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Madre penetrada | Relatos Eróticos de Sexo con maduras

Publicado por Anónimo el 30/11/-0001

La historia que les voy a narrar sucedió hace seis años, todo empezó un día que fui a la casa de un amigo a hacer un trabajo de la universidad, en la casa estaba él y su madre, ella era una mujer fenomenal, rubia, alta, rellenita, cuerpo bellísimo, cara angelical, senos no muy grandes, culo maravilloso, unos cuarenta y cinco años, bien conservada. Al parecer se había enterado hacía unos meses de que su marido le había puesto los cuernos con otra mujer, y estaban separados. Estuvimos haciendo el trabajo los dos en su habitación, hasta que pasadas un par de horas le dije a él que iba a ir al baño, entré en el baño y me llevé una sorpresa, estaba la madre, Luisa, llorando sentada en el water. Me acerqué a preguntarle por lo que le pasaba, y ella abatida me contó todo lo del marido, me estaba confirmando los rumores, tras esto comenzó a llorar desconsoladamente, yo en un esfuerzo de consolarla, la abracé muy fuerte, para que se desahogase, en ese momento pensé en llamar a mi amigo, pero luego analicé la situación y decidí que iba a ser más difícil para ella contarle lo del padre al hijo, entonces seguí con el abrazo, mientras le decía al oído que no valía la pena que se pusiera así, que era una pedazo de mujer y que se merecía algo mejor, que era aun muy hermosa. En eso se separo de mí y me preguntó si en verdad creía eso, entonces le respondí que sí. Tras decirle eso, me dijo que si yo quería podía invitarla un día a cenar, y así podía salir, yo me lo pensé y acepté, quedamos para el sábado.
Fuimos a cenar a un restaurante del centro de Huelva, la comida estuvo muy bien, mi amigo, su hijo había salido con nuestro grupo, yo les dije que no tenía ganas, esa fue la excusa para no salir. Después de cenar, estuvimos hablando y paseando por las calles peatonales, camino a su casa, pues vivía cerca de El Corte Inglés. Cuando llegamos, me dijo que subiera, lo hice y nos sentamos en un sofá a ver la televisión mientras nos tomábamos unas cervezas. Al rato, me dijo que me estaba portando muy bien con ella, y seguimos viendo la tele.
Minutos después, Luisa se abalanzó sobre mí y me besó de manera ardiente, con mucha fuerza, como sacándose la rabia de encima, yo me quede impresionado por lo que estaba pasando, no lo podía creer, pero eso no me impidió devolverle el beso. Tras el arrebato inicial, me empujó y me tiró al suelo, cayendo boca arriba y ella encima de mí, le acaricié la espalda y luego bajé lentamente hacia su culo, Luisa no oponía resistencia, le apreté con fuerza el culo, luego empecé a deslizar mi otra mano hacia sus bellas tetas. Sus besos empezaron a bajar a mi cuello, mientras yo metía mi mano en su pantalón, para poder sentir sus pelitos y más abajo su rajita con su vagina.
A continuación, Luisa me bajó la cremallera del pantalón, seguí besando el cuello hasta que ella me quitó la camisa y sentí el suelo frió en la espalda, me besaba el pecho, hasta que llegó a la parte superior de mi pantalón, el cual ya estaba desabrochado, me lo quitó, dejando mi ya erecto pene al descubierto. Sus labios rodearon mi polla, hasta que la empezó a chupar introduciéndosela toda en su boca, sacaba y metía mi verga en su boca, dándole lengüetazos, después me incorporé un poco, quedando ella sentada, me puse delante suya, y le introduje mi polla en su boca, me follaba su cavidad, Luisa agarraba mi polla, yo la metía en su boca una y otra vez, no podía casi ni respirar, hasta que no pude aguantar más, y me corrí llenándole toda la boca de semen, el cual se tragó con cara de placer, esto hizo que mi corrida fuera más extensa, me encantaba la putita madurita madre de mi amigo.
Tras la tremenda mamada, y una vez que no quedó resto de mi leche, la puse de espaldas, le quité la ropa que tenía puesta, y después su ropa interior, a continuación con una mano Irene se deleitaba manoseándose sus tetas, su coñito estaba expectante, con bello púbico recortadito, el cual empecé a chupar sin mas demoras, le pasé mi lengua a lo largo de su rajita, dejándola muy lubricada, me entretuve en el clítoris, jugando con él, después pasé a su vagina, metiéndole la lengua, imitando que la follaba, Luisa se retorcía de placer, le amasaba los senos, ella suspiraba fuertemente, estaba a punto de correrse, cosa que hizo minutos después.
Pasados unos minutos donde estuvimos acariciándonos, nos pusimos a besarnos con mucha pasión, la acariciaba por todos lados, tetas, culo, vagina, incluso mis dedos penetraron su coñito muy húmedo, ella agarró mi pene con una mano y lo empezó a acercar a su vagina, pronto mi glande comenzó a entrar suavemente en su vagina, cuando ya había entrado la mitad, me agarró del culo y me empujó hacia ella, arremetí contra Irene y de un solo empujón, mi polla entró por completo en su coño, proporcionándole bastante placer, y un gemido fuerte, pronto empecé con las embestidas, al principio sutilmente, pero luego las fui haciendo cada vez mas fuertes.
Pasados unos minutos, la puse de lado en el sofá, con las piernas a un lado, entonces me puse en cuclillas detrás de ella y se la volví a meter, follándola lateralmente ella y yo de frente, esto le daba mucho placer, gemía alocadamente, se notaba que estaba disfrutando. Transcurridos unos minutos, ella se incorporó, me cogió de la mano y nos fuimos a su cuarto, me tumbó boca arriba en la cama y ella se puso encima, a horcajadas y de rodillas, le metí mi polla, y empecé a follarla, le la metía entera, ella retrocedía un poco para recibir más, sus senos botaban delante de mí, era muy excitante poder verlo, se metía un dedo en su boca, jugaba con él, seguí embistiéndola, hasta que ella tuvo un nuevo orgasmo, se corrió otra vez, yo estaba a punto, Luisa lo sabía, así que se quitó de encima de mí, y me hizo sentarme al lado suya en el borde de la cama, cogió mi polla con su mano y me la empezó a masturbar, yo le agarraba con mis manos sus tetas, nos besábamos, hasta que segundos después me corrí sobre su muslo derecho, ella sonrió feliz.
Ella se limpió con una toalla y me pidió que no le dijera a nadie lo que había pasado, se lo prometí, al rato me vestí y me fui de su casa con una satisfacción tremenda, todavía impresionado por lo que me acababa de ocurrir.

 

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