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Mi suegra cogelona, que calidad de sexo el de mi suegra | Relatos Eróticos de Sexo con maduras

Publicado por Maximiliano el 28/02/2017

Desde que conocí a mi suegra siempre me gusto como mujer. Con pantalones ajustados o faldas arriba de la cintura y grandes escotes. La imaginaba entre mis sabanas pero lo veía muy pero muy difícil; inclusive hasta imposible. La señora es chaparrita y morenita pero con un cuerpecito muy sabroso. El inicio de nuestra relación inicio en el metro de la ciudad de México, la acompañe a una cita médica en el Hospital General y como en la ciudad aplica el HOY NO CIRCULA pues mi coche tenía que quedarse en casa. Al entrar a la estación del metro nos topamos que era la hora pico y estaba a reventar de gente y como pudimos entramos en un vagón atascado de gente. La incomodidad era mucha pero teníamos que aguantar hasta llegar a la estación terminal. La pobre de mí suegrita estaba de frente hacía mí y un tipo atrás de ella no dejaba de restregarle la verga, en mis pensamientos quería ser yo el que estaba atrás y poder restregar con fuerza mí ya parado falo. Mis pensamientos cachondos fueron detenidos por las palabras de mi acompañante que al oído me murmuraba que había agarradera de todo. Asumí con la cabeza y poco a poco fui tomando el lugar del señor que estaba atrás de ella. Cuando menos me di cuenta ya estaba mi falo sobre sus nalgas, yo notaba como su piel se erizaba y tratando de ser cordial con ella le preguntaba si no se sentía muy incómoda; me respondió que no, que era preferible estar cerca de mí que de otra persona. Con mi excitación tocaba su cintura y me aferraba a ella, quería besarla y solo me acercaba a su oído derecho. Le soplaba suavemente y ella se estremecía. Me comentó que tenía mucho calor y que se le antojaba un vaso de agua fría. No quería que el convoy llegará a su destino: estaba demasiado excitado. En mi mano derecha cuidaba un portafolio que llevaba documentos pero con la izquierda tocaba su cintura, poco a poco, y con temor, bajaba mis dedos hasta tocar su nalga y grande fue mi sorpresa que me dijo que me agarrará fuerte por si frenaba el tren. Esas palabras me dieron más seguridad y ya no solo tocaba sus nalgas si no que ya subía mi mano hacía sus tetas; solo podía tocar la base de sus senos por qué no me atreví a tocar más allá. Al oído le susurré que le confesaría algo muy delicado a lo que ella me contestó: -No hay nada que confesar, olvídelo no hay probabilidades de nada. Me quedé más que atolondrado, era como si leyera mi mente. Fue un cortón que toco mis egocéntricos deseos sexuales. Mi excitación se desvaneció por unos minutos y un sentimiento de culpa me invadió por completo; me regañaba a mí mismo, me pendejeaba en mis adentros. Ahora solo lo que quería era bajarme de ese tren que se detenía constantemente. Un silencio entre mi suegra y yo, de cinco minutos más o menos, se hizo presente. Mi erección había cedido y ella lo notó. -¿Qué le pasó? me pregunto, -Se quedó muy calladito. No es nada, le contesté, solo que me equivoqué, continúe diciendo. Imaginé muchas cosas y pensé que se harían realidad y me eleve tanto que ahora mi frustración es mucha. -¿Frustración de qué?, me preguntó. -Todo se puede lograr. Me quede confundido completamente.
Bajamos del metro y caminamos hacía el paradero, compramos una botella de agua para que ella saciara su sed. Tenía hambre y compramos unas tortas en el mismo paradero. Allí estaba un señor muy parecido a mí, al menos eso me dijo mi suegra, y le pidió un refresco. -Como se parece a usted, tan guapo y seductor. Estaba jugando con mis emociones. Le parece guapo, pregunte, con una sonrisa que nunca olvidaré me respondió: -Muchísimo, todo lo que haría con ese cuerpecito. Sin pensarlo le propuse que utilizará mi cuerpo. Con gesto de tristeza me dijo que sería muy difícil porqué sentiría mucho remordimiento. Aferrado a meterme entre las piernas de mi suegra casi le supliqué que me diera una oportunidad de estar con ella. A manera de reto me preguntó: -¿Que me harías?, no pude más y le di un enorme beso, con suavidad ella me separo de sus labios y me pidió que no lo hiciera en público y tenía razón; alguien podría vernos por lo que le pedí una disculpa.
Subimos al autobús que nos llevaría hasta la colonia donde ella vivía, tardaríamos una hora y media aproximadamente para llegar. Las luces internas del camión eran demasiado tenues. Se sentó casi hasta atrás al lado de la ventanilla y yo a su lado. Se quedó dormida en mi brazo y ya con mucha confianza tocaba su pierna, metí mi mano entre su vestido para poder sentir el calor de sus piernas y cubrí con un suéter esa parte de su cuerpo para disimular lo que estaba haciendo. Me percaté de que ningún vecino o conocido estuviera cerca de nosotros. Mi verga ya estaba inflamada de sentir sus piernas, me sudaban las manos y le pedí abriera un poco sus piernas para poder tocar sus pantaletas. Abrió sus piernas y mi mano lentamente subía hasta donde la discreción me lo permitía, no quería verme muy obvio con lo que estaba haciendo. Cuando bajamos de ese autobús mi pantalón tenía unas gotas que indicaban que estaba completamente mojado, ella se percató inmediatamente y me dijo que no llegará a su casa porque se darían cuenta de la excitación tan grande que tenía. En la esquina de su domicilio quedamos de vernos al siguiente día y con mucha discreción agarro mi verga parada sobre el pantalón y me prometió que estaríamos juntos al día siguiente.
Aborde un taxi y me dispuse llegar a mi casa y para no despertar sospechas de mi pantalón mojado de las gotitas seminales traicioneras pase a una tienda y compre una Pepsi, para echarme una poca en el pantalón y poder decir que en un descuido me ensucie con el refresco.
Al otro día mi esposa me pidió que acompañara a su mamá por unos resultados y con todo gusto le dije que sí.
Tenía que pasar por mi adorada suegra a su casa. Cuando llegué se estaba bañando y me atendió mi suegro; no sentí ningún remordimiento por lo que había sucedido el día anterior, solo me dijo que esta vez tardaríamos un poco y que por favor tuviera mucha paciencia. Claro, me pensé en mis adentros.
Veinte minutos después salió mi suegrita con un vestido floreado y un excelente escote. -¿Nos vamos? Me dijo, a lo que yo contesté: -Cuando guste.
En cuanto dimos vuelta mi adorada suegrita saco de su pequeño bolso una caja con condones de sabores y me dijo que hasta que se los acabara regresaríamos. Me emocione tanto que mi verga se quería salir del pantalón. Le pregunte: -¿A dónde vamos? y me respondió: -Eso lo decides tú.
Me dirigí hacia la carretera que lleva a Texcoco y entre en un motel que recientemente habían abierto, al menos eso decía la manta que estaba afuera. Me indicaron el cuarto y pagué.
Cerramos el garaje y allí empecé a besar a mi suegrita, estaba como jovencito que tiene su primera experiencia, ella correspondió con un beso y un abrazo sobre mis hombros, rápidamente subimos esas pequeñas escaleras y ya un poco más calmado y con mucha suavidad tocaba sus pechos y sus hombros, quite su saco y también su blusa, quedaron al descubierto sus senos y aunque no eran de una jovencita aún se veían preciosos; retiré su brassier blanco y por fin pude tocar su piel desnuda, besar sus pezones, una herida de cirugía estaba a la altura de su abdomen pero no me interesó, seguí besando su estómago desnudo. Quité suavemente su falda y ahí estaba esa fruta prohibida cubierta solo por una pantaleta blanca la cual quite con ansiedad. Su vello púbico recortado y un aroma a flores impregnaban su vagina. Se la mamé delicadamente y ella gemía con fuerzas, tocaba mi cabeza y jalaba delicadamente mis cabellos. Quizá así me mantuve por unos cinco o seis minutos para levantarme y quitarme mi playera. -Déjame ver tu verga, me decía, me quite mi cinturón y mi bóxer y saque ese pedazo de carne que la naturaleza me había otorgado. Mi linda suegrita la tomo con su mano y se la metió a su boquita. La mamaba sabroso y me acomode de tal manera que iniciamos un rico sesenta y nueve. Era tanta mi excitación que no aguante mucho y me vine en su boca. Jama me había venido con tanto placer, el saber que estaba cometiendo un incesto me llenaba de cachondería. Mi pobre suegra casi vomita cuando me vine en su boca, me comento que nunca se habían venido en su boca, hice como que le creí y le pedí me permitiera darme un regaderazo. Regresé y ella estaba recostada boca abajo solo con sus medias puestas. Mi verga reacciono rápidamente se restregaba en sus nalguitas. -Ahora ya no estamos en el metro, me dijo, puedes metérmela solo deja te pongo un condón y así con su boquita y de una manera casi profesional me puso el condón con su boca. Se montó sobre mi verga y ahora fue ella la que se vino con muchos gemidos de placer. Su respiración se aceleró al igual que su pulso. Por un momento sentí miedo a que le pasara algo pero afortunadamente se recuperó rápidamente y me comento que tenía más de tres años que no tenía sexo porque su marido ya no podía. Con suavidad callé sus palabras con un beso y le comenté que ese sería nuestro secreto. Dormimos una hora más o menos y nos metimos a bañar juntos. Nos besamos y se volvió a para mi verga. Enjabonaba su culito y le pasaba mi verga inflamada por su ano. Poco a poco se la fui metiendo en su colita, al principio se oponía pero termino por acceder. Como era incomodo salimos del baño casi ensartados y mojados y en la cama se empinó y antes de penetrarla completamente nuevamente me colocó un condón. Con una crema que traía en su pequeño bolso se untó una poca en su culo y en la punta de mi verga, nuevamente se empinó y poco a poco se fue hundiendo mi falo parado. -Despacito por favor, me imploraba y así de poco en poco se la metí toda. Ya no me podía detener y aunque vi como sangraba su ano yo no me detenía. Sus gestos de dolor hicieron que me detuviera en mi mete-saca. Se incorporó y me retiró el condón, se metió al baño y se bañó nuevamente. Al salir su gesto ya era otro y de un pequeño aventón me tendió en la cama para que ella se pudiera subir y galopar. Sus palabras y expresiones me ponían súper caliente. Nunca imaginé que esa señora dijera tantas cosas calientes. Se vino nuevamente y yo me vine dentro de ella, sin protección y fue súper cachondo.
Salimos del motel completamente cogidos y felices.
Mi linda suegra y yo hemos cogido en su casa, en mi casa, en la casa de sus hermanos, en la calle y hasta en la azotea de su casa.
En el veinticuatro de diciembre me regaló una pantaleta que se acababa de quitar, me metí al baño y me masturbé oliendo su prenda interior para regresársela con mi leche.
Nos entendemos muy bien en el aspecto sexual y hasta la fecha somos muy discretos. Ante la familia, tratamos de no levantar sospechas. Lo único que me levanta mi suegrita es mi verga porque medí cuenta que me gustó el incesto y aunque somos de diferente edad, ella me hace sentir con un deseo interminable de coger.

 

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