.- Esta noche será la mejor de mi vida. Antes de que vengas quiero confesarte que muchas noches he soñado que hacíamos el amor pero lo que he vivido en estos momentos es mucho más de lo que podía soñar jamás.

Abel.- Yo también he soñado contigo muchas veces y jamás pensé que se harían realidad mis sueños.
Aida.- Te espero mi vida.
Abel.- En media hora estoy ahí. Un besito, espérame despierta.
Aida.- no creo que pueda dormir con lo excitada que estoy, necesito que me calmes.
Te espero amor.
Abel.- Chaito, ya salgo.
Aida.- Chaito,
Cerré el msn. y me fui a la ducha a esperar que viniera y calmara por fin mi excitación y poder dormir para levantarme dentro de.... ¡dios! 4 horas!!.... Ya
No dormiré, pero seguro que voy mejor que nunca a trabajar.
Ya os contaré.


CAPÍTULO 2:
PASIÓN DE MADRUGADA:


Mi cuerpo empezó a temblar con sólo pensar en lo que pasaría cuando Abel llegara a mi casa.

Me fui a la ducha y me enjaboné con mi gel favorito porque Huele a flores y deja en mi piel un olor dulce y exquisito.
Cuando salí del baño, me asomé al espejo y mis ojos azules brillaban de placer. No me pinté, quería estar natural, me dejé suelta mi rubia melena, me la cepillé ´para que cayera por mi espalda hasta mi cintura, me puse un camisón muy corto, rojo, que sólo cubría el tanguita negro que tenía puesto y no me puse sugetador. En cima me puse una batita de color negro que me llegaba casi por las rodillas, no quería darle la impresión de estar tan deseosa.

al poco rato sonó el timbre.
Aida.- ¿Hola?
Abel.-Abre, cielo.
y cuando abrí la puerta me quedé paralizada por la impresión, al verlo tan guapo. Ese moreno de ojos verdes.
Entró, me levantó poniéndome contra la pared, me aprisionó con sus brazos y me besó largamente.
Me asusté un poco al ver el ímpetu con el que me recibió, porque en realidad lo conocía sólo de verlo en la empresa y le puse mis manos en su torso con intención de apartarle.
.

Tranquila, sabes que estoy loco por tí y no podía resistir ni un momento, por eso he sido tan impetuoso, me dijo mientras me tenía fuertemente abrazada. Quiero sentir tu cuerpo entre mis brazos y hacerte mía.
Cuando me vió más relajada, cuando empezaba a devolver sus caricias, me dijo que le gustaría que le dejara hacer todo lo que había imaginado que haría conmigo.
Yo, que estaba muy emocionada ni siquiera le respondí, pero mi silencio lo tomó como complacencia.
Me tomó por la cintura, me llevó hasta la habitación en la que, aparte de mi cama tengo un escritorio con el ordenador y me dijo:
Súbete a la silla y quédate muy quieta. La arrinconó para que no se moviera y me puse encima.
Con sus manos fue recorriendo mis piernas, subiendo poco a poco hacia mis muslos y yo no podía evitar que instintivamente se moviera todo mi cuerpo.

--¡Oh! ¡te has movido por lo que tendré que castigarte! ¡Eres una niña mala y desobediente!
Empecé a protestar porque no sabía por donde iba a salir pero silenció mi protesta poniendo suavemente sus dedos sobre mis labios.
a continuación puso sus labios y sus manos cerca de mi sexo y comenzó a tocarme y a lamerme. Al acariciarme no pude resistir mis temblores de placer por lo que tuve que agarrarme a sus hombros para no caerme.
Con su lengua me castigaba tocando entre mi tanga y el muslo. Empecé a gemir y apretarle con mis manos en su cuello.

No eres buena, Aida. Me tomó en sus brazos y me bajó de la silla. Se sentó él.
--Me tomó como si fuera a coger a un bebé poniendo mi cabeza entre su hombro y su brazo y sosteniendo mi cuerpo con sus piernas...
Encima de mi cómoda tenía unos coleteros, por lo que él los agarró, me recogió el pelo haciéndome dos coletas como si fuera una niña pequeña y cuando terminó, me tomó nuevamente en sus brazos, me levantó y me sentó encima de sus muslos y de su sexo que noté bien erecto pegado a mi vagina.

Aún estábamos con la ropa puesta....
Empezó a tocarme suavemente por todo mi cuerpo poniendo mi cabeza en su hombro; con un brazo me sostenía fuertemente apretada mientras que con la otra mano iba recorriendo muy despacio todo mi cuerpo, acariciando mi pelo, tocando mi cara, besándome el cuello, mordisqueándome la oreja. Con su mano y con sus labios iba rozando suavemente mi cara y me daba besos cortos y muy tiernos. Yo no podía tocarle ni moverme y estaba sufriendo de placer. Si lo intentaba me susurraba al oído que le dejara hacer a él.
él me quitó la bata y se quedó impresionado con el camisón que llebaba puesto.
--Estás preciosa, mi pequeña niña.

Empezó a frotar su sexo contra el mío, me apretó contra él agarrándome de las nalgas con sus manos. Yo empecé a moverme como pude contra él y a darle bocaditos en el cuello.
Tiré de su camisa y desnudé su torso.
De repente me levantó, me puso de pie y empezó a quitarme el camisón dejándome en ropa interior. Mientras me iba desvistiendo me acariciaba, yo de pié y él sentado.
Cuando me hubo desnudado me agarró de la cabeza y me hizo agacharme. De rodillas me acercó a él y me dijo:
métetelo en la boca.
Sólo esckuchándole hablar me puse muy excitada. No me dejaba tocarle con las manos, sólo con la boca. Me agarró las coletas y empezó a empujarme contra su sexo. Sentí cómo su miembro entraba profundo en mi boca y mis manos acariciaron suavemente sus testículos.
Después de correrse en mi boca, me levantó.
empezó a darme palmaditas en el culo diciéndome que no era buena niña por lo que yo tomé sus pezones y le apreté fuerte. Empezó a gritar de placer y me tomó entre sus brazos y luego me echó encima de la cama.
Te mereces el peor de los castigos, ahora verás, capullita.
Me vino mi primer orgasmo en ese momento.
Eso no es nada, hoy quiero ver cómo te corrres sin parar.
Mientras me hablaba me tapó los ojos
y empezó a atarme las manos poniendo mis brazos en cruz, abrió mis piernas todo lo que pudo y también ató mis tobillos. Debajo de mi culo puso un cogín y yo, mientras protestaba por miedo, por verme indefensa ante alguien con quien estaba haciendo el amor de esa forma por primera vez, sin saber qué iba a pasar. De repente empecé a llorar y le pedí que me soltara.

Así quería verte, quería oirte llorar y suplicarme. Pero confía en mí que calmaré tus sollozos. Lo que quiero es que vivas esta noche intensamente conmigo.
Mientras me decía esas palabras iba acariciándome el pelo, el cuello, de vez en cuando un dedo tocaba mis pezones, dándome suaves pellizcos en ellos.
Se recostó en el borde del colchón y empezó a acariciarme con sus manos y con su boca por todo el cuerpo, despacio, muy despacio, parecía que quería aprenderse hasta el último centímetro de mi piel. YO me estremecía de placer.


De repente noté algo frío en mis pechos. Empecé a gritar, y a moverme. Él con su lengua iba lamiendo por donde pasaba el hielo.
No podía hacer nada, sòlo gritar de placer, dolor, tener un orgasmo tras otro y pedirle que me penetrara aunque, por supuesto, no me hacía ni caso.
Frotó el hielo por todas partes y a la vez con su lengua iba calmándome hasta que llegó a mi sexo.
Noté que me estaba echando algo en la vagina.
Abel, cuéntame, qué haces?
Estoy poniéndote un poco de mermelada de fresa porque quiero comerte enterita.
Cuando noté su lengua en mi clítoris lamiendo la mermelada, me retorcía, gritaba..., No tengo palabras para describir aquella sensación tan intensa que mi cuerpo expresaba.
Cuando lentamente chupaba con su lengua mi sexo, de repente, un dedo jugaba con mi clítoris y su lengua entraba y salía despacio de mi bagina, luego lo hizo con dos dedos y sin parar de jugar con mi clítoris.
No podía ver, no podía moverme, tan sólo sufrir un placer insoportable.


¡Eres un cerdo! ¡métela ya!

De repente paró unos segundos y volvió a jugar con su dedo dando vueltas en mi clítoris y con otro dedo masajeaba dentro de mi vagina.

--nooo.
--¡Métemela!
volvió a parar.
así lo hizo varias veces. Te juro que me quería morir, mi cuerpo temblaba cada vez que estaba a punto de correrme y él paraba. Me daban escalofríos, me dolía, le suplicaba.
--Por favor, te lo suplico, te haré caso, haré todo lo que me pidas, por dios no pares, me muero, no puedo más y empecé a llorar como una niña pequeña. Jamás sentí nada como aquello, te lo digo en serio.
Por fin escuchó mis súplicas y se movió rápido con sus dedos. ¡dios, pegué
un grito.... no sabía que jugar así, tocando y parando, el orgasmo podría ser mucho más fuerte.
Cuando me corrí, pensé que me iba a penetrar y no, así no iba a acabar, nonono....

Me desató y me pidió que me pusiera boca abajo. No le puse resistencia y me dejé llevar pues a esas alturas quería todo lo que estuviera en sus manos para morirme de placer en todos los sentidos.
De nuevo me ató. Ya no podía más, ¡qué sufrimiento!

Empezó a acariciarme la espalda, dándome bocaditos por donde pasaba y yo gritaba y gritaba. De repente noté algo fresco en mis nalgas.
Abel, ¿dime, qué haces?
Cariño, voy a ponerte una cremita porque quiero hacer algo que podría ser nuevo para tí.
Caí en lo que era y le dij e que nunca lo había hecho, que leí y escuché que eso dolía mucho.
Tranquila, lo haré tan despacio que sólo sentirás placer.
Me dejé llevar.
Con sus manos iba masajeando mis nalgas mientras con los dedos iba aplicando la crema en mi ano, jugaba y jugaba hasta que poco a poco entraba dentro y yo de nuevo me corría.
Después de un rato aplicándome crema y jugando con su dedo, acercó su pene moviéndolo por alrrededor.
Abel, entra, la quiero dentro, venga.
Despacio mi niña dulce, muy despacio. Entraré poco a poco. Lo vas sintiendo? Mira como entra.
Yo no podía hablar.
Mientras iba entrando poco a poco, un dedo sullo se posó en mi clítoris de nuevo y con la otra mano entraba a mi sexo.
Juro que pensé que me desmayaría, que no podía resistirlo más. Empecé a llorar.
Cariñito, lloras de placer o estoy haciénndote daño.
No podía hablar, sólo llorar y llorar por el intenso momento por el que pasaba.
Entró su pene hasta el fondo, no paraba de moverse, con sus manos, con su pene.... se echó sobre mí y penetró su lengua en mi oído.
Abel! más fuerte, entra fuerte, yá! ¡vamos! dame fuerte!
Por fin lo hizo, se movía frenético, fuerte, entraba hasta mis entrañas y de repente salió de mí.
Me desató.
Ponte a 4 patas, así, apoyada sobre la cama.
Mi cuerpo temblaba, mis piernas casi no me sosteníany tuve que hacer un esfuerzo para hacer lo que me pedía.
Mientras él se limpiaba el pene con toallitas yo posé la cabeza y las manos en la cama.
Se acercó a mí y con su pene iba pasando por alrededor de mi vagina. Luego me metía la puntita y la volvía a sacar.
Abel, me muero. No resisto más, no puedo más.
Tomé su pene con mis manos y me lo metí en mi vagina.
Vuelves a ser mala, muñeca.
Por favor, necesito que te corras dentro de mí, te lo suplico.
Así me gusta, que me supliques.
y así sin más, un dedo penetró en mi ano mientras su pene entraba y salía de mi bagina.
Empecé a moverme sin parar, a gritar, a correrme....

Abel, quiero escucharte gemir, gritar.
y le vino su orgasmo. Sentí como su semen llenaba toda mi vagina, caliente, intenso...

Nos tumbamos los dos en la cama, me quitó la venda de los ojos, nos abrazamos y besamos hasta que pudimos calmarnos e irnos a la ducha.
Nos bañamos juntos, yo le enjaboné y él hizo lo mismo pero ya no podíamos tocarnos de nuevo porque por lo menos yo me quedé sin fuerzas y creo que él también.

Después de ese día, todos los fines de semana eran un descubrimiento nuevo para mí. Y hacer el amor era genial con la persona más maravillosa del mundo, Abel.

 

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